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Cantabria representa el 1% de la población de España. Ese aproximadamente es el peso que tienen los líderes regionales de los grandes partidos en el panorama político nacional. Quienes salen en las televisiones cuando hay un conflicto interno como el que en la última semana ha convulsionado al Partido Popular ... son los barones de Andalucía, las dos Castillas, Galicia... Le pasa al PP y también al PSOE. Por eso fue llamativo que en todas las crónicas de los medios de comunicación de Madrid sobre la tensa reunión entre Pablo Casado y sus presidentes autonómicos apareciera el nombre de María José Sáenz de Buruaga. No porque de repente fuera más importante que el resto de colegas que se quedaron sin hueco, sino porque a las puertas de la sede de Génova -como después también dentro- la cántabra fue una de las más contundentes a la hora de defender la necesidad de encumbrar a Alberto Núñez Feijóo y exigir la dimisión del todavía líder. «Hoy mejor que mañana».
Habló con autoridad porque en esta ocasión Buruaga, que hace tiempo tenía claro que ella quería tratar de conseguir la reelección y que eran los militantes y no Génova los que tendrían que echarla si llegaba el caso, ha tenido cierto protagonismo. El PP de Cantabria no ha sido un mero espectador de los movimientos internos de las baronías, sino que ha tenido un papel activo en el diseño de la salida a la crisis. Muy superior a ese 1% que le correspondería por peso específico.
Con la mochila de cuatro años de desencuentros con el presidente nacional llegó la líder cántabra a la cita transcendental del miércoles. Casi levitando, más sonriente y con menos pesares que la media. El viaje en coche que Buruaga hizo ese día de Santander a Madrid lo ha repetido un puñado de veces desde que Casado está al frente de la formación. Hasta esta semana, siempre con la espada de Damocles sobre su cabeza. Quitando a barones en el poder como el propio Feijóo o el andaluz Juanma Moreno, la mayoría de los dirigentes que en 2018 apoyaron a Soraya Sáenz de Santamaría están ya fuera de la política. Por primera vez en cuatro años, Buruaga ha estado en el bando ganador del PP nacional. Una victoria moral que tras esta semana de infarto parece fácil que se convierta también en una victoria orgánica en el congreso regional que antes de la crisis se agendó para el primer semestre de 2022. Aunque a la espera del congreso extraordinario del 2 y 3 de abril que encumbre a Feijóo las citas autonómicas ahora vuelven a estar en el aire, la intención es retomar el calendario «lo más pronto posible».
La defenestración de Casado cambia totalmente las perspectivas de futuro del PP de Cantabria. Buruaga ya deja entrever que se presentará a la reelección y que quiere una candidatura única de consenso para evitar un nuevo episodio de «tensiones y enfrentamientos». Que la nueva líder salga por aclamación. A la gallega. Eso mismo, una única lista de consenso, era lo que también quería Casado para Cantabria, pero con un nombre distinto: Gema Igual.
El ya exsecretario general del PP, Teodoro García Egea, que antes de las elecciones autonómicas de 2019 capitaneó la operación fallida por la que Génova intentó apartar a Buruaga como cabeza de lista a la Presidencia de Cantabria y cubrir su hueco con la exatleta Ruth Beitia, tenía el plan trazado desde hace meses. Un plan que pasaba por Igual, el principal cargo institucional que en este momento tiene la formación en la región. Como reclamó de forma velada el jueves Buruaga en su Junta Directiva Nacional, García Egea también quería una única lista de consenso, pero encabezada por la alcaldesa de Santander.
Más allá de las venganzas personales y los ajustes de cuentas pendientes, en Madrid entendían que Igual era la persona idónea para cerrar las heridas que aún supuran del cainita congreso regional de 2017 en el que Buruaga se impuso a Ignacio Diego por solo cuatro votos. Veían a Igual como la única persona que podía recuperar a los cargos y afiliados afines al expresidente de Cantabria que se fueron del partido a raíz de aquel enfrentamiento público y descarnado. García Egea llevaba tiempo lanzando mensajes a Igual en ese sentido.
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Querían que ella fuera la sustituta de Buruaga y que llevara las riendas de la formación conservadora con una suerte de bicefalia junto al diputado Diego Movellán. El hombre fuerte de Casado en Cantabria, amigo personal desde la etapa en común que compartieron en Nuevas Generaciones, seguiría en el Congreso, pero tendría mano en lo orgánico junto a la alcaldesa. El tercer nombre en esa estrategia era el del senador Javier Puente, que en 2017 rompió con el PP -incluso llegó a formar un partido propio- y que Casado recuperó para su causa. Puente tendría que ser el candidato a la Alcaldía de Santander si Igual iba a confrontar con Revilla o el candidato a la Presidencia de Cantabria si la alcaldesa decidía dirigir el partido repitiendo como cabeza de lista en Santander.
Con ese esquema, los actores empezaron a preparar el terreno. Movellán llegó a decir en una rueda de prensa que veía con buenos ojos a Igual mientras Génova seguía la labor para convencer a la alcaldesa de que tenía todas las cualidades para ello. Tras muchas evasivas, llegó a dar el 'sí' a presentar una candidatura al congreso regional, pero condicionado. 'Sí', si previamente se cumplían dos cosas: que ella pudiera seguir al frente del Ayuntamiento y que a Buruaga se le diera una salida digna. Tan digna como permitirla intentar por segunda vez alcanzar la presidencia de Cantabria. La lógica de la alcaldesa era la siguiente: con ella como cartel la mayoría absoluta en Santander estaba al alcance de la mano y, en cambio, cualquiera que se presentara frente a Revilla en 2023 podía salir escaldado. Si el partido la obligaba a dar el paso, el PP corría el riesgo sin quedarse sin lo uno y sin lo otro.
Está por ver si la alternativa de la regidora habría cristalizado en caso de que Casado y su equipo se hubieran mantenido al frente del PP. Lo que parece evidente es que la última crisis interna aparta esa posibilidad y allana el camino a Buruaga. Un camino que estaba dispuesta a transitar de cualquiera de las maneras. Así se lo trasladó a los que ahora hacen las maletas en Génova. Que no se iría sin pelear. En Joaquín Costa, ahora crecidos con la llegada de un Feijóo -más favorable a su causa-, están convencidos de que también habrían ganado el congreso regional con la maquinaria de Casado en contra.
¿Por qué? Con la calculadora en la mano, la dirección regional mira el mapa municipal de Cantabria y le salen las cuentas. Aseguran que el trabajo interno de estos cinco años les ha permitido tener el favor de los alcaldes y portavoces locales, en parte también porque los más críticos decidieron dar un portazo y dejar la formación cuando Buruaga tomó las riendas. Exageración o no, lo cierto es que en el intento de renovación de las juntas locales del otoño de 2020 se vio que los candidatos afines a la actual líder autonómica vencieron claramente en avales.
En un escenario que ahora ya parece descartado, ¿podría haber ganado Buruaga frente a un candidato alternativo que tuviera el respaldo de la dirección nacional? Lo cierto es que ella y no Pedro Sánchez podría haber firmado el 'Manual de resistencia', el libro que publicó el presidente del Gobierno cuando llegó a La Moncloa tras ganar batallas internas imposibles. Buruaga tiene un historial similar y ha sobrevivido a situaciones letales.
En los tres años y medio de mandato, el binomio Casado-García Egea ha movido la silla sin esperar a los congresos regionales a los líderes de la Comunidad Valencia, Asturias, Canarias... Allí impusieron a los más afines con la intención de callar a los críticos y apartar a aquellos que apoyaron a Sáenz de Santamaría en las primarias de 2018. En Cantabria se intentó con Beitia. Buruaga soportó la evidente humillación de aquel movimiento, decidió no dimitir ante el desprecio de Génova y permaneció.
Tres años después, estaba convencida de volver a intentar resistir en el congreso regional, donde como en el resto de autonomías, Madrid quería estar para algo más que para saludar. Hay antecedentes. En Aragón, por ejemplo, García Egea colocó como líder a la persona que se había propuesto, el alcalde de Zaragoza. Se llama Jorge Azcón -un perfil similar al de Igual que llegó de forma muy similar a la que se pretendía repetir en Cantabria- y a la hora de la verdad, cuando esta semana vio las orejas al lobo, soltó amarras y también se desvinculó de Casado. En Extremadura, Génova también había mostrado la puerta de salida a Antonio Monago. La crisis del PP ha dado la vuelta a la tortilla y ahora es muy posible que se presente a la reelección. A lo Buruaga.
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