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Los sacos llenos de sucia paja/de los caballos forman nuestro lecho,/y un capote, que acaso fue mortaja/de alguno que cayó, sobre mí echo.
La guerra vista. Melilla, 1921.
Noche en Segangán.
Empezar con un poema es una forma de mostrar que ... Pick, José del Río Sainz (1884-1964), era un periodista distinto. De crónicas y de versos. Y eso se mezcló en su trabajo cuando le enviaron a Melilla para ser corresponsal tras lo sucedido entre el 22 de julio y el 9 de agosto de 1921 en Annual. El Desastre. Un descalabro militar español traducido en 10.000 muertos y en unas consecuencias que marcaron la historia posterior del país. A Pick lo envía a finales de octubre el periódico 'La Atalaya', diario que se propone «si es que se le deja, decir la verdad y escribir sin deformación y sin cobardías este doloroso capítulo de la historia». Entre el 3 de noviembre y el 28 de diciembre, el corresponsal publica desde allí 44 textos. Si se añade lo que siguió haciendo tras volver, lo sucedido en el norte de África quedó reflejado en dos centenares de artículos y una docena de poemas. Por uno de estos trabajos fue procesado por un tribunal militar en enero de 1922 y pasó por la cárcel.
Antes de nada hay que entender el contexto. «¿Qué pasa en Marruecos?», titulaba El Diario Montañés una doble columna el 23 de julio de 1921, que recomendaba tomar las noticias «con toda clase de prudencia». En pocas horas se instauró la censura y durante semanas las informaciones se limitaron prácticamente a partes oficiales en los que los hechos afloraban mucho menos que los discursos y las reuniones de altos cargos. Pero, poco a poco, se fueron conociendo detalles, reconociendo derrotas y se sacaron a la luz relatos macabros.
En todo eso tuvieron mucho que ver los corresponsales de guerra. Y, entre ellos, Pick. «Demuestra con sus noticias y reportajes desde Marruecos que es capaz, no solamente de informar sobre los acontecimientos, sino también de profundizar en los diferentes aspectos del conflicto: el componente político, las penurias de los soldados, la incapacidad de determinados mandos, la corrupción, el punto de vista de los rifeños...», escribe el periodista Manuel Ángel Castañeda en una tesis doctoral dedicada a Pick «como modelo de comunicación moderna». De hecho, lo llega a situar como un «antecedente del nuevo periodismo que tuvo su punto álgido en las crónicas de la Guerra de Vietnam».
SOBRE EL TERRENO
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¿Cuáles son las características de sus relatos? Hay que decir, de entrada, que el periodista parte de un excesivo -posiblemente- fervor patriótico que se va suavizando a medida que pasa días en Melilla. Tampoco le agradan las crónicas de compañeros despiadadas contra todo y contra todos. Él desmenuza. En 'La amarga verdad' ya avanza que hay cuerpos del ejército presentes en casi todas las acciones y otros, «de los que rara vez se hace mención». O sea, que al final, los que combaten son «siempre los mismos». Que sí que hay héroes, pero que otros no lo son tanto. Dice de la censura que es «ese estúpido sistema que sólo sirve para agigantar las alarmas y para dar visos de verosimilitud a especies, que en un régimen de libre exposición, no resistirían al más pequeño examen». O ataca sin piedad las actitudes que observa en Melilla, con un vecindario «que se está enriqueciendo a costa de lo que otros mueren por salvarle» (Pick no escapa a veces de caer en los clichés habituales de la época contra los judíos).
Pero hay más detalles. No olvida su papel de corresponsal de periódico de provincias. Eso está en el libro 'Leyendo a Pick', de José Manuel Pastor y publicado por el Puerto de Santander. Se recogen fragmentos en los que acerca a sus lectores las descripciones de los lugares que ve a través de comparaciones con escenas conocidas. Nador, junto a las tropas de los batallones de Valencia y Andalucía, «es como una aldea montañesa» el día de la Purísima. Las tertulias en el melillense Café Español le recuerdan a las de los cafés de «ese Santander querido». «El Gurugú, con respecto a Melilla, es lo de Peña Cabarga para El Astillero», dice.
Con todo, lo más importante es que acompaña a los soldados enviados desde aquí. A los paisanos. Cuenta sus historias, relata con testigos los últimos momentos de los caídos, desmiente bulos y hasta sirve a los mozos «de intermediario con sus familias», «aportando bien noticias, bien el dinero o los paquetes que le confían». Acompaña acciones militares y añade en sus crónicas detalles a ras de suelo como «esas cartas patéticas de la víspera del combate» que escriben los jóvenes.
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Castañeda opina que «introduce una visión global de lo que pasa en Melilla» y mezcla «los partes de guerra con los testimonios personales de los combatientes». «Moderniza -dice- la crónica bélica». Y, además, se desprende de «ribetes oficialistas». «Pick logra un equilibrio -moderno en su época- entre quienes utilizan políticamente la guerra tanto para denostar a los militares y al Rey como los que adoptan la actitud de ensalzar lo militar y obviar la corrupción entre las filas del ejército». Y así se llega a 'Más amargas verdades', el artículo por el que acabó preso.
¿Qué dijo? Que el general Picasso (que elaboró el informe para explicar qué pasó en Annual) se queda corto, que el Desastre se podía haber evitado si los mandos hubieran cumplido con su deber, que una «epidemia de coroneles» hizo que casi todos estuvieran «súbitamente enfermos» cuando tocó combatir y que hubo protegidos, aprovechados y directamente corruptos. «El mejor modo de servir al ejército», asegura Pick, es «decir la verdad». Al día siguiente lo citaron para declarar ante un juez militar.
«La preocupación por los más próximos es una constante en el trabajo del periodista», escribe José Manuel Pastor en su libro sobre Pick. Cuenta, por ejemplo, que la llegada del Ángela a Melilla, un barco fletado por Adolfo Pardo, «es como una racha de fresco aire montañés» (trae, entre otras cosas, un barril de cerveza de los tertulianos de la Austríaca). Y abundan las noticias sobre heridos y enfermos que sirven para tranquilizar a sus familias. Ruiz de Villa, Pedro Carreras, el sacerdote Vicente Mazas, el artillero Epifanio Hoz... La lista es larguísima.
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