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Hace un año, el covid marcaba la actualidad: Sanidad anunciaba un endurecimiento de las restricciones, limitando a la hostelería para tratar de aliviar la presión sobre los hospitales. Ómicron, la nueva variante del virus, empezaba a demostrar su extrema capacidad de contagio. La preocupación ... por la evolución de la pandemia arrinconaba en las portadas la situación económica: 2021 se despedía con una inflación que entonces se calificaba como desbocada, del 6,5% interanual, con los precios de la energía disparados. El último mes, los ciudadanos pagaron el kilovatio hora a 242 euros de media y el litro de gasolina 95 costaba 1,5 euros.
Si se atiende al aspecto sanitario, la situación es hoy, sin duda, mucho mejor, y solo hace falta comprobar el número de hospitalizados por covid en Cantabria: 33 frente a los 104 de entonces, justo en el inicio de la ola con más contagios. Pero que no haya tanto covid no quiere decir que no haya mucho trabajo. «Ahora estamos con la triple epidemia: covid, gripe y VRS (Virus Respiratorio Sincitial)», explica Reinhard Wallmann, director general de Salud Pública. «Los virus respiratorios tienen ventaja en invierno y crean ondas, pero durante la pandemia, con el uso de la mascarilla, estos no triunfaban y dejamos a la población durante dos años sin estar expuesta a ellos y no se infectaba. 2022 ha sido su año: influenza en abril y luego, en septiembre, una ola de gripe, que nunca se había visto. Al sistema inmune se le había olvidado lo que es la gripe y lo tenía muy fácil».
Para Wallmann, 2022 es el año en que se tomó la decisión de eliminar las restricciones. «Vimos que al final Ómicron era la variante que necesitábamos para generar inmunidad natural, y a su vez nos permitía soltar las riendas al tigre. España asumió bastante riesgo: fue el primer país de Europa que dejó de rastrear contactos estrechos, de hacer test a los menores de 60 años, de registrar los contagios...».
Para los hosteleros, especialmente, el fin de 2022 será mucho mejor que el de 2021. «La gran diferencia es que en 2021, justo cuando iba a empezar la época más fuerte, llegaron las restricciones», recuerda Francisco Agudo, presidente de la Asociación de Hostelería. «El año pasado, cuando se acercaban las Navidades, éramos muy optimistas de cómo íbamos a trabajar, pero volvimos con las medidas: estábamos con el pasaporte covid y mucho miedo en las celebraciones, se cancelaron muchísimas. Todo se nos vino abajo».
«Ahora, por el contrario, estamos muy satisfechos de cómo está marchando todo, a nivel de restauración sobre todo: se está trabajando bien, las comidas de empresa están funcionando bien... Solo hay un detalle, y es que en estas fiestas nos coinciden Nochebuena y Nochevieja con dos sábados, con lo que se pierde algo en el tema de restaurantes. En cuanto a los alojamientos, esta próxima va a ser una buena semana, sobre todo en Santander capital, que tiene más capacidad hotelera: se está volviendo a algo que ya había empezado años atrás, a que la última semana del año aumente el número de turistas, un turismo más familiar».
Deja de lado, aunque no lo olvide, el encarecimiento generalizado de todos los suministros para el sector, un problema menor en comparación al que suponían el coronavirus y sus consecuencias hace un año. «En general, por nuestra parte estamos contentos: se ve en la calle que la gente tiene ganas de salir», resume Agudo.
No comparte ese optimismo el presidente de CEOE-Cepyme en Cantabria, Enrique Conde. «Económicamente, estamos peor que la Navidad pasada, aun con las restricciones: los principales bancos han endurecido su política monetaria y de créditos para luchar contra la inflación, y eso influye en la capacidad de financiación de las empresas y en su crecimiento. Es una situación nada halagüeña para la economía».
En la región, la alegría va por barrios. «La situación es algo mejor en algunos sectores, pero preocupante en otros. En CEOE creemos que así como 2022 ha sido un año bueno en general para el sector servicios, especialmente para el vinculado al turismo, en otros sectores hay una preocupación brutal, fundamentalmente en las industrias que más dependen de la energía, las electrointensivas y carbointensivas: hay una dependencia total y se necesita una reacción inmediata y con medidas de apoyo», apunta el representante de la patronal cántabra.
«Hay tres aspectos en los que, ahora que termina el año, estamos peor que en 2021: primero, la incertidumbre desde las instituciones, por la falta de una hoja de ruta; segundo, la inseguridad jurídica y normativa que estamos viendo y que emana de los poderes públicos, y, tercero, la visión negativa que a menudo se da de la empresa y de la actividad económica desde diferentes sectores de la política. Hay que decir, además, que hay una parte de la economía y del empleo que está dopada con el empleo y los fondos públicos, creando una realidad artificial».
Juan Carlos Zubieta, catedrático y sociólogo de la Universidad de Cantabria, pinta una realidad con luces y sombras: «Cuando nos paramos a pensar en cómo estábamos hace dos años, y también el año pasado, concluimos que sí, que estamos mucho mejor. Pero el cielo no está despejado».
«Desde el punto de vista sanitario el panorama actual es mucho mejor», apunta el sociólogo, aunque, por otra parte, «se comprueba que el sistema sanitario no funciona correctamente: faltan profesionales, los servicios de Atención Primaria están desbordados, en muchos servicios, para muchas patologías, las listas de espera se incrementan...». «La conclusión es clara: es preciso desarrollar una política sanitaria más eficiente; hacen falta más recursos personales y materiales; es necesaria una mejor planificación».
También en el campo económico se da una de cal y otra de arena. «Después del paro generalizado de la actividad económica durante los meses más duros de la pandemia, la producción y el consumo se están recuperando», señala Zubieta. Pero el conflicto bélico-político originado por la invasión rusa de Ucrania también afecta a la economía. «En primer lugar, en los precios de la energía y de muchas materias primas, que influyen en la inflación y repercuten en la vida cotidiana de los ciudadanos. La inestabilidad internacional produce falta de confianza y eso lleva a que se aplacen inversiones y actividades económicas. Hoy se vive peor que hace un lustro; los responsables de los Bancos de Alimentos y de organizaciones como Cáritas lo subrayan: a sus dependencias acuden más personas a pedir ayuda».
Tampoco ayuda la situación política en el país, marcada por la polarización y el enfrentamiento constantes. «De nuevo, la inestabilidad influye en la economía, y la falta de actividad se traduce en paro, precariedad laboral y empeoramiento de las condiciones de vida de la gente», concluye Zubieta.
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