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A Mykola y a Natalia Boiko les tiembla la voz mientras relatan los cuatros días de «terror» que han tenido que padecer en un viaje que les ha llevado desde Ucrania hasta Cantabria. No pueden evitar las lágrimas al recordar una historia que marcará para ... siempre sus vidas: «Hemos pasado mucho miedo», expresan. Y empiezan a contar cómo dos días antes de la invasión rusa «nos montamos en un coche para escapar de Ucrania y emprendimos un largo trayecto hasta llegar a Castañeda», donde reside desde hace seis años uno de sus hijos, Oleksandr. Junto a este matrimonio, su otro hijo, su nuera y su nieto emprendieron un camino para tratar de dejar atrás el horror de la guerra. Más de 3.400 kilómetros atravesando Polonia, Alemania, Bélgica, Francia y, finalmente, España.
Hace un mes, Oleksandr Boiko relató a El Diario Montañés la preocupación que tenían sus padres ante una posible invasión rusa. 26 días después se ha reunido con ellos. Besos, abrazos. Emoción. Y, por supuesto, pena. Mucho pesar por lo que está ocurriendo, por los amigos y familiares que aún siguen allí. Y preocupación, temor.
Sus gestos (ellos no hablan español y es su hijo quien actúa de traductor) muestran «la ira y frustración» que sienten por «la destrucción de nuestro país y por no poder hacer nada para cambiarlo». «No nos podíamos imaginar que en el siglo XXI sucediera algo así», cuenta Natalia, muy afectada. «Estamos con nuestros hijos y nuestros nietos, pero todos los días dudamos de si tomamos la decisión correcta», dice mientras su marido la abraza para tratar de reconfortarla.
Natalia Boiko | Refugiada ucraniana
Durante el trayecto hicieron tres paradas. «Queríamos llegar lo antes posible, pero nuestro nieto tiene 6 años y necesitaba descansar». Un camino largo en el que los interrogantes no les abandonaron. «Pensamos en darnos la vuelta. Es durísimo tener que abandonar tu casa». Pero, asesorados por su hijo, consideraron que con casi 65 años «no íbamos a poder luchar como jóvenes y no podíamos aportar nada».
Ellos dicen que han decidido contar su historia para compartir su dolor con todos sus compatriotas. «Hay niños naciendo en refugios; un amigo nuestro, viviendo en un hospital porque han bombardeado su casa... Se me rompe el corazón», dice Natalia. «Nuestro país es muy bonito, muy verde y vemos por la televisión que lo están destrozando y convirtiéndolo en una ruina», añade Mykola. Precisamente por eso, tienen claro que quieren regresar a Ucrania. «Nuestro mayor deseo es volver, aunque sea a reconstruir todo lo destruido y a despedir a los que nos han dejado en el camino».
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Pero son realistas. Y no ven cerca el final de la guerra. «Ayer por la noche bombardearon Zaporiyia, una estación nuclear seis veces más grande que Chernóbil... Los rusos no tienen límite». Este dato es muy significativo para la familia Boiko, porque Oleksandr nació el año en el que se produjo «la catástrofe» y Myloka trabajaba muy cerca del lugar en el que sucedió el accidente nuclear. «Quieren repetir la misma historia de Chernóbil, pero a lo grande».
Mykola Boiko | Refugiado ucraniano
Ellos creen que el motivo de la guerra, «aparte de que Putin no está bien psicológicamente», es la democracia ucraniana. «Deja en mal lugar a los rusos y le amenaza a él directamente porque es un dictador», indica Mykola. «No le interesa tener al lado a un país desarrollado. Quiere tenernos bajo su poder y expandir su imperio».
Desde su llegada a Cantabria están buscando un hogar y, mientras, viven todos juntos. «Somos diez personas en casa», dice Oleksandr. Están «muy agradecidos» con la solidaridad de los cántabros y, en general, de todos los españoles en estas últimas semanas. Aunque reconocen que también han tenido malas experiencias. «Fuimos a visitar un piso y nos echaron para atrás por ser refugiados ucranianos. Nosotros no pretendemos vivir gratis, podemos pagar un alquiler, pero no sabemos exactamente el tiempo que nos quedaremos», explican. Desean que sea poco, «porque eso significará que la guerra, por fin, ha terminado».
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