
La «destreza» de surcar la bahía con viento sur
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Los trabajadores de Los Reginas relatan cómo en otras ocasiones la fuerza del mar «casi destroza el barco»Secciones
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Los trabajadores de Los Reginas relatan cómo en otras ocasiones la fuerza del mar «casi destroza el barco»Ningún mar en calma hizo experto a un marinero. Eso es lo que dice el refrán y lo que Saúl Rivas, patrón a cargo de la embarcación de Los Reginas, corrobora. «Trabajo aquí desde hace diez años y he vivido muchas suradas. Infinidad de ellas. Son muy comunes por estas fechas. Y la de la última semana no ha sido la peor ni de lejos», dice sin separar los ojos del mar. El mismo mar que, hace tres días, estaba «completamente embravecido» y que obligó a suspender sus servicios durante cuatro horas. El Diario acompaña a la tripulación de las 'pedreñeras' desde Santander hasta Somo en una jornada «mucho más tranquila» que la de días atrás pero con fuerte corriente.
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El reloj marcaba las 12.00 horas y la lancha partió hacia su primer destino: Pedreña. A pesar de que el flujo de usuarios suele reducirse cuando termina el verano, el buen tiempo y las altas temperaturas de este otoño propiciaron que gran parte de los pasajeros que se subieron ayer al barco fuesen turistas. Y casi todos se sentaron en los bancos de dentro. «Hace mucho frío fuera», dice Michelle, una joven colombiana que está pasando unos días en la región, mientras saca de la mochila un fular para ponérselo por encima.
De hecho, la puerta que conecta el exterior con el interior de la embarcación cuesta abrirla más de lo normal por la corriente. Aun así, hubo algún valiente que se atrevió a sentarse en el lugar más cercano a la proa para apreciar la Bahía de Santander en todo su esplendor. Una acción que puede parecer «una tontería» pero que, en los días en los que el viento sopla muy fuerte, es preferible evitar.
Lo dice Sonia Viota, una de las taquilleras de Los Reginas, a la que le ha tocado lidiar a lo largo de los años con muchas rachas de suradas. «Cuando hace viento tenemos mil ojos. No podemos perder de vista a a los pasajeros. Nunca lo hacemos, pero en estas circunstancias el control es aún mayor. Especialmente por las personas mayores y los niños pequeños que tienen más riesgo de precipitarse».
Viota recuerda «como si fuese ayer» un episodio que vivió justo antes de la pandemia y que le marcó especialmente. «Fue impresionante». El viento sur azotaba la bahía y la mareaba estaba muy alta. Este último es un factor condicionante ya que las ruedas que protegen el casco del barco pueden sobrepasar el nivel del mar y el casco choca contra la pared. «La embarcación se soltaba del amarre y se salía del muelle y casi se destroza el barco. El patrón tuvo que saltar hasta la cabina y sorteó la situación como pudo. Por suerte no había pasajeros».
SAÚL RIVAS
Patrón
RAFAEL BEDIA
Administrador de Los Reginas
Sonia Viota
Taquillera
Los viajes de ayer fueron mucho más sosegados. No hizo falta hacer uso de la biodramina – un medicamento de prevención y tratamiento del mareo– para disfrutar del paseo. Pero seguro que la semana pasada si que la tomó más de uno. Y es que, con este tipo de fenómenos climatológicos, el malestar por el movimiento del mar ha llegado hasta la cabina. «Aquí es más difícil marearse. Pero alguna vez me ha tocado», cuenta Saúl, que reconoce que en estas fechas «se suele complicar la cosa bastante y el barco se mueve muchísimo».
Eso de que el mar es «imprevisible» y que puede estar apacible y bravío al mismo tiempo lo sabe muy bien Rafael Bedia, administrador de la empresa Los Reginas. A pesar de que están «acostumbrados» a estas rachas de viento, que son muy comunes durante los meses de octubre, «siempre tratamos de buscar la manera de solventarlo para no interrumpir el servicio, con destreza y empeño. Si la marea está baja no suele haber problemas, cuando sube se complica más», añade.
Los pasajeros que se subieron en Somo con destino Santander fueron más precavidos y ya llevaban la ropa de abrigo puesta. La ventolera cada vez era más intensa y el agua del mar chocaba contra el casco de la embarcación salpicando la proa. Por eso, ya apenas quedaban usuarios en el exterior. Al llegar a Santander, Gabriel, otro de los taquilleros, advirtió a los pasajeros de que tuviesen cuidado al bajarse ya que podían resbalarse. Aun así, como hace de costumbre, les tendió la mano «para evitar desgracias».
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