¿Nos dicen la verdad?

Las primeras estimaciones del impacto del incremento del IRPF para las rentas altas que ahora se negocia indican que serían poco menos de un 0,26% los cántabros afectados de los que hacen la declaración de la renta tanto si se opta sólo por elevar el gravamen sobre los rendimientos de trabajo o actividad económica como si se extiende a las rentas de capital. Son estos últimos casos donde están gran parte de los ingresos extraordinarios que podrían conseguirse con estas subidas pero ¿los tocarán?

Todo esto nos remite a algo común en el debate sobre impuestos y es, en primer lugar, que el simplificar subirlos o bajarlos fuese fácil de entender como el fútbol, pues la complejidad técnica es más que evidente ante cambios en hecho y base imponible/liquidable, deducciones, cuotas, recargos, etc. Y, en segundo lugar, se banaliza qué son rentas altas frente a las medias o bajas (¿es el umbral 150.000 o 60.000 euros? o ¿todo es según el color del cristal con que se mira?). Uno no se opone a subir la presión fiscal a rentas altas pero ¿qué otras ideas hay?

Si se mantienen fijos los tramos autonómicos, el tipo medio aplicado en el país para las rentas altas podría elevarse a más del 50% (en Cantabria se situaría en el 52%) aunque no es de recibo que la financiación de nuestras cuentas públicas siga basándose en un incremento continuo a todo el mundo de impuestos y deuda que sólo traslada dicho problema a nuestros hijos/nietos. ¿Cuándo hablamos del fraude fiscal?