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. «Las playas de Los Peligros y La Magdalena se estabilizarán con dos espigones». Ese era el titular que en mayo de 2009 publicaba El Diario Montañés, al día siguiente de que el Ministerio de Medio Ambiente confirmara su intención de poner en marcha la ... maquinaria administrativa que debía culminar en la realización de una de las actuaciones más demandadas por el Ayuntamiento de Santander al Estado. Diez años después de que comenzara a hablarse de una obra llamada a impedir que los temporales y la dinámica marina arrasen cada invierno con esta zona del litoral, Costas reservaba 90.000 euros para la licitación de la redacción del proyecto. Faltaban decenas de trámites e informes, hasta que las máquinas llegaran en enero de este año o hasta la paralización provisional a finales de septiembre por parte del nuevo equipo que llegó al ministerio tras la moción de censura, pero la rueda había empezado a girar.
Así, el Estado desarrolló la solución propuesta entre las 10 analizadas por el Instituto de Hidráulica de Cantabria (IH) para consolidar la zona de baño en una franja en la que antes de la intervención humana sólo había unas calas minúsculas repletas de roca. Cabe destacar que no fueron los expertos de la institución los que dieron la voz de alarma y avisaron de la necesidad de intervenir, sino que tan solo realizaron el estudio que el Consistorio les había pedido. La inversión resultante ascendía a unos 2,1 millones de euros, pero evitaba tener que realizar los rellenos anuales de arena que comenzaron en 1972 y que configuraron la fisonomía actual de La Magdalena y Los Peligros.
El Ministerio de Medio Ambiente, entonces en manos del PP, como el Gobierno municipal, hizo caso a las recomendaciones del IH. Porque el instituto, además de poner sobre la mesa diez alternativas diferentes, exponía los motivos por los que una de ellas era mejor que el resto. Los criterios utilizados eran conseguir que la actuación fuera lo «más respetuosa» posible con el entorno y la eficacia para conseguir el resultado deseado:que las inclemencias no afectaran a la arena de las playas y que esta permaneciera estable sobre el terreno todo el año sin necesidad de realizar rellenos periódicos.
Se trata del primero de los gráficos que acompañan esta información y sobre esta alternativa hablaba en marzo de 2015 César Vidal, promotor junto con Raúl Medina del concienzudo estudio del IH: «Es la mejor opción que existe. Se estudiaron muchas posibilidades, pero esta tiene un impacto ambiental muy bajo». También confirmaba que, tanto económica como ambientalmente, los diques eran mucho más eficaces que los rellenos que se han venido desarrollando desde 1972 hasta el año pasado.
El escenario que dibujan sus proyecciones es que, de no hacer nada, las playas desaparecerán casi por completo con marea alta en cinco años. En sus trabajos, Vidal y Medina no defendían que había que actuar necesariamente, pero sí que habría que hacerlo si se quería mantener las playas. La otra opción era dejar que la naturaleza actuara y se volviera la situación que existía hace un siglo:unas playas diminutas e inestables que en invierno son inaprecibles. Eso sí, tanto por escrito como en distintas intervenciones públicas los técnicos han reconocido que, aunque los espigones no son dañinos desde el punto de vista ambiental y que mover arena anualmente con los rellenos causa más perjuicios a la flora y la fauna marina, sí existe un impacto paisajísitico. Donde antes no había nada, de concluirse la obra –el secretario de Estado de Medio Ambiente en Madrid dijo a la alcaldesa Gema Igual que estaban esperando nuevos informes para tomar una decisión sobre su futuro– aparecerán dos diques.
El primero, casi finalizado, es el del Balneario de La Magdalena, formado por dos brazos. El que se sitúa sobre el pantalán que existía en la actualidad con una longitud de 140 metros y uno cruzado 30 metros para poder dotar a la zona de la playa frente al muro del Campo de Polo de la suficiente anchura de playa seca. Falta por concluirse si así lo decide el departamento que dirige Teresa Ribera el adyacente al promontorio de San Martín, de 120 metros e integrado en una superficie elevada de tierra y una continuación de una parte sumergida de 100 metros.
Había alternativas, que ofrecían variaciones puntuales menos eficaces para lograr el objetivo final sobre este modelo. Otras eran más radicales, como un dique exento, y otras meras propuestas teóricas que, de haberse llevado a cabo, habrían sido «auténticas burradas», como la de continuar el espigón de Bikinis (infografía 2) que crearía allí una macroplaya o un espigón desde La Magdalena hasta la misma isla que formaría un arenal similar al de La Concha de San Sebastián en Bikinis, pero que no tendría efectos sobre las otras dos playas.
Además de contar con el apoyo del IH, el Ayuntamiento de Santander y el anterior equipo de Medio Ambiente, esta opción también fue la respaldada por la ciudadanía. En 2008 se realizó una encuesta en la que el 91% de los entrevistados se posicionó a favor de desarrollar una obra y el 48% a que fuera la actuación que finalmente salió adelante, mientras que un 25% defendía la del dique exento.
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