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Con la nueva Ley de Educación en fase de implantación, y un contexto social marcado por cambios «cada vez más rápidos y profundos», como ha constatado la pandemia, las aulas se han convertido en espacios de convivencia donde, más allá de lo académico, la enseñanza ... se enfrenta a retos acuciantes como es la implantación de las nuevas tecnologías y las consecuencias que su uso trae consigo derivadas, pero también una nueva sensibilidad hacia las estructuras sociales, con valores como la equidad, la inclusión, la igualdad de género o la gestión emocional de los conflictos. Para hacer frente a dichos retos se realizan los cursos de formación al profesorado, una iniciativa contemplada por la Ley Orgánica de Educación: este pasado miércoles ha visto la luz el nuevo Plan Regional de Formación Permanente del Profesorado para el periodo 2021-2025.
El documento surge de grupos de trabajo (constituidos en 2019) formados por representantes de los sindicatos, asesores de formación, directores, asesores técnicos docentes e inspectores, organizados por temáticas. En el último año, medio millar de docentes participaron en alguno de los cursos propuestos por el anterior Plan 2015-2019 (con una moratoria para el año 2020). Ahora, el nuevo plan «actualiza» prioridades, incide directamente sobre las competencias digitales y el área emocional y social, con capítulos dedicados a la formación en materia de equidad, de igualdad de género y atención a la diversidad y convivencia, pero también en nuevos métodos de aprendizaje. Esas son las claves de este nuevo instrumento que pretende, a través de la convocatoria de cursos, seminarios o talleres, «dotar a los docentes de herramientas para dar respuestas a las nuevas necesidades que surgen del contexto social y del tipo de alumnos que recibimos», tal y como explica Javier Barbero, director del Centro de Profesorado (CEP) de Torrelavega.
avier Barbero | Director del Centro de Profesorado de Torrelavega
Con el nuevo plan en vigor, está previsto que participen medio millar de docentes este curso, una cifra similar a la del ejercicio anterior y que ha ido creciendo progresivamente. Cuando hace veinte años Cantabria empezó con los primeros cursos en materia de educación emocional (a través de programas con la Universidad de Cantabria y desde hace una década con la Fundación Botín), apenas eran «unos pocos», como recuerda Carmen Pando, profesora de Historia en el IES Foramontanos, en Cabezón de la Sal. Lleva 33 años en activo, y afirma que habrá participado en más de quince cursos desde que está en activo. ¿Por qué esa asiduidad? Si bien estos talleres sirve como cómputo de horas lectivas o para promoción de los interinos, desde los CEP advierten una respuesta «cada vez mayor» a las convocatorias. Sólo Torrelavega, por ejemplo, propuso el año pasado 77 cursos, con una media de 20 o 30 personas: «La participación ha crecido muchísimo y es más rigurosa», admite Barbero, al frente del centro del Besaya desde 2019. Desde la Consejería de Educación también lo perciben. «Los propios docentes son conscientes de la necesidad de estar continuamente formándose, tanto para estar al día de las actualizaciones científicas en sus respectivas especialidades, como en las innovaciones que se producen en el ámbito de la práctica docente. Son ellos quienes demandan este tipo de actuaciones y es muy habitual que las peticiones para participar superen las plazas ofertadas», afirma la consejera, Marina Lombó.
Carmen Pando | Profesora del IES Foramontanos (Cabezón de la Sal)
¿Qué lleva a los profesores a sentarse en el pupitre? «Queremos desarrollar entre el alumnado más habilidades sociales y emocionales, sobre todo ahora, después de la pandemia, y por eso estamos deseando formarnos en cursos que nos den estrategias para ver cómo abordar estos temas, porque a veces no sabemos», explica Carmen Pando. «Nos encontramos niños desmotivados, con miedo a ponerse enfermos o a qué será de ellos en dos años, y espero que este Plan de Formación nos presente instrumentos y estrategias para poder abordarlo de forma eficaz». El objetivo es seguir profundizando la formación, principalmente en dos ámbitos, dice Lombó: «El desarrollo de prácticas docentes y curriculares desde una concepción competencial para promover una educación inclusiva, equitativa e integral, y la competencia digital».
Ante los cambios sociales, tecnológicos e incluso legislativos (la nueva Lomloe, la futura Ley del Juego o las directrices de la Unión Europea), las aulas son el reflejo de esos vaivenes: «Esta actualización no es sólo deseable, sino imprescindible para la innovación del sistema educativo cántabro y hacer de él un ámbito moderno, inclusivo y preparado para dar respuesta a las necesidades actuales, de ahí que cada formación realizada por los docentes repercuta directamente en el alumnado», dice Lombó.
Marina Lombó | Consejera de Educación y Formación Profesional
«El nuevo Plan Regional de Formación Permanente del Profesorado lo define la palabra 'actualización'», dice también Barbero, quien apunta una particularidad: el peso que gana la competencia digital, con un capítulo propio, entre los ocho que contiene (gestión, organización y planes en los centros; práctica docente y metodologías de aprendizaje; competencia digital; competencia lingüística; equidad, inclusión y atención a la diversidad; convivencia escolar; coeducación e igualdad de género, y apertura a la comunidad y participación escolar), ante la importancia que ha supuesto su uso durante la pandemia, pero también como herramienta de socialización entre los alumnos, con los riesgos, pero también oportunidades que supone. «Nuestros planes de formación específicos surgen de necesidades que recibimos en los centros», explica Barbero, desde el CEP de Torrelavega: «En junio, a raíz de la pandemia, hubo un crecimiento exponencial de peticiones relativas a las Tecnologías de la Información y las herramientas digitales para el aula. Es lo que más han demandado los docentes junto con las relativas a la convivencia escolar».
La Comisión Regional para la Formación Permanente del Profesorado (formada por la Consejería de Educación, organizaciones sindicales con representación en la Junta de Personal Docente, la Universidad de Cantabria, la UNED, la Federación de Padres de Alumnos y los directores de los tres centros de profesores de Santander, Torrelavega y Laredo) aprobó el pasado miércoles el nuevo plan, que contempla también formación específica en materia de acoso y malos tratos en el ámbito de los centros docentes, así como también en prevención, detección y actuación frente a la violencia contra la infancia.
Al principio no había nada, así que cuando Carmen Pando empezó su carrera como profesora, buscaba en libros de expertos en educación emocional las respuestas que necesitaba para enfrentar los retos que encontraba en el aula. Y no se refiere a los retos académicos, los que cuantifican el porcentaje de suspensos o de dieces con el que se «juzga» el trabajo de un profesor, sino a un aula en el estado mental y anímico del grupo: ¿Cómo se enseña si la disposición no está? ¿Qué puede hacer un docente ante el aislamiento o la desigualdad, ante el peso de la imagen en las redes sociales o los trastornos alimenticios? «Sin educación emocional, no puedo explicar la Revolución Francesa ni nada», dice esta profesora de Historia en el IES Foramontanos.
«Si entro en una clase y les voy a explicar el mecanismo de multiplicación o las causas de una revolución, y veo a un alumnado ausente, apático y no intento acercarme a él o crear un vínculo afectivo y de comunicación, los aprendizajes no van a llegar por mucho que yo se lo explique», insiste. «Trabajar esa asertividad hará que el ambiente en el aula fluya y se transmitirá mejor, sobre todo, eso que tanto nos preocupa como es el rendimiento académico. Parece que lo importante son las cifras», lamenta Pando. «Se nos valora por porcentajes de aprobados, pero nuestro reto es motivar a los alumnos a que sigan aprendiendo».
Cuando estalló la pandemia, Cantabria fue pionera a nivel nacional en la redacción de un manual para docentes que fijaba las líneas de actuación en un contexto inédito, con la enseñanza online y todas las problemáticas añadidas. Cómo son las aulas tras la pandemia y qué retos enfrentan los docentes tras estos veinte meses en los que ha cambiado todo son algunas de las cuestiones que el nuevo Plan Regional de Formación Permanente del Profesorado 2021-2025 va a enfrentar.
«La pandemia nos ha hecho ver problemas que si bien antes existían, ahora son más evidentes: ahora vemos al alumno más sensible, algunos tienen miedo a ponerse enfermos, tienen miedo a que nos encierren otra vez en casa, y los problema de desmotivación o de estructuras familiares y personales son más latentes», dice la profesora. «Estamos deseando formarnos en cursos que nos den estrategias para ver cómo abordar estos temas, porque a veces no sabemos».
En definitiva, está ganando peso lo social: «Creo que los cursos están adecuados a la realidad social, a hacernos ver que tenemos que dar prioridad a esto, a la asertividad, a la empatía, a una educación más integradora, con el fin de crear un alumnado con más habilidades sociales. Y para eso hay que formar a los profesores», explica Pando. «Y sobre todo, que no nos dé miedo llevarlo a la práctica», concluye.
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