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En las escaleras de Ajuria Enea, mientras decenas de fotógrafos inmortalizaban la imagen de los cuatro presidentes del Norte escoltados por sus consejeras de Presidencia –todas mujeres–, Miguel Ángel Revilla se giró hacia Íñigo Urkullu y se interesó por el estado del árbol de Guernica ... situado delante de ellos. Es un retoño, le dijo el lehendakari vasco, de aquel mítico roble fallecido hace 18 años y que simbolizaba las libertades tradicionales de los vascos. No dio tiempo a mucha más explicación. Ambos se giraron y, acompañados por sus homólogos de Asturias y Galicia, Adrián Barbón y Alfonso Rueda, respectivamente, entraron en la residencia oficial de Urkullu. Ya habían conseguido uno de los objetivos clave de la cumbre celebrada ayer en Vitoria. La escenificación del bloque territorial. La fotografía de la unión de las cuatro comunidades para hacer un frente común en España y en Europa. No solo por los trenes, pero sobre todo por los trenes.
Hasta ahora, las autonomías del Norte habían hecho la guerra cada una por su lado para ser incluidas en el Corredor Atlántico, esa red europea de infraestructuras ferroviarias que no solo abre un continente entero a la alta velocidad de pasajeros y mercancías, sino que recibe una suculenta financiación de Bruselas para sacarla adelante. Cantabria y País Vasco, juntos, estaban peleando por el proyecto entre Santander y Bilbao y, por extensión, de toda la 'Y' vasca. Por su lado, Galicia, Asturias y Castilla y León se habían aliado para promover su propio trazado interior en dirección a la Meseta. Tras la cumbre de este lunes en Vitoria, el frente será uno solo porque los enemigos son comunes: el giro de Bruselas –y de su dinero– hacia los países del Este, y la escasa voluntad política de Francia por conectarse por tren con España. Una deriva peligrosísima para los intereses tanto del Corredor Atlántico español como del Mediterráneo. La única salida hacia Europa es por los Pirineos. Y al otro lado no están encontrando un amigo en el Gobierno de Emmanuel Macron.
Francia había prometido que sus tramos del Corredor Atlántico estarían acabados en 2030. Pero ahora el Ejecutivo galo ha cambiado de opinión y ha anunciado su intención de retrasar hasta al menos 2042 el tramo Burdeos-Dax que conectará con la 'Y vasca'. Y ni siquiera se menciona cuándo llegará a Irún. Una noticia que provocó la reacción inmediata de los afectados y principal motivo de la reunión organizada por el lehendakari.
Lo que demandan los cuatro líderes autonómicos es que tanto el Gobierno de España como la Comisión Europea fuercen al Ejecutivo de Macron a que cumpla con los compromisos asumidos: todo el trazado que transcurre por territorio francés debe estar hecho antes de una década.
Revilla explicó que «nos encontramos ante el tapón de una Francia que no tiene entre sus objetivos prioritarios una conexión con el sur», manteniendo una posición «autárquica y denunciable» que, además «va en contra de los planteamientos de Europa, que apuesta por fomentar el ferrocarril para reducir el uso del vehículo y los combustibles fósiles. Por ello, defendió que desde la UE y desde el Gobierno de España «hay que forzar al de Francia y no permitir que un país se salte» lo marcado desde Europa. El presidente cántabro destacó el avance de las obras para que el AVE llegue a Santander desde la Meseta, pero «el gran objetivo» de Cantabria es ahora el tren con Bilbao para no tener que «bajar a Madrid para volver» hacia arriba en dirección a Europa. «No hay nadie que lo pueda poner en duda mirando el mapa», sentenció.
Urkullu también censuró los «retrasos e incumplimientos» por parte del Gobierno español. En este contexto, reclamó que la Comisión Europea y el Ejecutivo de Pedro Sánchez «hagan todos los esfuerzos para que la fecha de 2030 sea una realidad, también en Francia». Lejos de quedarse solo en una pataleta o una reclamación esporádica, los cuatro territorios adoptaron ayer acuerdos para que su unión se mantenga en el tiempo y tenga la máxima influencia política posible.
La primera, constituir formalmente un foro de presidentes autonómicos que se reunirá anualmente y que también se extenderá a los agentes sociales y económicos para fortalecer la comunicación y compartir experiencias. Barbón sí quiso dejar claro que esta alianza no pretende, en ningún caso, sustituir a la Conferencia de Presidentes, la reunión anual del presidente del Gobierno central con todos los responsables autonómicos.
Una de las tareas prioritarias de este nuevo foro será aprovechar la presidencia española de la Unión Europea, en el segundo semestre de 2023, para constituir una macrorregión atlántica que actúe como lobby en los despachos de Bruselas.
«Corremos el riesgo de quedar fuera de foco en la toma de decisiones estratégicas de Europa», avanzó Urkullu ante lo que considera un traslado del eje de decisión de las políticas europeas hacia el Este por la incorporación de nuevos países al grupo de los 27. Por eso, la propuesta es crear una «macrorregión en defensa de nuestros intereses». Desde 1989, las regiones del Arco Atlántico de Portugal, España, Francia e Irlanda ya constituyen grupos de trabajo en distintas materias, pero ahora quien formalizar este lobby para tener presencia permanente en foros europeos y nacionales, como fue la reciente cumbre España-Francia.
Esta idea no es nueva. Hace dos años, Cantabria ya llevó el proyecto de una macrorregión atlántica al Comité de las Regiones en Bruselas. Fue la primera vez que la comunidad conseguía unanimidad en la aprobación de un dictamen en Europa.
Lo que sí han querido dejar claro los presidentes es que este Corredor Atlántico no tiene «ningún afán de competencia» respecto al Mediterráneo, que, a su juicio, no «resta» sino que «suma», ya que solo demandan que ambos proyectos avancen «en paralelo».
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