Emergencias lanza un SOS a la ciudadanía para preservar su capacidad de respuesta

De acuerdo con los datos recopilados por el gabinete de comunicación del 112, el año pasado se recibieron en su centro coordinador 317.964 llamadas que derivaron en 80.012 intervenciones. La cuarta parte (18.731) se produjeron en julio y agosto y 182 fueron operaciones de rescate en las que se requirió la intervención del helicóptero del Gobierno regional, el Delta Romeo, que llegó a participar en un total de 182 salvamentos en la montaña (105), en la costa (71) e incluso en terrenos de práctica espeleológica (6). En esos operativos, de mayor o menor riesgo, fueron izadas a bordo 176 personas: 72 ilesas, 53 heridas leves, 41 heridas graves y diez ya fallecidas. A estos hay que sumar, además, los otros 136 rescates que realizaron en 2023 los efectivos de los seis parques de bomberos que el Servicio de Emergencias de Cantabria, el Semca, tiene repartidos por la provincia.

Si bien son cifras no solo similares a las del ejercicio anterior sino perfectamente asumibles, los servicios de emergencias sospechan que se avecinan tiempos en los que, de no mediar un cambio de comportamiento general, los nuevos modelos de veraneo, las nuevas formas de entretenimiento y las nuevas condiciones en que todo esto se está empezando a producir podrían comprometer seriamente su capacidad de respuesta.

«En los últimos años, Cantabria se ha convertido en un destino preferente para muchos veraneantes que llegan al norte huyendo del calor sofocante del sur», explica Samuel Ruiz, director del Servicio de Emergencias 112. «Las cifras nos lo muestran así. En Noja, por ejemplo, la población se multiplica hasta por 50, y en otros municipios, como Laredo, Isla o Ajo, por diez», añade. «Y, claro, cuanto mayor es el número de personas, mayores son las posibilidades de que se produzca una incidencia», dice el director del 112. «Si a ello añadimos la proliferación de las actividades al aire libre, sobre todo tras la pandemia del covid-19, y que nuestra comunidad autónoma dispone de los mejores escenarios para practicarlas todas, porque tenemos playas, montañas, ríos, cuevas..., hay de todo, nos encontramos con que esas posibilidades son muy elevadas», subraya Mónica Escobedo, directora general de Seguridad y Protección Ciudadana.

Ninguno de los dos oculta su preocupación por los datos recogidos del 13 de abril porque ninguno de los dos, ni Ruiz ni Escobedo, se cree que aquel día ocurrió algo que no pueda repetirse si los políticos y los ciudadanos no prestan la mínima atención. Unos, para escuchar las voces de los responsables de las emergencias pidiendo refuerzos ante el exponencial aumento de la población a la que deben proteger. Y otros, para entender de una vez que las imprudencias se pagan y que, a veces, se pagan al elevado precio de la vida.

Bien lo saben Javier Odriozola, técnico de Protección Civil y miembro del equipo del helicóptero del Gobierno de Cantabria, y Fernando Castanedo, bombero y jefe del Parque de Emergencias de Laredo, admirados como dos de los rescatadores más experimentados de toda Cantabria, donde sus respectivas unidades desempeñan un papel decisivo a la hora de proteger a cualquier persona que, por la razón que sea, esté en una situación crítica. Ninguno niega que su actividad se ha incrementado considerablemente en estos últimos años ni que de ese aumento están participando directamente la mala planificación, el desconocimiento y la irresponsabilidad.

Llegado en el año 1988 para atender las operaciones de salvamento desde el aire, el Delta Romeo, que lleva las iniciales de la Diputación Regional porque cuando aterrizó en Parayas Cantabria no era todavía una comunidad autónoma, tiene una plantilla de veinte profesionales que se reparten las horas de manera que no quede en todo el año ni una sola por cubrir.

«En cada guardia hay dos pilotos, un mecánico, un rescatador, un operador de grúa y un médico que tienen un tiempo de respuesta máximo de veinte minutos», dice Javier Odriozola, 'Odri', que lleva 21 años de servicio. «Cuando entré tenía una melena...», precisa sonriente... y con la cabeza más bien despejada. Luego ya se pone serio para hacer un par de matizaciones en relación a este servicio. La primera, que «haga los vuelos que haga, haga un vuelo solo o haga cien, el coste del aparato es el mismo». Y la segunda, que «si bien pertenecemos al equipo aéreo, nosotros también participamos en operaciones en tierra».

Sea desde el aire o desde tierra, «estamos observando que han aumentado los rescates provocados por el 'efecto Decathlon'», que es como los especialistas definen la gran facilidad con la que una persona puede acudir a un establecimiento comercial y equiparse para la práctica de cualquier actividad al aire libre. En esos establecimientos, dice, «venden un material estupendo, pero no la experiencia que se necesita para hacer esa actividad sin sufrir algún percance serio». Y también, añade el rescatador, «hemos percibido un incremento de operaciones de búsqueda de personas que se han perdido porque su GPS se la ha jugado. Les pasa lo que a esos transportistas que se meten en calles en las que se quedan atascados», pone como ejemplo Odriozola, que, por otro lado, echa en falta «una planificación correcta» de la actividad física que se pretende desarrollar.

«Y luego están los comportamientos imprudentes, claro», añade el rescatador, que en veinte años de oficio ha visto de todo. Desde una familia madrileña que se saltó el confinamiento perimetral ordenado en pandemia y se vino a una casa rural de Miera para perderse entre la niebla antes de la cena de Nochebuena, hasta un aficionado que se quedó colgado en una vía ferrata ubicada en Ramales de la Victoria muy poco antes de las campanadas de la Nochevieja siguiente, pasando, para refrescar el relato, por las tres jovencitas con el culo al aire que 'Odri' tuvo que izar a bordo del helicóptero desde la playa nudista de Sonabia, porque las devoraba la pleamar. Un simpático rescate con el que el experto ameniza la charla antes de que esta desemboque en esos otros momentos que le hacen torcer el gesto, aquellos en los que él y sus compañeros se han jugado literalmente sus vidas para poner a salvo las de otras personas.

Propiciados o no por comportamientos poco responsables, y a pesar del debate que existe, «estos rescates no se cobran salvo que se den unas circunstancias específicas», dice Escobedo, que, en este sentido, admite que el Gobierno regional está buscando «la fórmula más adecuada para cambiar eso» e insiste en lo que ya había dicho Odriozola: «Existe un contrato con la empresa adjudicataria del servicio que contempla 320 horas de vuelo anuales y las que no se utilicen en operaciones oficiales de rescate se van a utilizar en entrenamientos», de manera que cada nuevo rescate no supone un desembolso adicional.

El repunte de las emergencias no solo se observa desde el aire. También se ve desde tierra firme, que es por donde se mueven los casi 130 bomberos que trabajan repartidos por los seis parques de emergencias que existen en la comunidad autónoma. Están en Valdáliga, Reinosa, Tama, Villacarriedo, Los Corrales de Buelna y Laredo, que es al que pertenece, y del que es jefe, Fernando Castanedo.

«Claro que se ve», reconoce. Y más aún en la comarca oriental. «Es una zona especialmente sensible porque, como ya se ha dicho, la población en verano se dispara. Pero no solo en Laredo. Se dispara en Ajo, en Isla, en Ampuero y no digamos ya en Noja». Esto, por no decir que esa franja vive a la orilla de la autovía A-8, con lo que ello implica.

«Las incidencias han crecido en casi todas sus formas», explica el bombero, que recuerda que cuanta más población hay más percances se pueden producir. «Hay más accidentes de vehículos, más rescates en ascensores, más percances de ámbito casero... y más rescates de montaña» a causa, coincide Castanedo, de ese 'efecto Decathlon' que en otros lugares también conocen como 'efecto Calleja'.

«Es una de las consecuencias de la pandemia del covid-19. A la que pudo, la gente se decantó por las actividades al aire libre y se echó al monte», explica. Algunos para perderse dentro. «Nos hemos encontrado a gente que se ha aventurado a practicar un tipo de actividad que habitualmente no practicaba y lo ha hecho, además, sin pasar por los niveles de dificultad que requería». Por ejemplo; «hemos tenido que sacar del Monte Buciero a un señor que, recién operado de la espalda, medicado y en sandalias, quería llegar al Faro del Caballo». Tenía todas las papeletas para perderse «y, obviamente, se perdió», concluye Castanedo, que pide al conjunto de la ciudadanía «una buena planificación de su actividad», «responsabilidad» y «prudencia» para evitar cualquier accidente de gravedad. «Y si por desgracia ya se ha producido, informar inmediatamente, porque, a veces, intentando salir por sus propios medios, lo único que hace uno es retrasar la llegada del rescate y complicar la operación si anochece o empeora el tiempo».