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Ser joven en Cantabria es una profesión de riesgo. Ya lo es a nivel nacional por cuestiones como el paro juvenil, o la temporalidad y las malas condiciones laborales en aquellos que consiguen tener un empleo. O por los precios del alquiler y de ... la vivienda. O por la inflación y el precio de la energía, del transporte y de los alimentos. Ocurre así en todas las Comunidades Autónomas, pero en Cantabria la situación es más complicada si cabe. De hecho, como informó este periódico hace solo unos días, es la comunidad donde peores perspectivas tienen los jóvenes a la hora de emanciparse. Porque en junio de 2023 solo el 11% vivía fuera del hogar familiar, según los datos del Informe del Consejo de la Juventud. Y porque el salario de los jóvenes cántabros es el cuarto más bajo de toda España, situándose por debajo de los 9.000 euros netos anuales.
En Cantabria, según los datos del Instituto Cántabro de Estadística (Icane), hay 109.805 personas de entre 18 y 34 años, el rango de edad en el que se incluye a los jóvenes -en la Unión Europea, en cambio, ese rango se suele aplicar entre los 15 y los 29 años-. Así que los que han conseguido independizarse son poco más de 12.000, frente a los cerca de 98.000 para los que ese paso es poco menos que imposible. El dato español contrasta con la media de la Unión Europea: si en nuestro país la media de edad para emanciparse se sitúa por encima de los 30 años, en otros como Dinamarca o Finlandia lo hacen antes de cumplir los 23.
Así lo explica Juan Carlos Zubieta, catedrático y sociólogo de la Universidad de Cantabria, quien también apunta a las principales causas de esta realidad. Por un lado, señala, la situación laboral y los ingresos económicos influyen de forma muy importante: «Si no se tiene empleo o si es muy precario y muy inestable es muy complicado hacer frente a los gastos de la vida cotidiana que implica la independencia». Por otro, también aporta un matiz positivo: «En España ha aumentado mucho el número de jóvenes que, de forma simultánea, estudia y realiza alguna actividad laboral, unos ingresos con los que pueden sufragar sus gastos personales, ayudar a sus familias o, en algunos casos, pagar el alquiler de un piso compartido». En ese sentido, Zubieta destaca que «la 'generación Sí-SÍ' -frente a los conocidos 'Ninis' ('Ni estudian ni trabajan')- está aumentando».
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La incertidumbre y la inestabilidad que genera su situación ante el mercado laboral también influyen a la hora de dar el paso de independizarse. Porque, como explica el sociólogo de la universidad cántabra, «ante los cambios laborales, ante la inestabilidad del empleo, frente al ciclo empleo-desempleo, muchos jóvenes terminan por asumir que la emancipación también es inestable».
Más allá del aspecto económico, existen una serie de factores sociológicos y culturales que explican la situación de la juventud española. El propio Zubieta las enumera, empezando por el hecho de que «la concepción de las relaciones de pareja ha cambiado y ahora son menos estables». Además, continúa, «los hijos no son una prioridad para muchos jóvenes». Todo ello explica que «muchos jóvenes no sientan la necesidad de emanciparse, de formar una pareja estable, de casarse y de tener hijos». Otro aspecto destacado es de tipo cultural: «En comparación con otros países, todavía hoy en España la familia, los padres, apoyan y protegen mucho a sus miembros». Una realidad que implica menos independencia, pero que también tiene sus ventajas, como el clásico 'vivir a mesa puesta'.
Zubieta afirma que esta situación tiene un impacto social claramente negativo. Por un lado, porque «el retraso de la emancipación es un indicador de un problema de integración social y laboral de los jóvenes; y esta falta de integración es un problema que afecta a toda la sociedad, y que provoca que esté menos cohesionada». Por otro, porque «detrás de las dificultades para la emancipación hay malestar social, hay frustración de expectativas, de sueños, significan limitaciones vitales».
Para comprender la situación de los jóvenes cántabros es necesario también analizar su realidad desde una perspectiva económica. En ese sentido, el catedrático en Economía de la Universidad de Cantabria David Cantarero apunta que una de las claves fundamentales de la tardía emancipación de la juventud cántabra es «son los bajos salarios e ingresos, así como la inestabilidad y la precariedad laboral». A estos aspectos se suman otros como «la escasez de oferta de pisos en propiedad y de alquiler a precios asequibles». El docente cántabro también destaca la influencia de factores como la baja tasa de natalidad y de una mayor duración de la etapa educativa.
Juan Carlos Zubieta
Sociólogo
La situación del mercado de trabajo es, por tanto, un elemento que condiciona enormemente la situación de los jóvenes. «Las actuales condiciones laborales influyen porque retrasan la capacidad de jóvenes para independizarse debido a que se incorporan más tarde al mercado laboral que hace años». A ello se suma el hecho de que «entran al mercado laboral en condiciones cada vez más precarias y ello dificulta el poder formar hogar», explica Cantarero.
Eso ocurre en el caso de quienes consiguen acceder al mercado, porque hay muchos que no lo consiguen debido a uno de los problemas más graves de cuantos afectan a los jóvenes, como es «el elevado paro juvenil estructural, que afecta a las perspectivas de trabajo a futuro además de minorar capacidad de ahorro en el ciclo vital». Una circunstancia que, además, «puede acrecentar la exclusión social», resalta Cantarero.
Emanciparse pasa por poder acceder a una vivienda, y en ese sentido «la difícil situación del sector inmobiliario influye debido al precio de los alquileres, a los que se suman los altos gastos en electricidad, gas, en la cesta de compra… que han aumentado», añade Cantarero, para quien, «además el problema es que muchos jóvenes trabajan en sectores como el comercio, la hostelería y los servicios, en los que además la rotación laboral es contínua»
Aunque no hay cifras regionales, una parte importante de la juventud cántabra, como en general la española, opta por buscarse la vida fuera de España. El dinamismo del mercado laboral y las mejores condiciones en otros países han atraído en los últimos años hasta un tercio de talento joven español. Según el informe 'El valor del capital humano en España y sus regiones', entre 2019 y 2022 el porcentaje de jóvenes de 25 a 34 años que emigró anualmente representó un tercio del total, lo que en el 2022 supuso que 140.580 personas menores de 35 años abandonaran el país.
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