«Era un enamorado de la naturaleza»

En la primera fase de la pérdida, a todos los costó ayer asumir que Joaquín no podrá volver a disfrutar de su huerta, que ocupaba buena parte de sus ratos libres, o de los perros, con los que se tiraba horas jugando hasta la madrugada. «Amaba los animales como poca gente he conocido», remarcó su tía, Victorina Escudero. Por eso todos coinciden en que era realmente feliz con su trabajo en Cabárceno. «Lo disfrutaba. Era un enamorado de la naturaleza y de la vida en el campo».

Joaquín pasó toda su vida en el barrio de Villanueva de Anero. Allí creció junto a sus primos y allí vivía también en la actualidad con su madre, Claudia, de 92 años. «La cuidaba mucho todo el tiempo que podía estar con ella, que era el que no pasaba en el parque. Aunque luego también tenía sus aficiones, y las disfrutaba con los amigos y sus primos», recuerda Jesús Ramón.

De cuando en cuando, si tocaban días libres -algo que sucedía cada cuatro, porque es la manera en que se articulan los ciclos laborales en el parque-, se adentraba en el monte a cazar con su primo Jesús. «Eran uña y carne y lo pasaban muy bien porque a los dos les gustaba lo mismo, la naturaleza, el monte y la caza».

Otra de sus grandes aficiones eran los rallies. «Pasaban el día yendo a ver las carreras y es algo que también los divertía porque sigue siendo una cosa al aire libre», recuerda otro de sus tíos, Manuel, que se emociona al recordar a Joaquín, del que todo el mundo coincide que era un hombre afable, un «completo enamorado del aire libre». «Que nunca tenía una mala contestación o una mala cara. Era, en definitiva, una buena persona. Y no es algo que diga yo, lo dice todo el mundo».

Joaquín Gutiérrez Arnáiz inició su trabajo en Cabárceno en 2002. En estos 19 años había adquirido una dilatada experiencia en el manejo y cuidado de elefantes, siendo uno de los más veteranos en este recinto. «Tuvo la suerte de conseguir ese trabajo y vivía feliz junto a su madre», recuerdan. Precisamente en su casa ayer se fueron congregando a lo largo de la mañana más y más familiares para arropar Claudia. «Lo que más pena nos da es que ahora pueda seguirle ella», lamentaban algunos de los familiares allí presentes.

Una vecina recordaba cómo la noche anterior Joaquín había estado jugando con sus perros hasta altas horas de la noche. «Le gustaban mucho los animales y los entendía de una forma especial. Tenía algo diferente con ellos y le apreciaban. Mis perros lo conocían y ya cuando le veían venir de lejos se ponían nerviosos porque estaban deseando verle», confiesa.

Algunos recuerdan la cara de felicidad que lo inundaba cuando venía contando algún nuevo nacimiento en el parque. «Lo vivía como si fuera su propia familia. Eran animales muy queridos por él porque hay que entender que los cuidaba y los conocía como si fueran suyos. Por eso es tan difícil de entender que haya pasado una desgracia así», revelan sus allegados.

En esos 19 años en que Joaquín estuvo cuidando de los paquidermos conoció el alumbramiento y el fallecimiento de varios ejemplares. Se especializó mucho en los primeros meses de su llegada al parque porque el trabajo con estos animales requiere de un amplio conocimiento, pues son ejemplares con comportamientos muy marcados, regidos por complejos lazos familiares y que se pueden mostrar violentos, en algunos casos, como sucedió ayer con el accidente que le costó la vida a Joaquín.