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Alejandro Vega Martínez (Santander, 1986) es químico de formación, pero no se veía trabajando en un laboratorio. Empezó a desarrollar su perfil empresarial que, sumado a su base científica «pura y dura», ha dado como resultado la cerveza artesana La Grúa ( ... por la grúa de piedra santanderina). La marca nació hace cinco años como un proyecto local, pero el éxito y los reconocimientos a su calidad le han llevado a vender fuera de la región, sobre todo en Madrid, y exportar a EE UU, Colombia y México. Un equipo de tres personas producen desde Pontejos esta cerveza, pero el próximo octubre doblarán personal y producción.
- ¿Cómo surge la idea de fabricar cerveza?
-Todo empezó en un garaje con mis tíos, donde empezamos a elaborar nuestra propia cerveza casera. Ahí saltó la chispa y pensé: 'yo me quiero dedicar a esto'. En Estados Unidos hay mucha cultura de hacer cerveza en casa y tomarla los domingos con la barbacoa. En España todavía estamos en pañales en cuanto a cultura cervecera, aunque desde hace cinco años ha empezado a surgir un movimiento de gente interesada en probar distintas cervezas con más matices.
-¿Fue difícil decidir el nombre?
-No. Fue muy fácil. Soy un enamorado de Cantabria y Santander y en los comienzos esto iba a ser un proyecto de fabricación local para devolverle a Santander una cerveza artesanal propia, como hace años tuvo la Cruz Blanca, Skol o La Austriaca. De microfabricantes hemos crecido y obtenido reconocimientos y premios y ahora tenemos más demanda que oferta. Los distribuidores de fuera de la región nos llaman. En Madrid se bebe el 56 por ciento de la producción, que es de 400 hectolitros al año. También en Asturias vendemos, por su cultura de sidra.
-¿Cómo fueron los inicios?
-Preparé un proyecto sólido y busqué financiación. Gracias a Sodercán, que me facilitaron todas las herramientas y el cincuenta por ciento de la financiación. Sin ellos no hubiese podido. A veces pienso que si fuera de otra región quizá no hubiera podido sacarlo adelante.
-¿Cómo funciona el mercado cervecero?
-En España, las grandes marcas hipotecan a los bares ofreciendo mobiliario a cambio de exclusividad. El grupo de presión cervecero tiene dominado el mercado y son pocos los hosteleros que se salen del modelo. Pero hemos crecido un 35% en barril, es decir, que también hay quienes empiezan a apostar por diferenciarse.
La Grúa nació «en un garaje» al más puro estilo de empresa emergente, con mucho entusiasmo y «cuatro euros en los bolsillos». Ahora, superada esa fase, están consiguiendo asentarse y expandirse. Su cerveza más conocida es Nordeste Irish con seis maltas, valorada como la mejor cerveza irlandesa de España por los usuarios de 'Untappd' –equivale al Tripadvisor de cervezas–, explica Alejandro, fundador de La Grúa, un químico santanderino con perfil empresarial. Viaja y abre puertas «con toda la cara», cree en las colaboraciones y en «perder dinero por realización personal», caso de algunas mezclas que no eran comerciales. Ahora van a «atacar» el mercado con una nueva marca, Machina.
-¿Aporta algo al negocio su formación de químico?
-Todo. Mi base es científica pura y dura y me he rodeado de un equipo de ingenieros químicos mejores que yo. La clave del éxito de este proyecto ha sido la elección de personal. Siempre hice una apuesta por ser una empresa de gente joven. En octubre tengo previsto una ampliación para doblar personal. La demanda nos lo exige.
-¿Qué es lo más difícil?
-Los impuestos sobre el alcohol son de locos para una empresa de un producto artesano como es el nuestro. Para entendernos, es como si a uno que hace albarcas le cobran los mismos impuestos que al que fabrica zapatillas Nike. Han sido años de 'comer pan y arroz', pero ahora empezamos respirar.
-¿Cómo surgió la oportunidad de cruzar el charco?
-Viajo muchísimo para aprender el modelo de negocio. Me organizo 'viajes cerveceros' a varios países y, además de aprender, he hecho amigos y en Estados Unidos surgió una colaboración que fue una auténtica bomba. Sacamos una cerveza edición limitada de 'Coffeebomb', una cerveza con matices de café, vainilla y cacao de Perú. Esta colaboración con un potente fabricante nos dio un gran impulso. Me resultaba muy divertido fijarme en los grifos que tiran la cerveza, cada uno con el nombre de su lugar de procedencia: California, meca de la cerveza; Massachusetts, y, entre ellos, el grifo de Pontejos.
-¿En esos viajes de trabajo, cuantas cervezas toma?
- Pues no voy a negar que me paso medio viaje 'tocadete', pero es trabajo de campo. Para catar, no es lo mismo tragarla que escupirla. Yo prefiero lo primero. Además que a mí me encanta la cerveza. Por eso estoy en esto.
-¿Qué diferencia hay con las cervezas industriales?
-Nosotros no utilizamos químicos, es todo natural. La materia prima es de alta calidad y tiene más sabor y matices. Es que no tiene color. En concreto, importamos malta de Inglaterra, por su larga tradición. Hacemos una apuesta por calidad, calidad y más calidad. Para ser gráficos, fabricar un litro de cerveza La Grúa cuesta un euro y el litro de la cerveza industrial, ocho céntimos.
-¿De dónde sacan esas recetas para hacer las cerveza?
-¡Es todo un mundo! Pido muchos consejos y con los ojos abiertos, formándome con otros expertos en gastronomía. Este verano lanzamos una edición especial de cerveza con matices de mango, piña y melocotón. Es una rubia que mantiene el amargor con bastante cuerpo y 6,8 grados. Lleva lúpulos americanos que dan más sabor y aroma. Nos diferenciamos porque utilizamos una cantidad ingente de lúpulos y hacemos tiradas pequeñas especiales.
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