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«Ha sido una aventura en mayúsculas. Maravillosa». Ese es el resumen que hicieron ayer a través de una carta publicada en sus redes sociales las tres espeleólogas que tuvieron que ser rescatadas después de perderse su pista en el interior de la cueva de Cueto-Coventosa ... (Arredondo) y que en la tarde del lunes volvieron a ver la luz natural después de 52 horas en el interior. Durante ese tiempo ninguna de las tres fue consciente del gran operativo que puso en marcha la Dirección General de Protección Civil, en el que participaron cerca de 30 personas y fueron movilizadas casi otras 70 por si las noticias que llegasen del interior de la cavidad fuesen negativas y había que organizar un rescate de gran complejidad.
Entre otros profesionales, los protagonistas de la búsqueda, quienes las localizaron y marcaron el camino hasta la salida: los integrantes del grupo de espeleosocorro del Gobierno regional (Esocán). Según las palabras de los expertos, la operación de búsqueda entrañaba riesgos evidentes al tratarse de una de las rutas más exigentes de España. Para ellos no fue una aventura. La prueba no sólo era sus caras de agotamiento, también que lo primero que hicieron nada más completar la misión fue llamar a sus familias para confirmar que estaban bien. A ellos, las espeleólogas sí agradecen el trato recibido. En cambio, restaron importancia a lo ocurrido y culparon a los medios de comunicación de magnificar la situación.
«Os han hecho estar en tensión tanto tiempo y tan preocupados, realmente por nada», aseguran dirigiéndose a sus seres queridos. Y añaden que sabían que Cueto-Coventosa iba a ser «una experiencia dura, técnica y física», pero defienden que tenían «todo preparado, todo organizado».
La Consejería de Presidencia, que el domingo alrededor de las 20.30 horas (las espeleólogas ya llevaban 30 horas en el interior) puso en marcha toda su maquinaria siguiendo los protocolos establecidos y que no los desactivó hasta que las dejaron a salvo, considera que no incurrieron en ninguna imprudencia o temeridad a tenor de las primeras informaciones facilitadas por los expertos. Por ello, no pasarán la factura con el coste que supuso para las arcas públicas movilizar a todos los participantes.
En la carta, las tres mujeres –de entre 39 y 51 años, todas ellas federadas y con experiencia en este deporte, pero primerizas en la sima cántabra– narran en primera persona cómo decidieron pararse cuando se encontraron desorientadas después de no lograr superar un paso de la galería de las Pequeñas Inglesas: «Aquel paso que el día anterior era la muerte segura, (cuando llegaron los rescatados del servicio de espeleosocorro del Gobierno regional) no fue más que como cualquier otro paso de los que ya habíamos hecho en muchas ocasiones durante el recorrido. Increíble. Fue invisible ante nuestros ojos el día anterior».
Ellas mismas detallan cómo fue el avance a través de la ruta y cómo en su cabeza se instaló la confusión al creerse perdidas. De hecho, en un punto decidieron desandar sus pasos porque pensaban que se habían equivocado. Revisaron los mapas y la topografía y retomaron el camino hasta en cuatro ocasiones. En ninguno lo vieron claro, «quizás porque estábamos cansadas».
Comenzaron la ruta. Tres, no las cuatro que se habían desplazado hasta Cantabria porque una de ellas «no pudo al final». Cada una portaba cuerdas, el equipo personal y de primeros auxilios, ropa térmica, un punto caliente y comida. También cantimploras de litro y medio de agua que tenían que rellenar en tres puntos de abastecimiento. El primero de ellos lo encontraron seco. Fue justo después de completar el pozo Juhué (casi 600 metros verticales que se realizan haciendo rápel). Tras completarlo pararon para comer y recuperar fuerzas.
Aseguran que la «temida Sala de las Once Horas (se llama así porque es el tiempo que se emplea desde el inicio de la ruta hasta que se llega al final de esta zona) al final no fue tan temida». Según su relato, tampoco tuvieron excesivos problemas en el Pozo de la Unión.
Todo cambió en la galería de las Pequeñas Inglesas. «Nos encontramos con un paso que no supimos atacar. Lo veíamos demasiado expuesto y peligroso», cuentan. Eso hizo que se replantearan si realmente estaban donde creían. El camino que para un espeleólogo conocedor de Cueto-Coventosa habría sido evidente, para ellas se convirtió en un laberinto. No sabían si el túnel que habían tomado era el correcto o se habían equivocado metros atrás. Ahí fue donde hasta en cuatro ocasiones caminaron sobre sus huellas con la intención de resituarse. Pero fue peor. Y tomaron la decisión –acertada, según los expertos– de parar y esperar a los servicios de rescate, que las localizaron en el Pozo de la Unión.
Cuando despertaron ya sabían «seguro» que se había activado el 112. Lo hizo la compañera que aguardaba en el exterior. Y alrededor de las 04.00 horas del lunes, «de camino de nuevo hacia ese paso por unas gateras completamente de tierra, oímos voces por detrás. Tres angelitos de socorro venían a buscarnos». Tomaron café y continuaron ya juntos hacia la salida en Coventosa: «Aquel paso que el día anterior era la muerte segura, no fue más que como cualquier otro paso de los que ya habíamos hecho en muchas ocasiones durante el recorrido. Increíble. Fue invisible ante nuestros ojos el día anterior».
El siguiente encuentro, ya en la zona de los lagos, fue con el grupo de Esocán que había penetrado por Coventosa haciendo el camino inverso para prestar apoyo a sus compañeros, y posteriormente con las sanitarias del 112. «Era un final feliz para una gran aventura», insisten las espeleólogas en su escrito, y también lamentan que no pudieron hacerse una fotografía de recuerdo a la salida de la cueva por el gran número de cámaras de televisión y periodistas. Ya estaban prevenidas y rechazaron dar explicaciones públicas sobre lo que había ocurrido. Todo a pesar de que en varias ocasiones los técnicos de rescate del Gobierno de Cantabria se lo solicitaron, apelando al gran interés que había generado el suceso y a la incertidumbre que se había creado a nivel nacional alrededor de esta cueva de Arredondo, que se convirtió en noticia destacada en periódicos, radios y televisiones de todo el país.
«Cuando encendimos los móviles no nos podíamos creer lo que se había formado. Sobre todo por la parte de los familiares... ¿Realmente era necesario todo este espectáculo de mierda? ¿Realmente era necesario que tanta gente estuviera tan preocupada por nada?», concluyen en su carta.
Fueron trasladadas al antiguo cuartel de Arredondo, se ducharon, se pusieron ropa seca y se quedaron descansando. Todo mientras comenzaba a replegarse el gran operativo desplegado por el Gobierno de Cantabria a través de la Dirección General de Protección Civil y del 112, y en el que también intervinieron voluntarios de la agrupación de Protección Civil de Arredondo, agentes de la Guardia Civil y del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) de la Guardia Civil, así como sanitarios del 061.
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