Una balsa de aceite sin díscolos a la vista

Siguiendo con eso, con la salsa, Buruaga recibió un aplauso general al entrar. Incluso, con más o menos entusiasmo, de tres de los nombres propios del equipo, en su día, de Pablo Casado: Javier Puente, Diego Movellán y Elena Castillo. Juntos y en primera fila en ese momento, pero en una esquina, eso sí. Y en el otro extremo –también primera fila, pero también en la esquina–, Lorenzo Vidal de la Peña, el único que ha pedido abiertamente el cambio en el PP regional (y el que menos aplaudió en toda la tarde).

Había curiosidad, claro, por ver si se presentaban a la cita algunos de los miembros del partido que rodearon a Ignacio Diego en sus mejores (y en los peores) tiempos. Y no. Al menos, no los que tuvieron mayor peso en el PP regional en la época de un Diego que tampoco asistió. Si hubo alguno, se dejó ver entre poco y nada.

Para vender unidad con las fotos, Buruaga estuvo sentada al lado de Igual y de González Revuelta, con pesos pesados del PP de otras comunidades bien cerca. Alberto Fernández (Cataluña), Paco Núñez (Castilla-La Mancha) y José Antonio Monago (Extremadura) –más tarde se sumó Carlos Iturgaiz (País Vasco)–. Y, seguidos, tres 'gallos' del PP regional: Martínez Sieso, Piñeiro y De la Serna.

Más detalles. Anécdotas en este caso. Precisamente al expresidente José Joaquín Martínez Sieso le llevó un rato entrar al edificio. Demasiado tiempo explicando a los compañeros su reciente odisea por los Picos de Europa. Además, mucho chaval de las Juventudes haciendo méritos pululando por el paraninfo.

Acabados los primeros discursos, hora de votar. Si pusieran a un extraterrestre en el congreso de hace cinco años y en este a la hora de llenar las urnas con las papeletas, pensaría que estaba en dos cosas distintas. Nada que ver. Mucha cola y poca tensión. De los cuchillos que flotaban en el ambiente aquella tarde, de las votaciones mirando de reojo al de la otra mesa, ni rastro en esta ocasión. Una balsa de aceite.

«¿Y qué? ¿Cuándo llega el jefe?», preguntaba alguno pendiente de Núñez Feijóo. «A las seis y media». Y llegó (un poco más tarde). Con el previsible baño de masas, abrazos y entre gritos repetidos de «presidente, presidente». «Y presidenta», gritó alguien hacia Buruaga, al lado del líder nacional.

«Ahí, ahí», respondió Feijóo.