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«Estamos en una semana crítica. Si no bajan los contagios, no va a quedar otra que confinar. El virus no negocia, el virus nos ... va a obligar. Si seguimos así, claramente la presión hospitalaria y los ingresos en UCI van a seguir aumentando, no vamos a poder aguantar dos semanas como las dos últimas, con una media de 100 hospitalizados (diez en UCI) por cada mil positivos nuevos», señala sin rodeos el epidemiólogo de Valdecilla Reinhard Wallmann, que aún tiene una mínima «esperanza» de que en los próximos días se empiece a notar el efecto de las últimas restricciones en los datos de evolución de la pandemia. Y se agarra a que «el virus ataca muy rápido, pero también vimos en la onda del verano que puede descender rápido». Si no es así, la sanidad cántabra se enfila hacia la saturación. «No pinta nada bien», subraya. Todos los indicadores, tanto epidemiológicos como sanitarios, empeoran día a día. De hecho, ayer se elevó el nivel de riesgo al 3, entrando así en el escenario previo al más dramático.
Pero no hay un posicionamiento unánime entre los expertos consultados por este periódico sobre qué hacer llegados a este punto para contener la escalada del coronavirus. «No estoy seguro de que el confinamiento total sea una solución», afirma Jesús Mozota, especialista de Medicina Preventiva en la Clínica Mompía (jubilado de Valdecilla). «Estamos ante una pandemia como no hemos tenido otra, tan extensa y con tantos componentes sociales y de diversidad local, que la toma de decisiones debe estar basada en una visión conjunta. Hay que hacer caso de los sanitarios, pero también de los economistas, sociólogos y antropólogos», añade. Por eso se muestra partidario de «considerar el impacto en salud, pero también en la economía». Una reflexión a la que Wallmann responde tajante: «A largo plazo, tener una transmisión del virus descontrolada durante mucho tiempo es más dañino para la economía que hacer un confinamiento corto, de dos semanas, lo cual bajaría sustancialmente el nivel de contagios y permitirá después retomar más ampliamente la actividad económica».
Fco. Javier Llorca - Universidad
También Francisco Javier Llorca, catedrático de Medicina Preventiva de la Universidad de Cantabria, tiene sus dudas: «Lo primero que hay que hacer es definir de qué tipo de confinamiento estaríamos hablando. Hay que recordar que en marzo se impuso un estado de alarma en el que no se podía salir a la calle, como normal general, y que incluso hubo un parón económico. Creo que entre poder ir solo a hacer la compra y la situación actual hay muchos grados. Y no se ha concretado aún nada». En lo que sí están todos de acuerdo es que el único freno para contener la curva de contagios es reducir «drásticamente» el contacto social. El preventivista de Valdecilla, encargado de gestionar e interpretar los datos de la pandemia en Cantabria, señala que, «ahora mismo, haría falta reducir un 75% las interacciones sociales. Hay que romper la ola», que en la región ya ha alcanzado una incidencia acumulada en los últimos 14 días de 400 casos por cada 100.000 habitantes.
«Es como si fuéramos en un autobús a toda velocidad, con todos los pilotos rojos encendidos, y nos acercáramos a una curva pronunciada, tenemos que frenarlo, sí o sí, si no queremos caer por el precipicio», explica. A su juicio, y así se lo ha trasladado a la Consejería de Sanidad, «lo ideal es un confinamiento corto (dos semanas) negociado y con compromisos», a modo de 'cortocircuito' de esta nueva explosión del covid-19.
¿Qué significa eso? «Se trata de prescindir de las medidas que no contribuyen claramente al control de la pandemia -por ejemplo, podremos mantener los colegios abiertos-. No necesariamente debería quedarse toda la población en casa. Las actividades al aire libre se podrían hacer», porque se ha comprobado que la probabilidad de contagio en exteriores se diluye rápido. Pero implicaría también el cierre total de la hostelería y de las actividades de ocio en espacios cerrados.
Reinhard Wallmann - Hospital Valdecilla
«Es una medida que Asturias ha puesto encima de la mesa y que se está valorando. La semana que viene debería estar resuelta», avanza Adrián H. Aginagalde, director del Observatorio de Salud Pública, y aclara que «en ningún caso se ha planteado que incluya el parón económico». Lo que se pretende, llegado el caso, «es disminuir los contactos estrechos por cada caso positivo, limitar las burbujas y favorecer así el control de la transmisión, pero procurando que los ámbitos priorizados (educación, centros de trabajo, etc) funcionen».
Wallmann está convencido de que «cuanto más tiempo se tarde en decretar ese confinamiento, más tiempo habrá que mantenerlo. Anticiparse es clave. Cuanto antes, mejor». Entiende que es la vía para bajar el número de contagios y retomar la búsqueda de brotes, cada vez más difícil por la elevada diseminación del virus. Siempre sin perder de vista, que «aunque rompamos la ola, el nivel de agua va a ser alto». Es decir, que los hospitales aún sufrirán las consecuencias en las siguientes semanas. «Si hoy llegamos al pico de contagios, se reflejará en la presión hospitalaria a los nueve o diez días, que será el peor momento», indica el epidemiólogo. «Y también seguirán subiendo los muertos», añade Llorca.
Adrián H. Aginagalde - Obs. Salud Pública
El catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la UC opina que «si en algún momento hay que aumentar las restricciones, hagámoslo, pero con unos indicadores claros que sirvan para determinar en qué momento se levantan. No puede ser que estemos corriendo como pollo sin cabeza». Por ello, considera «razonable» esperar a que se vea el efecto de las últimas restricciones adoptadas por Sanidad, como el cierre perimetral de la región, el toque de queda, la suspensión de las actividades deportivas de los menores en espacio cerrados y la limitación de aforras. En este sentido, Jesús Mozota apunta que «el efecto a esas medidas puede verse a largo plazo, y es difícil predecir ahora si funcionarán. La única que tiene una eficacia probada es la vacuna, que será la que ponga la enfermedad en su sitio. Mientras tanto, tenemos que insistir con las medidas intermedias de control de la infección: mascarillas, gel de manos y limitar el contacto social, sobre todo en sitios cerrados».
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