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En el Instituto de Hidráulica de Cantabria (IH) lo han repetido hasta la saciedad: el cambio climático está introduciendo más energía en el sistema y ... los acontecimientos climáticos van a ser cada vez más violentos. «No hay que generar alarma porque no se trata de eso. Tenemos tiempo de reacción pero hay que empezar a actuar ya para adaptarnos a los cambios que vienen», asegura Raúl Medina, director del centro de investigación con prestigio mundial.
Los temporales serán cada vez más intensos, las lluvias más torrenciales, las olas más grandes y los vientos más fuertes. Si a todo ello se le une el progresivo incremento del nivel del mar, «que sumará ochenta centímetros más para el año 2100», es inevitable que todo ello tenga cada vez más impacto en las zonas costeras y eso en Cantabria, que linda con el Cantábrico a lo largo de 284 kilómetros, comienza a ser una preocupación de primer orden. Los avisos se van sucediendo. La marea viva de este pasado jueves fue la cuarta más alta desde que se toman registros hace 28 años y ascendió 5,36 metros. Por eso es tan importante comenzar a actuar desde ya.
«Actuar significa varias cosas», remarca Medina. «En algunos casos hablamos de protegerse ante el incremento progresivo del nivel del mar y los temporales», continúa el experto. Muestra de ello es el trabajo que se ha hecho con la construcción del refuerzo en el puerto de San Vicente de la Barquera. «En otros casos implicará retirarse». Sobre todo de aquellos espacios que se ganaron al mar antaño y que la fuerza de la naturaleza obligará a devolver a su legítimo dueño. «Y también podría acarrear el cambio de usos». Lo que apunta directamente a ciertas ocupaciones dedicadas al marisqueo, a la ganadería o la agricultura. Son espacios que se encuentran en zonas potencialmente inundables, que por contra podrían adoptar nuevos usos también productivos.
Detectar vulnerabilidades
«No estamos hablando de perder, sino de adaptarse, de estudiar cada caso y pensar en las soluciones para cada particular. La palabra es adaptación», insiste el experto, voz acreditada para administraciones e instituciones. Gobierno de Cantabria, ayuntamientos y puertos han recurrido a él y su equipo para elaborar planes de riesgos que vayan identificando las principales vulnerabilidades y las posibles soluciones en el medio plazo.
El Ejecutivo prepara el conocido como Plan de Puertos 2025-2032. «Un estudio completo de la situación actual en que se encuentran los puertos cántabros y las medidas que habrá que ir tomando progresivamente», detalla María Tejerina, directora general de Aguas y Puertos. La problemática de la región es clara:muchas de las dársenas que son antiguos puertos pesqueros que se han quedado anticuados tanto en su estructura como en su forma. «La cota y la geometría están dimensionadas para un nivel del mar más bajo, de hace siglos, y entonces hay que ir adaptándolos para modernizarlos». Hay ejemplos en todas partes. En Comillas es preciso un refuerzo estructural del muro y una mejora de la operatividad de la compuerta que se abre y se cierra dependiendo de la virulencia de la marea. En San Vicente de la Barquera se ha comprobado que el nuevo muro funciona. Al menos ha evitado inundaciones en los últimos dos episodios de marea viva; pero aún con todo hay que seguir mejorando la instalación.
Raúl Medina
Dir. Instituto de Hidráulica
María Tejerina
Dir. general de Aguas y Puertos
Autoridad Portuaria de Santander
«Hay que incrementar la cota de coronación del dique, es decir, subir su altura, y eso requerirá una adaptación estructural. También hay que construir unos bota olas», detalla la directora general de Puertos. Los bota olas son estructuras que impiden que la ola golpee con todo su potencial contra el muro.
En Santoña ha quedado claro tras la última marea viva que es cuestión de tiempo que lleguen inundaciones en episodios parecidos; y en Laredo, «aunque el puerto es de reciente construcción, hay que acometer en el medio plazo refuerzos estructurales y también la construcción de bota olas». Lo importante en todos estos casos es hallar acuerdos con todas las partes porque estas infraestructuras están tan integradas en los pueblos y las ciudades, que al final cualquier pequeña modificación puede afectar al urbanismo o la imagen de toda la localidad.
Santander es un ejemplo de ello. Por suerte los muelles más antiguos de la capital se encuentran a seis metros por encima de la cota cero, y los de la zona de Raos están a seis metros con cincuenta. «No está previsto en los próximos años actuar para actuar contra las pleamares más fuertes porque creemos que es suficiente», explican fuentes de la Autoridad Portuaria. «No habrá actuaciones más allá de la superestructura del muelle de Margen Norte, que también permitirá elevar la cota del muelle», comunican desde el Puerto.
En ciudades como Nueva York o Venecia ya se está actuando. «Se están haciendo obras para reacondicionar espacios y protegerlos generando nuevos usos que son muy interesantes», aclara Medina. Es hora de hacerlo también en Cantabria.
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Ana del Castillo
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