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Jueves, 13 de febrero 2020, 14:32
La Fiscalía ha rebajado la petición de pena de 8 a 7 años para el acusado de agredir sexualmente al menor que se anunciaba en una página web ofreciendo sexo a cambio de dinero, al igual que ha hecho la acusación particular tanto ... con este acusado (de 10 a 8), como con los otros cinco para los que ha pedido 1 año y 10 meses por tener sexo con un menor.
Ambas acusaciones han reconocido que este procedimiento se ha «dilatado en el tiempo» sin causa justificada y han achacado precisamente a esta demora las posibles «contradicciones» y «olvidos» que se han podido apreciar en el testimonio del joven, que tenía 15 años cuando se produjeron los hechos en 2013.
Por el contrario, los letrados de las defensas de los seis acusados, además de pedir que se aplique la atenuante de dilaciones indebidas en caso de que haya una sentencia condenatoria, han coincidido en que las contradicciones han venido dándose en cada ocasión en la que el joven ha declarado, hasta llegar a este juicio con un discurso «maliciosamente preparado», según uno de los abogados.
También ha habido discrepancias en cuanto a la interpretación de los informes forenses que, para la Fiscalía dejan patente que el aspecto y desarrollo físico de la presunta víctima «se correspondía una persona de 16 años y no mayor de edad», mientras que las defensas consideran que es una «apreciación subjetiva», ya que el desarrollo de un chico de 16 años puede ser como el de uno de 18 y viceversa.
En lo que se han mostrado de acuerdo las acusaciones con las defensas es en que el «caballo de batalla» de este caso radica en que si los acusados sabían o no que el joven con el que habían contactado era menor de edad. La Fiscalía ha destacado que la «ignorancia deliberada» no puede beneficiar a los procesados, pero las defensas apelan a que el joven se anunciaba como mayor de edad y a que, en una relación de este tipo, «nadie va pidiendo el DNI».
El Ministerio Fiscal ha afirmado que han quedado «suficientemente acreditados» los hechos por los que se acusa a los procesados y, al igual que la acusación particular, ha destacado que los datos aportados en la vista «aportan credibilidad a la versión del menor».
Una credibilidad que ha sido puesta en duda por las defensas, que han aludido al informe del Instituto Cántabro de Servicios Sociales que, destacan, «dice que es manipulador, tendente a distorsionar la realidad a su antojo». Y, además de subrayar su «capacidad intelectual», han añadido que en el informe también se refleja que el joven es «altivo, prepotente, déspota, frío, distante y con falta de empatía con los demás».
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También han cuestionado que la acusación no haya pedido al joven, cuando ha testificado, que se diera la vuelta para ver si identificaba o no a los acusados y, principalmente, que se le haya concedido el «privilegio» de declarar hasta en siete ocasiones desde que se produjeron los hechos, lo que «le ha permitido añadir y modificar» su relato, algo que «no es justo, ni justificable».
El momento de mayor tensión se ha vivido al final del juicio, cuando el acusado de ofrecerse a buscar clientes al joven para compartir las ganancias, se ha acogido a su «derecho a la última palabra». «Aquí se ha utilizado la justicia de forma fraudulenta, con denuncias falsas a unas víctimas, que somos nosotros, y que llevamos seis años de tragedia«.
Tras señalar que llevaba desde los 16 años hasta los 39 dando clases a menores «sin una sola denuncia», ha afirmado que si se ha pedido una rebaja de las condenas es porque «el sustento probatorio se ha diluido como un azucarillo».
Y ha cuestionado la «catadura moral» de quienes les han denunciado, porque: «Pocos días después mataron a una anciana por la espalda, porque creían que tenía 100.000 euros y solo encontraron 40».
Así aludía al caso de las dos mujeres -una de ellas la madre del joven, que está en prisión y declaró ayer custodiada por la policía nacional- que acompañadas por un menor (el ahora denunciante) asesinaron a una mujer de 80 años durante un robo en su domicilio.
«Asco me das, escoria de mierda», grito entonces el joven que les denunció y que seguía la vista desde el fondo de una sala, que abandonó a continuación dando un portazo e increpándole, «puto sinvergüenza».
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