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Desde que el pasado 16 de marzo las lonjas cántabras registraron las primeras subastas de verdel, el trasiego de barcos de cerco rebosantes de este sabroso pescado ha sido incesante. Hasta el punto de que de las 2.656 toneladas disponibles para ellos, ya ... se han consumido 1.389 toneladas, un poco más de la mitad. Todo en apenas cinco días de faena real.
Algunos están a punto de agotar los casi 6.000 kilos de cuota asignados por tripulante, en lo que será la despedida de esta costera para estas embarcaciones. Otra cuestión es el anzuelo, donde cunde la preocupación porque los peces siguen sin querer morder el señuelo. Y de las 3.150 toneladas disponibles para estas otras artes, apenas han sacado a tierra 37 toneladas.
«Claro que nos preocupa, porque no entendemos qué está pasando», explica César Nates, presidente de la Federación de Cofradías de Pescadores de Cantabria. «Habrá que tener paciencia y esperar a que les vayan entrando», asume resignado antes de aclarar que, para estas tripulaciones, la campaña del verdel equivale al 70% de sus ingresos anuales. Nadie explica el vuelco que desde hace tres años ha dado el orden natural de esta campaña. «Tradicionalmente empezaba pescando el anzuelo, y luego entraba el cerco. Ahora es al revés», constata.
Las tribulaciones de cerco en cuanto a esta costera van por otros derroteros. Porque aunque tiene un peso mucho menos significativo en sus balances, esta pesca supone un amusqui o propina muy apetitoso. Y las cuentas no cuadran. El precio se ha estancado en torno a los 92 céntimos de media, frente al 1,40 que se pagó hace doce meses. «Eso significa que cuando hayan subido a bordo toda la pesca que les corresponde, habrán facturado un 40% menos que el año anterior», resume Nates de manera muy gráfica.
Resulta complejo encontrar una razón a este descenso en el precio. Más del 95% de las capturas de verdel de la flota de cerco va para congelado, con destino prioritario a la exportación. Hay quien dice que los mayoristas aún tienen pesca excedente de la campaña anterior. Pero a nadie se le escapa que, a diferencia de hace doce meses, ahora no se puede pescar chicharro, otra especie con destino preferente al congelado. Con lo cual, el verdel podría compensar esa rotura de stock.
El aluvión de toneladas de verdel en las lonjas no influye, contra lo que pudiera pensarse, en la adjudicación de las capturas. «Como lo compran para congelar, los mayoristas prefieren acumular grandes cantidades en el mismo viaje», dice Nates. Unas palabras ratificadas por la presencia a pie de subasta de grandes trailers que, según finaliza la misma, son cargados a rebosar.
Sea como fuere, los bancos de verdel están ahí fuera y los cerqueros, que siguen teniendo como premisa principal subir bocarte a bordo, lo capturan con facilidad a escasas millas de la costa, en la franja que va de Santander a Machichaco.
La irregularidad en las capturas del bocarte hace que, frente a lo habitual en otras campañas, cada entrada a puerto se traduzca en una salida de inmediato. Si los barcos entrasen con el cupo de bocarte, tendrían que parar obligatoriamente para esperar a subastar al día siguiente. De momento, no hay lugar a treguas.
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