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Un final que supone un principio prometedor. Es lo que están viviendo los 23 sanitarios que terminaron hoy su residencia en Valdecilla. Médicos, enfermeros y matronas que ya son especialistas. Un camino «duro y sacrificado» en el que muchos tuvieron que lidiar con la pandemia ... y que ahora les coloca en un nuevo punto de partida. La mayoría coinciden: ninguno quiere dejar atrás Valdecilla. En cualquier caso, el futuro, la vida después de la residencia, todavía es una cuestión incierta para muchos de ellos.
En el hall del hospital, junto a la puerta del salón Gómez Durán, esperaban ya unos cuantos protagonistas minutos antes de que comenzase el acto de despedida. «Estoy atacada de nervios», confesaba la EIR Matrona, Beatriz González, que tenía un papel fundamental: hablar en nombre de todo su gremio. Un grupo de residentes comentaba lo rápido que habían pasado estos años. Cinco para los médicos y dos para los enfermeros y matronas. Algunos acudieron vestidos de gala. La ocasión lo merecía. Otros, en cambio, estaban de servicio y no les quedó otra que ir con la indumentaria que más les representa: la bata blanca. De hecho, hubo varios que no pudieron quedarse todo el acto. El deber les llamaba. Lo primero, los pacientes.
Tras un sinfín de besos y abrazos a modo de felicitación, fueron pasando al salón. Allí les esperaban familiares, compañeros, profesores y tutores. En la cara de todos se reflejaba el orgullo de ver a sus seres queridos cumplir su mayor sueño: conseguir la especialidad. Había un poco de todo. Tres matronas, dos enfermeras pediátricas, otras dos de salud mental, tres cardiólogos, un cirujano cardiovascular, otro especializado en cirugía oral y maxilofacial, dos en cirugía general y aparato digestivo, y dos más en cirugía ortopédica y traumatología. También dos oncólogos, un urólogo, otro especializado en medicina intensiva y tres en medicina interna. «Son pocos», comentaba el jefe de estudios de Valdecilla, Héctor Alonso, que fue el encargado de dirigir el evento. La primera en hablar fue la Directora Médica, Rosa Ana García. Sus palabras se centraron en el cuidado del paciente. «Estamos atravesando un tiempo en el que el desánimo se adueña de nosotros y se lo contagiamos al paciente. Quiero que dejemos de hacerlo. Hay que cultivar al empatía. La tecnología es un medio útil pero no hay que perder las tradiciones: mirad a los ojos a vuestros pacientes. Sonreídles. Vuestra visita es el momento más importante de su día. No tengáis prisa ni les tratéis con condescendencia. Tienen derecho a saber todo sobre su enfermedad».
El director de Enfermería, Luis Mariano López, ofreció un discurso más centrado en la parte profesional. «Ahora podéis continuar ejerciendo con más especialización una profesión que podrá contribuir al desarrollo de un mundo mejor. Habéis podido comprobar que el sistema sanitario tiene muchas cosas que mejorar y que aquello que tiene más valor para las personas no son los bienes materiales, sino la salud. Vuestra labor es sanar cuando no la hay, aliviarles cuando no se les puede sanar, consolarles cuando no se les puede aliviar y acompañarles cuando nada más queda por hacer», concluyó.
Entre medias también hubo tiempo para otorgar los premios Dr. Daniel García Palomo, que evalúan los méritos profesionales y académicos de los residentes. El primer puesto fue para Raquel Pérez, especializada en cardiología. «Llevo dos semanas llorando», reconocía entre risas la doctora. En segundo lugar, el reconocimiento fue para el ya oncólogo Pablo Jara, que no pudo estar presente. «Nos lo ha secuestrado el Gregorio Marañón de Madrid», anunció el jefe de estudios. Y en tercera posición, sin restar mérito, Raúl Parra, santanderino y residente en medicina interna. Raúl aspira a quedarse en Valdecilla, pero habrá que ver qué pasa con la bolsa. «Comienza una nueva etapa para la que estamos muy bien preparados después de cinco años». Lo mismo le ocurre a Raquel Arribas, enfermera pediátrica. «Soy de Salamanca, pero me encantaría quedarme en Valdecilla porque me ha hecho crecer profesional y personalmente». Por su parte, hay quien quiere seguir formándose, como el cirujano cardiovascular César Augusto Rodríguez, que se especializará en la rama infantil. La matrona Mar Fonruge, de Madrid, reconoce que «han sido dos años muy intensos pero muy provechosos«. »De momento tengo papeletas para poder quedarme, así que genial», enfatizó.
Llegó el fin de una etapa «inolvidable» para estos 23 residentes que, según sus tutores, han formado «la promoción más especial y válida» que recuerdan en mucho tiempo. Ahora, todo un futuro por delante.
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