La gobernanza, cuestión de equipo y de compromiso

Un pasillo estrecho conduce a la sala de juntas de la Facultad de Ciencias, donde originalmente se reunía el Consejo de Gobierno de la Universidad. «Hay cosas que se mantienen igual», evoca mientras atraviesa el corredor José Miguel Martín Melón, rector de la institución entre 1980 y 1984. Le acompañan Jaime Vinuesa (1992-2001); Federico Gutiérrez Solana (2002-2012); José Carlos Gómez Sal (2012-2016) y Ángel Pazos, responsable de la UC desde 2016. Hace unos minutos, los cinco se han saludado con genuina complicidad en la entrada de la facultad, y ahora comparten anécdotas de camino a la sala de juntas, un espacio luminoso y revestido en madera desde el que se gobernó la institución en sus orígenes.

No ha podido sumarse al encuentro, pero José Mª Ureña (1986-1992) también comparte sus reflexiones en este reportaje, así que el sexteto de rectores que habla en estas páginas llega a abarcar cuatro décadas de historia académica; una historia que ha pasado del sepia al color; del papel a la realidad aumentada y de las primeras piedras a las cubiertas acristaladas y 'ecosostenibles'. De hecho, cuesta imaginarse ahora un campus apenas edificado cuya única carretera moría a las puertas de la Facultad de Ciencias.

Cincuenta años después, en este mismo edificio, cinco rectores se sientan a la mesa para repasar los grandes hitos de la Universidad: sus éxitos, los «momentos duros», y, ante todo, su continuidad. Lo evoca bien el rector Gómez Sal cuando describe la imagen del relevista que recoge la antorcha, la porta en alto durante el mandato y luego se la entrega a su sucesor.

Pero, ¿qué implica gobernar una universidad? ¿Cuáles son las claves? «El mérito, fundamentalmente, lo tiene la gente que la integra. Es suyo más que de los equipos rectorales. Y en eso hemos tenido mucha suerte. Teníamos dónde apoyarnos», apunta Vinuesa.

Saber rodearse de un equipo fiable y comprometido es clave en la gobernanza. Así se resuelve mejor la tarea «más difícil» que asume el equipo de gobierno: «Transmitir su proyecto a las bases», dice Gómez Sal. Esto implica quebrar el individualismo, crear conciencia colectiva y comunicar bien. «Un buen gestor tiene que saber modular esto, encauzarlo. El éxito de un equipo de gobierno puede estar en la manera en transmite sus actos».

Gutiérrez Solana aporta aquí una clave extra:«Conocer la universidad, sus potenciales y el contexto donde tiene que proyectarse. Así se puede planificar en base a lo que existe y establecer objetivos factibles». Haciendo suyas estas ideas, Pazos añade que el éxito reside también en la búsqueda del «equilibrio», es decir, que la puesta en marcha de un proyecto a manos del equipo rectoral no signifique en ningún caso perder «conexión y sintonía» con la comunidad universitaria. «Nunca».

Más que de hitos –porque ese concepto parece partir el tiempo en dos, entre el antes y el después, y «yo creo que no hay un antes y un después en estos 50 años»–, el rector Vinuesa prefiere de hablar de continuidad. «Si esta Universidad tiene algo, es que se ha desarrollado y ha trabajado sin una solución de continuidad. Ha habido continuidad incluso con los cambios de rector». Y quizá la razón que lo explique, avanza el rector, sea la ausencia de luchas por el poder. «No las ha habido en ningún momento y eso ha hecho que la Universidad haya avanzado, sin prisa pero sin pausa, y hoy en día hay pocas que estén a su nivel».

El rector Ortiz Melón sí marca en la línea del tiempo tres sucesos que ayudaron a transformar y empujar la UC en sus orígenes: la creación de la Facultad de Derecho, que permitió ensanchar las enseñanzas; la ampliación del campus, con la conclusión del segundo edificio de Caminos y la escuela de Empresariales, o el avance de las obras del pabellón de Gobierno y del Interfacultativo. «Y el tercer punto, que fue para lo que yo realmente fui elegido como rector: la celebración de una especie de claustro constituyente, una vez se promulgó la ley de autonomía universitaria», evoca el rector, que fue, además, quien primero entabló relaciones con el nuevo interlocutor: el Gobierno de Cantabria.

Al otro lado del teléfono, el rector Ureña no esconde lo mucho que le hubiera gustado reunirse con sus compañeros para la foto de grupo. Le toco vivir una época de cambios que sorteó gracias al compromiso y la movilización de los tres estamentos universitarios: profesores, alumnado y personal de administración y servicios. «Todo el mundo trabajó de manera muy intensa y lúcida» y eso consolidó una forma efectiva de trabajar. La internacionalización y el «despertar» de la UC ante a la sociedad de Cantabria y ante las demás universidades españolas fueron otros hechos que también se revelaron bajo su mandato, y que contribuyeron a reforzar su «magnífico palmarés» científico e investigador y a elevar la UC. «Junto con el Hospital Valdecilla es la institución pública que más ha contribuido al desarrollo integral de las personas de Cantabria», defiende Ureña.

Después, con Gutiérrez Solana, se fueron «consolidando» más proyectos, entre ellos, la creación de «una serie de institutos que venían derivados de una política de investigación potente –el IH, el de Biomedicina y Biotecnología, el de Investigaciones Prehistóricas o la Fundación Uceif–. Todo eso permitió establecer una estrategia de universidad como centro motor de una economía del conocimiento para la región en un proyecto que era el Campus de Excelencia». Gutiérrez Solana señala que hitos como este alentaron nuevas construcciones o la ampliación definitiva del campus de Torrelavega. «Tratamos de vincularnos mucho a la sociedad y potenciar todas las capacidad de la universidad, haciendo un trabajo coral».

Su sucesor, José Carlos Gómez Sal, vuelve a traer al frente «la fuerza de la continuidad en las políticas» de la UC y el potencial humano. «Una cosa muy interesante en la universidad es que recogió a gente joven con ganas de hacer cosas. Todo eso, de alguna manera, eclosionó con una actividad importante desde el punto de vista de la investigación, consolidando también la docencia». Sin embargo, a Gómez Sal le tocó lidiar con una gran crisis económica y grandes recortes de gasto público. «Mi periodo fue duro, con restricciones brutales, pero lo más importante es que se mantuvo el espíritu del trabajo bien hecho. En esos cuatro años no bajaron los porcentajes de investigación, sino que siguieron creciendo, recogiendo el trabajo anterior», destaca, al igual que el peso de la UC en los foros universitarios. «Es una universidad pequeña, pero con una proyección importante».

Pazos comparte esa visión. «El crecimiento en calidad de la UC no ha parado. En cada mandato, se ve en los rankings y estudios que su posición se mantiene o incluso mejora. Es un logro compartido y transversal» que tiene explica, entre otras cosas, la ausencia de división en la universidad. Y a esa idea de fondo añade el actual rector dos hechos claves en su etapa: la entrada de la UC en el consorcio europeo Eunice; y la firma con el Gobierno regional del contrato-programa plurianual 2017-2020, que procura estabilidad y permite programar con la vista puesta en el horizonte.

Tampoco puede olvidar Pazos el reto sobrevenido que supuso la pandemia. El resto de rectores asiente cuando menciona ese salto a «lo desconocido». En marzo de 2020, con el país encerrado en casa, Pazos se preguntó si la UC sería capaz de salvar la docencia, la investigación, los muebles. Con fallos y aciertos, lo logró. «Nunca agradeceré lo suficiente el apoyo de la comunidad universitaria».

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