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Celedonio Pérez | Casa Ajero
«O intentas aguantar o entregas ya las llaves». Así resume Celedonio Pérez, de Casa Ajero, las dos opciones sobre la mesa. Él opta por la primera: «Hay que seguir», dice poco antes de irse con una carpeta de papeles bajo el brazo para, precisamente, preguntar qué hacer con sus trabajadores. Con cuatro mesas en la terraza, la medida es «una ruina», sentencia. Y hace «imposible» salvar el invierno. La situación del establecimiento, como la de otros negocios, es delicada y las idas y venidas generan una «incertidumbre absoluta» tanto entre los hosteleros como entre los propios clientes. Sin ayudas a la vista, mejor «que nos cierren, pero que no nos hagan sufrir», añade Pérez. Se refiere a añadir cada día una nueva restricción al sector que les limita aún más su actividad. De momento lo tienen claro, se aferran a un clavo ardiendo antes que «entregar las llaves» del local, reconoce.
Moisés Fernández | Cafetería La Porticada
La barra y las mesas del interior «podían ayudar a salvar el invierno», reconoce Moisés Fernández de la cafetería La Porticada. «Las mesas nos dan la vida», insiste. Ahora, sin poder utilizar esa parte del negocio, la única opción es «cerrar». Aunque aún no lo han pensado, pero «¿cómo pagamos los gastos?», se pregunta en voz alta. Esta última medida «nos ha hundido», admite. A su establecimiento sólo le queda usar la terraza. Limitar la caja del negocio al trasiego del exterior llega en pleno invierno, y el frío y la lluvia no resultan demasiado atractivos para que los clientes opten por ocupar las mesas del exterior colocadas en la Plaza Porticada. «Esto no es Cádiz», recuerda el hostelero. El día que sale el sol podría, quizá, «aprovecharlas un par de horas al mediodía», explica. Pero no es viable. Y, además, subir la persiana no puede depender cada día del tiempo que haga.
Óscar Pérez | Bar El Único
Óscar Pérez, del bar El Único, reconoce estar «a la espera» de ver cómo reacciona la gente ante la nueva restricción porque igual «se anima a sentarse en la terraza». Seguro que eso no ocurrirá si llueve porque sólo pueden poner sombrillas. Aún así, poco importa, esta última medida «nos ha fastidiado pero bien», reconoce. Y es que el «90%» de la actividad del establecimiento a lo largo de la mañana es de gente que hace una parada rápida para tomarse un café y seguir su jornada laboral. «Antes tomaban algo en la barra o en las mesas y se marchaban». Pero ese ajetreo constante se acaba y se reduce a las 18 mesas de la terraza. Y no, no es suficiente. Una nueva restricción que se suma a la larga lista de medidas que afectan a la hostelería. Antes quedaba alguna esperanza, ahora la norma deja ya un panorama claro: «Así no vamos a poder salvar el invierno», sentencia este hostelero.
Javier Martínez | Bar Tívoli
«¿De dónde sacamos el dinero?», pregunta Javier Martínez, del bar Tívoli, en Santander, si ya no pueden atender dentro del establecimiento. Y no encuentra una respuesta porque las seis mesas de fuera no son suficientes para pagar los gastos y sueldos de la plantilla. Así que, ahora que la gente entraba y «empezábamos a trabajar algo más, aunque nunca como otros años», llega una restricción que les empuja a «cerrar», reconoce Martínez. ¿Ya le han dado una vuelta a esa idea?«En realidad no hay mucho que pensar», indica, porque es «imposible» mantener el negocio a flote si nadie puede entrar y tomarse un café en el interior. Y menos aún en invierno. Pero aún no lo harán. Con un negocio familiar a las espaldas «decidiremos hacer un último intento». Tienen que valorarlo, pero esa parece, por el momento, la única alternativa a plantear. Y si no funciona, bajar la persiana.
Cristina Torre | Restaurante El Figón
«Intentaremos pasar el bache», reconoce Cristina Torre, del restaurante El Figón, en la calle Cardenal Cisneros, de Santander. Y lo harán preparando comida para llevar. Ahora o «te renuevas y lo intentas» o la alternativa es el cierre. No obstante, «si la medida se prorroga mucho, no podremos soportarlo», resume la hostelera. Aunque esperan poder «sobrevivir» porque su lista de gastos, al menos, no incluye el pago de un alquiler. Para la hostelera uno de los problemas principales es que, a la hora de adoptar medidas, «nos ponen a todos en el mismo saco». Y cada establecimiento cuenta con unas características de espacio y ventilación diferente, explica. Además, la sensación es que «siempre tocan la hostelería» y la incertidumbre en el sector es constante. Allí, al menos de momento, aguantan si bien el trabajo diario sólo sirve «para cubrir gastos», añade Torre. Pero eso ya es un paso.
José Antonio Noriega | Chocolatería Áliva
En la Chocolatería Áliva se plantean la opción de, durante un tiempo, hacer «comida para llevar», explica el encargado, José Antonio Noriega. Sobre todo los fines de semana. Un servicio con el que «podríamos aguantar quince días». Pero poco más porque allí trabajan «mucho con las mesas», resume el hostelero. No obstante, «si esta restricción soluciona algo, bienvenida sea», asume. Pero si resulta que la situación no mejora y el Gobierno decide alargar la vigencia de la medida «podría ser el fin», reconoce. Para ellos es «vital» poder trabajar en diciembre. Ese mes, junto con agosto en verano son, desde los años 60, los «mejores meses» para la caja del negocio y es «primordial» que, para entonces, tengan permitido utilizar el interior del local. De momento reciben la situación con resignación, a la espera de ver qué pasa y con la esperanza de no verse obligados a cerrar.
Fernando Irizábal | Cafetería Guevara 23
«Es la injusticia que venimos sufriendo», dice Fernando Irizábal, de la cafetería Guevara 23. Si sólo se puede hacer uso de la terraza y allí no tienen, «no nos va a quedar más opción que cerrar», señala el hostelero. Antes de bajar la persiana han valorado una opción: dar servicio a los institutos de la zona. «Ajustaríamos el horario para seguir vendiendo bocadillos a los chavales de los centros que suelen venir», resume. Pero si la duración de la medida se alarga, bajarán la persiana porque ahora mismo sólo tienen gastos. «Esto es deuda tras deuda». Sobre todo para un local sin terraza:«No me dan otra posibilidad de trabajar, ni ningún tipo de ayuda», resume el hostelero. Dos aspectos incompatibles para sobrevivir. Ellos no se plantean la venta a domicilio, no tiene estructura para ello. Eso sí, pase lo que pase, agradece el apoyo «a la gente del barrio, que se ha volcado con nosotros», añade.
Amarilys Delgado | Bar Habana
Con la restricción de no poder utilizar el interior del local «tengo un 90% de posibilidades de cerrar definitivamente», explica Amarilys Delgado, del bar Habana. Aunque lo primero que se plantea es «leer bien las medidas» y ver cómo avanza la situación, el panorama no pinta bien. Su establecimiento está ubicado frente a la estación de autobuses de Santander y con los municipios confinados, y sin posibilidad de usar el interior del local «me mandan a la ruina», sentencia. Dos medidas en apenas un par de días que limitan sus opciones de negocio porque es un local «de tránsito» donde paran muchos viajeros tras bajarse del autobús. También se trata de un establecimiento en que se lleva más el café rápido o el aperitivo en la barra «donde se conversa», añade la hostelera. Y, por ahora, todo está prohibido. Sobre la mesa hay pocas opciones más allá de cesar la actividad.
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