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Ni las formas de prender, ni las zonas que se queman. Ni siquiera la época del año. Tampoco las condiciones que los que tiran de mecha saben que son idóneas para que la llama corra. Eso no ha cambiado. Se repite. Pero desde la Guardia ... Civil y el Seprona sí que entienden que esta vez ha habido una diferencia. En oposición a la actitud «cerrada», el «miedo y la defensa de las costumbres» cuando investigan los incendios forestales en el medio rural –que todavía existe–, aseguran que en este último brote «se palpa una mayor colaboración ciudadana». «Estamos recibiendo más información», reconocen fuentes del Cuerpo. Y, de hecho, frente a las contadas detenciones por hechos de este tipo en los últimos años, esta vez se ha arrestado a dos personas en pocas horas. Todo, en el contexto de unos días que, a falta de balances concretos, han terminado con 201 incendios repartidos en 65 municipios. Y no hay balance porque desde la Dirección General del Medio Natural advierten que puede que la cuenta no esté cerrada. Vuelve el viento sur y las temperaturas altas, por lo que la prioridad «es vigilar que no se reactiven y estar preparados para lo que pueda venir».
«En San Roque de Riomiera hubo un primer foco y fueron los propios vecinos los que lo apagaron. Ellos mismos vieron después que había más, empezaron a sospechar de lo que vieron y decidieron pasar esa información», comentaban ayer a este periódico fuentes del Seprona al analizar ese ligero cambio de actitud. «Va calando. Estamos recibiendo más información y ahora hay que analizarla». La Guardia Civil no entra a las afirmaciones de Revilla respecto a «un grupo de cuarenta personas controladas», pero sí admiten que «las patrullas de las zonas rurales tienen conciencia o conocimientos de gente que es posible que haga esto». «Pero no entramos en si son veinte o cuarenta, sólo que hay sospechas y que se presta una mayor atención». Porque lo que, dicen, interesa es «que cale el mensaje». «Hay mucho monte y es imposible tener a un guardia forestal cada metro cuadrado. Por eso, si hay más ojos, es más fácil atajar esto». Eso y un cambio de tendencia. Empezando por los más pequeños, para que la costumbre no pase «de generación en generación».
La Alcomba Afectó al monte que toca terrenos de los municipios de Ramales, Ruesga y Ruente.
Saja En Los Tojos. El fuego acechó a algunos inmuebles e infraestructuras de la zona
Esles y Monte Caballar En Santa María de Cayón. Uno de los incendios con más extensión
Viaña Perteneciente al municipio de Vega de Pas, uno de los tradicionalmente más afectados por los incendios forestales
Encinar de Obeso Rionansa. Una de las zonas de árbol autóctono que se ha visto afectada
Robledarl de Silio En Molledo. Lugar de alto valor ecológico.
Para romper unas curiosas series históricas. «En España, más de doscientos municipios ardieron todos y cada uno de los años entre 2001 y 2015. De los seis en los que más hectáreas se quemaron en relación a su superficie, cinco se encuentran en el interior de Cantabria». Así empieza un trabajo periodístico publicado por la Fundación Ciudadana Civio que ya fue objeto de un reportaje de este periódico. Arredondo, Cabuérniga, Los Tojos, Selaya y Vega de Pas arden siempre. Y también Rionansa aparece en el estudio entre los cien municipios españoles con más incendios. En muchos de estos lugares han vuelto a estar esta vez algunas de las mechas más problemáticas. Según los datos de la Dirección General del Medio Natural, Saja (Los Tojos), Viaña (Vega de Pas), el encinar de Obeso (Rionansa)...
El trabajo, incluido en la serie 'España en llamas', también ubica que Galicia y Cantabria son las que cuentan con un mayor porcentaje de incendios provocados. A años luz del resto. Y muy parecidos (en la forma y en el fondo). De hecho, los dos episodios más mediáticos de fuegos en los montes, los que concitaron más atención a nivel nacional, fueron el de Galicia en octubre de 2017 y este último aquí. Aunque las diferencias sean abismales. En el gallego hubo cuatro muertos, más de 350 focos y, en total, casi 50.000 hectáreas afectadas. Aquí no hay cifras aún, pero estarán lejos (no ha habido, por suerte, daños a las personas).
Estarán, incluso, también lejos de las que se dieron en el último gran episodio sin salir de la comunidad autónoma. Diciembre de 2015. Se habló entonces de unas 10.000 hectáreas y se hizo un cálculo del impacto económico que los fuegos habían supuesto. Una factura de 92 millones de euros. ¿Por qué aquellos quince días tuvieron algo menos de eco que esta vez a nivel nacional? El principal motivo es que el arranque, la primera jornada de focos que prendieron, se situó en una fecha clave: 20 de diciembre. Justo el día en que los españoles estaban convocados a las urnas para unas elecciones generales. El foco ese día –y también los siguientes, ya con el resultado en la mano– estuvo en la política, en los votos y en
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