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«¿Qué? Menudo lío habéis tenido», dice Faustino Blanco al cruzar la puerta mientras Tatiana, tras la barra, le prepara un café sin necesidad de preguntar qué quiere.
-O sea, que usted va a seguir viniendo, que no tiene miedo.
-Yo aquí me ... voy a quedar hasta a dormir. ¿Miedo? Peor sería ir a trabajar (está jubilado). Hombre, todos estamos con las precauciones, claro. Yo las manos me las estoy desgastando de lavarlas.
Esa charla fue una de tantas ayer en el Phantom (Santander), uno de los primeros locales de hostelería que cerró sus puertas al detectarse un caso de coronavirus. Bajaron la persiana por decisión propia antes, incluso, de que Sanidad contactara con ellos. Y luego, ya por obligación, los empleados pasaron la cuarentena. Tras las pruebas y los negativos, ayer a las ocho de la mañana retomaron la actividad. Los que acudieron al 'reestreno', los habituales, les dijeron cosas como las que dijo Faustino. Ánimos, apoyo... «Pero, aunque ahora seamos uno de los locales más seguros porque acabamos de pasar dos pruebas, soy consciente de que hay gente que tiene miedo», explica Marcos González, el propietario. «Alegría e incertidumbre».
Su caso ya se contó en estas páginas. Una de las camareras llamó para decir que dio positivo. González invitó a salir a los clientes que estaban en el bar al colgar el teléfono, cerró y fue él quién se puso en contacto con Salud Pública. Luego vinieron los test (han pasado dos) y la cuarentena. Les dieron el resultado y ya están de vuelta (falta sólo la compañera que resultó afectada, que tiene la prueba este viernes). Lo de ayer, a las ocho de la mañana, fue «como una tercera reapertura». La del primer día del negocio, la de después del confinamiento y esta. «Tiene pinta de que esto va a ser muy habitual en muchos negocios. Sólo en una semana mira los casos que han ido saliendo», reflexiona mientras enumera la lista de locales que también han tenido que cerrar. «Yo estaba muy tranquila, me he sentido bien todo el tiempo y tenía la tranquilidad de que habíamos seguido todos los protocolos de distancia, uso de mascarillas, limpieza... Tenía muchas ganas de volver a trabajar, los clientes nos están animando mucho y estoy contenta», explica Tatiana Vargas, una de las camareras.
Y sí, están contentos por volver. Sobre todo por los mensajes de apoyo. «Los que han venido nos han dado la enhorabuena, nos dicen que nos han echado de menos y nos felicitan por haber sido responsables. Incluso, que se sienten seguros porque saben que, si pasa algo, tomamos decisiones». Pero la realidad es la que es. Vienen de tiempos complicados y esto ha supuesto otro obstáculo «que ya ha repercutido y que te genera las dudas de lo que pueda repercutir en los próximos meses», insiste el propietario. De entrada, en estos días se ha esfumado el 30% de los ingresos de uno de los mejores meses del año (más allá del género perdido). Han estado de baja, «y esas cosas en otro año no se notan, pero ahora cada euro de menos que entra en la caja sí que se nota».
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En las primeras horas hubo «poca clientela». En eso también influye que casi no tuvieron tiempo de reavisar de la reapertura. El lunes noche estuvieron limpiando y desinfectando «con los productos que se recomiendan» a puerta cerrada y ayer vivieron una jornada normal. «Hay que transmitir seguridad y confianza a los clientes. Esa es la clave». Y, de hecho, él optó desde el principio por una política de «transparencia». Avisó de lo sucedido en redes sociales desde el primer momento y ha dado «todas las explicaciones» que le han pedido a amigos y clientes. No oculta las llamadas que ha recibido estos días. «Un cliente que me dijo que estaba preocupado y que se iba a hacer la prueba por su cuenta, aunque no fuera necesario». Otro que le pedía información porque «estaba operado varias veces del corazón». Incluso, «alguno que decidió voluntariamente ponerse en cuarentena aunque le explicamos que no tenía que hacerlo». Cuenta, de hecho, que le han transmitido que el caso ha repercutido en negocios cercanos al suyo.
«Porque -añade- por mucho que tú digas y trates de dar todas las explicaciones, hay gente que no se fía de lo que diga Sanidad y tiene miedo» -tanto, que ayer una vecina mostró su malestar cuando el fotógrafo tomaba las imágenes que ilustran este texto-. En ese sentido, González cree necesario que Salud Pública mejore sus protocolos. Que sean más claros. «Entiendo que están en continuo estudio y que tienen mucho trabajo, pero a los protocolos les falta mucho. Dejar claro qué hay que hacer cuando hay un positivo en un negocio, porque ahora ves que unos locales cerramos y otros no. O resolver mejor el tema de la baja y el alta, que cuando te den el resultado negativo tengas ya el alta sin esperar un día más. Yo he optado por ser transparente porque he entendido que era lo mejor en este caso, pero igual he creado una alarma innecesaria. No lo sé. Por eso quiero que se mejore el protocolo, porque sé que a mí y a otros nos volverá a pasar esto y no quiero estar perdido como me he encontrado».
Cabe recordar -y es un dato importante- que al Phantom nadie le ha dado la orden de cerrar. Si hubiera contado con personal que no hubiera tenido contacto con la compañera que dio positivo -y, por tanto, sin obligación de pasar la cuarentena-, el local podría haber estado abierto atendido por esos camareros. Lo mismo que el Riomar (Castro Urdiales). No hubo ninguna orden de cierre (sí de cuarentena de los posibles contactos). Es un caso similar y, «si todo va bien», ellos volverán a abrir con normalidad «este jueves».
Lo explica su propietario, José Miranda. Ayer mismo se hicieron por la mañana la segunda prueba y están a expensas de recibir los resultados (les han dicho que será hoy). «Dimos todos negativo en el primero y todos estamos bien, sin síntomas, así que no esperamos que haya ningún problema en esta segunda». Más aún, la camarera que dio positivo le transmitió ayer que había dado también negativo en el segundo de los test (a ella le tocaba unos días antes), un motivo más para pensar -eso comentaba el propietario- que no habrá ningún problema.
«Si es así, hoy por la tarde pondremos todo en marcha para preparar todo y mañana ya abriremos como un día normal con la idea de volver a trabajar, que es lo que queremos», asegura Miranda, que no oculta -como sus compañeros del Phantom- que su preocupación ahora es cómo responderá la clientela.
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