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En el Parlamento, ahora que acaba el año y es tiempo de regalos, podrían plantearse editar una guía informativa para ayudar a los invitados a entender quién se lleva con quién y quién ya no se lleva. Se parecería a un 'Falcon Crest' con agravios y discusiones en el seno mismo de cada familia. Sería, sobre todo, una guía de cicatrices. Porque, a falta de mucho interés en el debate (ya estaba todo dicho y las votaciones decididas), la única gracia que ha tenido la sesión de hoy ha sido ver cómo sangran las heridas en los grupos. En eso, ahora, Podemos se lleva la palma.
Verónica Ordóñez no asistió y entregó su baja médica en el Parlamento. El lunes no quiso sentarse junto a José Ramón Blanco –denunciado por ella, de vuelta tras su propia baja y con una dimisión a medias–, que hoy ha intervenido en el hemiciclo dos meses y medio después de su última vez. Un polvorín. Pero los morados no son los únicos que escenifican sus problemas.
El consejero Sota (PSOE) –imputado en el 'caso Sogiese'– tuvo que salir a dar explicaciones a los periodistas por la polémica con el Instituo de Finanzas tras intervenir desde el atril y su compañera Real, consejera de Sanidad, sigue en la diana política de toda la oposición por el asunto de los contratos en el SCS. Con los dos diputados que en su día eligieron los cántabros para Ciudadanos sin ni siquiera mirarse y las viejas y nuevas guardias del PP que no se juntan ni en la cafetería, sólo queda uno. Revilla ayer fue casi el primero en llegar. Cuando entró a ocupar su escaño antes de arrancar la sesión estaba medio vacío. Fue como si quisiera coger buen sitio para asistir a la función. Le iban a aprobar las cuentas y, encima, sin problemas al girar la cabeza para ver a los regionalistas. Un día redondo para él.
En las caras se palpó durante la mañana que el debate no tenía mucho recorrido, más allá de recordarse estas trifulcas internas. «No se ponen de acuerdo ni para ver quién viene al Pleno», le dijo Rubén Gómez (Ciudadanos) a los diputados de Podemos. Por poner un ejemplo ilustrativo de la sesión. Lo otro, el Presupuesto, pasó sin pena ni gloria por los discursos. Sin 'chicha' a estas alturas, con todo negociado. Con el pacto hecho. Por no haber, hasta el runrún tan habitual –y tan poco educado– en los asientos, se fue apagando según avanzó el debate. Hubo diputados que llegaron tarde, ausencias, idas y venidas, escaños vacíos durante un buen rato...
Blanco cruzó unas palabras con su compañero Bolado poco antes de salir al atril. La última vez fue en el Pleno del uno de octubre. Habló entonces de la anchoa y respondió al PP sobre una propuesta para retirar impuestos. Un par de días después participó en la comisión de control y seguimiento sobre la ejecución presupuestaria. Hoy ha regresado al micrófono del hemiciclo. Defendió la posición de su partido, sí. Pero fue algo menos vehemente que otras veces, también.
En la barra de la cafetería del Parlamento se comentó eso y, en general, que la sesión transcurría plana. entre bostezos. «Dile a Ansola –el dibujante de este periódico que analiza a diario la actualidad regional– que a ver si nos saca un día a nosotros. Porque en la política cántabra, o sales en el Ansola o no eres nadie». Eso comentaba la camarera mientras servía cafés a los diputados. Fue, con mucho, lo más divertido de la mañana.
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Rocío Mendoza | Madrid, Lidia Carvajal y Álex Sánchez
Álvaro Machín | Santander
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