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Cuando Valdecilla se acerque a los cien hospitalizados por covid -actualmente está en 40-, mantener en funcionamiento el resto de la actividad asistencial como hasta ahora será «complicado». Es la cifra límite que rompería la convivencia con el virus «en el gran pulmón para ... la pandemia», como lo describe la gerente del Servicio Cántabro de Salud (SCS), Celia Gómez, y que marcaría el paso a la fase dos de un plan de contingencia diseñado para dar respuesta rápida al repunte brusco de ingresos y que en el cuarto y último escalón -al que la gerente confía en «no llegar nunca»- entraría en juego habilitar el Palacio de Exposiciones para hospitalización, como en los momentos más críticos de la pandemia hizo Madrid en el pabellón de Ifema.
«Ahora estamos en la fase uno y tendríamos margen de crecimiento de posibles ingresos», garantiza. En concreto, Valdecilla dispone de 67 camas covid (a las dos plantas iniciales en la séptima de las Tres Torres, ha añadido recientemente una tercera), Sierrallana ha liberado 70, de las que sólo tiene ocupadas nueve; Laredo ha habilitado 35 (ahora tiene siete hospitalizados), aunque «sin posibilidad de crecer más»; y Tres Mares, que ahora atiende a un infectado, podría reconvertir sus 40 plazas para enfermos de coronavirus si fuera preciso. Sin contar las del hospital de Reinosa, el SCS dispone en estos momentos de 172 camas en plantas de aislamiento para covid, «de las que están ocupadas una tercera parte». Gómez admite que «la presión es alta», aunque «aún tenemos margen».
Una impresión que comparte el gerente de Valdecilla, Rafael Tejido, que se muestra optimista tras la caída del ritmo de contagios de los últimos días. «El efecto de esa tendencia decreciente que se está viendo en los datos de incidencia tarda un par de semanas en notarse a nivel hospitalario, igual que nos ocurrió cuando subió». Hace justo un mes, Valdecilla contaba con una veintena de pacientes afectados por covid-19, un número que llegó a triplicarse. Y sin incluir en el recuento a los enfermos considerados como 'casos probables', que comparten la patología clínica, aunque no han dado positivo en las pruebas PCR. Con ellos se activa el mismo protocolo de aislamiento y las medidas de protección (EPI) del personal sanitario que para los positivos confirmados. Una precaución aprendida en los comienzos de la pandemia, cuando esos cuadros en principio ajenos al SARS-CoV-2 se demostraron como focos invisibles de contagio. Ese grupo de pacientes con sospecha de covid, aunque la PCR no lo pueda confirmar (una veintena, según los datos facilitados desde el SCS), ingresan también en las zonas de aislamiento.
«Desde el principio, cada hospital destinó unidades específicas para covid separadas del resto», recuerda Gómez, una división imprescindible para evitar la propagación del virus en el propio circuito hospitalario. Pero además hay que tener en cuenta a aquellos pacientes que ya han negativizado el virus, y por tanto salen de las estadísticas oficiales que reflejan la incidencia del coronavirus, pero que continúan precisando cuidado hospitalario por las secuelas de la infección.
El cálculo que expone la gerente del SCS es que «a día de hoy, sólo el 5% de las camas de hospitalización están ocupadas por enfermos de covid». En el caso de Valdecilla, que es el que concentra el mayor número, ese porcentaje se acerca al 8%. Lo que implica que el volumen del resto de patologías es diez veces superior. Maneja un volumen de 590 pacientes entre las Tres Torres y el Edificio 2 de Noviembre. Y eso que, ante el repunte de casos de comienzos de septiembre, se potenció la cirugía mayor ambulatoria (CMA), que se operan y reciben el alta en el día, precisamente para liberar camas ante el posible pico de ingresos. «Si se confirma la tendencia a la baja del virus, volveremos a recuperar más cirugía general y menos CMA», apunta Tejido.
Por su parte, Sierrallana, que cuenta con 250 camas de hospitalización convencional operativas (incluidas ahí las 70 de las unidades de aislamiento), tiene ingresados a 141 pacientes por patologías diferentes al coronavirus. Muy lejos aún de las circunstancias que se vivieron en marzo cuando en cuestión de días hubo que vaciar los hospitales, suspender toda la cirugía no urgente y las consultas, para volcarse en la asistencia al aluvión de casos covid.
«La situación ahora es razonablemente tranquila», subraya Celia Gómez, aunque en sus manos tiene los planes de contingencia de los diferentes centros que recogen cómo actuar en caso de que el virus obligue a saltar de fase. «Cuando en el mes de mayo realizamos la evaluación de todo el proceso, entramos en la etapa de transición para ir recuperando toda la actividad ordinaria paralizada. Y el reto era hacerlo conviviendo con el virus», explica. Con una premisa: remontar el parón en las cirugías, ya que para entonces la lista de espera quirúrgica estaba disparada, con casi 12.000 pacientes pendientes de pasar por quirófano (1.300 más que en el balance de diciembre) y una demora media que pasó de golpe de tres a cinco meses.
Las Gerencias de los hospitales confirman que «este verano se ha operado más que nunca». En Sierrallana entre julio y agosto se han realizado 1.106 intervenciones, un 8% más que en el mismo periodo de 2019. Y ello, además, «pese a tener un plan de vacaciones importante para disponibilidad de efectivos críticos en otoño y de haber mantenido un sector covid-19 dotado y abierto», destaca el gerente, Pedro Herce. El balance de Valdecilla apunta también una mayor actividad quirúrgica, con 1.611 pacientes intervenidos en julio, frente a los 1.498 del mismo mes de 2019 (supone un 8% más) y 1.530 en agosto, un 5% por encima del año anterior (1.449). Y siempre con un cribado previo de PCR.
Asimismo, cada día pasan por el edificio de Valdecilla Sur una media de 2.000 pacientes para consultas presenciales, a los que hay que añadir los que acuden a pruebas diagnósticas. En lo que respecta a las urgencias hospitalarias, «aunque van aumentando», apunta Gómez, «son menos» que el año pasado a estas alturas. «Alrededor de un 20%». Y, por tanto, los ingresos derivados de ellas, también son inferiores. Ahí la excepción es Laredo, con una carga similar al del final del verano pasado. Tejido señala que «donde más se ha notado el aumento de la presión últimamente ha sido en la urgencia pediátrica, con entre 70 y 80 niños al día, cuando la media ronda el medio centenar». De hecho, uno de los proyectos en los que ya trabaja el hospital, y que espera tener concluido «antes de que finalice el año», es habilitar un pabellón para la atención pediátrica de cuidados intermedios, «dotado con doce camas».
En cualquier caso, con lo que no contaba ninguno es que la nueva curva de contagios, que esperaban de cara al otoño, empezara a dibujarse de forma tan pronunciada en pleno verano. No obstante, pese al notable aumento de casos registrado, sobre todo en agosto, lo cierto es que la repercusión a nivel hospitalario se ha producido de forma paulatina y sin saturación, debido a la alta proporción de pacientes con cuadros de infección leve o incluso asintomáticos. Cabe apuntar que la mayor capacidad de test diagnósticos ha permitido en esta segunda ola identificar la cara de la pandemia que en la primera quedó oculta porque entonces las PCR sólo estaban al alcance de los pacientes con criterios de ingreso y del personal de los colectivos esenciales en contacto estrecho con el virus.
La propia evolución de la pandemia marcará los pasos a dar en los hospitales, pero la gerente del SCS destaca que «vamos a mantener la actividad ordinaria hasta el límite». Si aumentara la demanda de ingreso covid este otoño, la fase dos del plan de respuesta contempla llegar hasta las 312 camas de hospitalización (de ellas 42 de UCI). En ese caso, Valdecilla volvería a recurrir al Hospital de Liencres, que aportaría cien camas, y Sierrallana ganaría otras 35. Ahí el primer problema se presentaría en Laredo, donde «se comprometerían las cirugías», porque no tiene más capacidad de hospitalización covid que la dispuesta ahora (35). «En ese punto se empezaría a notar el impacto en la actividad quirúrgica, también condicionada por la demanda de UCI», advierte Gómez.
Si con ello no basta, la fase tres del plan llegaría a habilitar hasta 600 camas, pero conllevaría la reconversión de los hospitales, como ocurrió en el estado de alarma, y limitar la actividad no covid a lo urgente y no demorable. Desde las Gerencias reconocen los aprietos de las últimas semanas como consecuencia de la falta de personal, al coincidir las vacaciones (concentradas principalmente de julio a septiembre) con la segunda oleada de covid. Celia Gómez admite que, «de momento, los hospitales aguantan la presión asistencial, aunque está siendo complicado mantener la actividad». Y pone como ejemplo «las dificultades de encontrar personal de enfermería, tanto en hospitales como en Atención Primaria. Esperamos que con el fin del periodo vacacional y los permisos se pueda ir normalizando la situación».
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