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Hosteleros y comerciantes de Santander respiraron aliviados el pasado miércoles cuando el ministro de Sanidad, Salvador Illa, se plantó frente a la petición casi unánime de las comunidades autónomas para adelantar el toque de queda a las 20.00 horas para reducir aún ... más la interacción social y frenar la oleada de contagios. Hacerlo requiere un cambio del actual decreto de Estado de Alarma. «Hubiera sido la estocada final para muchos negocios que tratan de sobrevivir estos tres primeros meses del año como pueden», zanja Agustín Ordejón, representante de los comerciantes del Casco Viejo de Santander.
Las restricciones acumuladas a lo largo de este fatídico 2020, la crisis económica y el miedo, que es el peor enemigo del consumo, obligarán cuando finalice este primer trimestre de 2021 a bajar la persiana a un buen puñado de profesionales. «Pero si le añadimos más limitaciones, como el hipotético adelanto del toque de queda a las 20.00 horas, pues ya apaga y vámonos. No hay nada que hacer», señala Ordejón.
No es, en su opinión, una medida que tenga mucho sentido sanitario. «Hay que pensar que la gente está saliendo por la mañana. Por las tardes Santander está muerto. No hay nadie, y por eso se vende también mucho menos. No creo que las tardes sea el momento de mayor contagio».
Agustín Ordejón- Casco Viejo de Santander
Sergio Gómez - Bar 'Grog'
David García - Anged
Cosa diferente ocurre con el sector hostelero, porque es precisamente a partir de las ocho de la tarde cuando mucha gente acude a alguna de las terrazas abiertas en la capital cántabra para reunirse y tomar algo. «A mí, si me cierran a las ocho, me quitan el 20% del negocio que tengo ahora mismo, que ya ha quedado reducido a un irrisorio 30%. Si hubiera ocurrido, habría tenido que cerrar», aclara Sergio Gómez, propietario del bar 'Grog', en la calle Lope de Vega. «Seamos sinceros, esta forma de trabajar no da para hacer dinero. Nos sirve para no cerrar definitivamente. Digamos que preferimos trabajar y perder 2, que quedarnos en casa perdiendo 10; pero esto no hay quien lo sostenga», explica el hostelero.
Gómez protesta porque «no llegan las ayudas que nos prometieron y nadie que conozca las ha cobrado aún» y porque «nadie explica bien qué sentido sanitario tendría este hipotético cierre a las ocho de la tarde». «Se supone que el impacto de la Navidad se habría dejado ya notar pasados 15 días de las fiestas». ¿Tiene sentido recrudecer las restricciones o habría que esperar a ver la evolución? ¿Es la hostelería la principal culpable de los contagios? Son preguntas que se hace también Víctor García, propietario del bar 'Covers' (Río de la Pila) y 'Lo que diga la rubia' (Pasadizo de Zorrilla). «Ya nos obligaron a cambiar el estilo del negocio cuando nos reconvirtieron a la tarde, cerrando a la gente en casa a las diez. De haberse cumplido lo de las ocho, pues hubiera sido directamente como acabarnos de enterrar», señala.
Y lejos del centro de la ciudad, en la periferia, las grandes superficies aún se lamen las heridas tras el primer fin de semana de cierre y ahora suspiran también con alivio al ver que podrán seguir abriendo entre semana, más allá de las 20.00 horas. «No es cuestión de entrar a valorar una medida que no se ha llegado a tomar, pero todo hace daño, como el cierre obligado de los fines de semana. Sobre todo porque no tiene sentido, porque si hay un lugar que es seguro, donde se están tomando medidas de todo tipo para garantizar la seguridad, es en los centros comerciales», certifica David García, representante de la Asociación Nacional de Grandes Empresas de la Distribución (Anged).
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