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Si el estallido de la pandemia hubiera dado tiempo a elegir el punto del mapa regional en el que pasar el confinamiento y adaptarse a la forma de vida impuesta por el covid, muchos pequeños núcleos rurales enclavados en verdes valles o entre montañas escarpadas, ... donde reina la tranquilidad y escasean los vecinos, se hubieran llenado. A toro pasado, se pueden enumerar los pocos destinos que han vivido alejados de los contagios –los 59 habitantes de Tresviso o los 135 de Tudanca pueden presumir de ello– y también los más golpeados por el covid –aquí la lista es mucho más larga, con 569 personas que han perdido la vida entre la primera ola y la cuarta–. Los del primer grupo, además, por su tamaño, van a tener la fortuna de alcanzar la ansiada normalidad –una más parecida a la que el coronavirus se llevó de cuajo– antes que el resto. La ventaja de ser pocos y de tener una población más envejecida, sobre todo cuando es la edad el criterio que establece el orden de prioridad para el pinchazo anticovid.
Allí la campaña de vacunación avanza más rápido. Es por eso que al menos siete municipios de la región que cumplen esos criterios están ya rozando el porcentaje de la inmunidad de grupo (70%), al superar la barrera del 60%. A la cabeza, con el 87,7% de sus habitantes con la primera dosis puesta –la mitad de ellos, con las dos– se sitúa Tresviso, que ha logrado mantenerse libre de covid durante toda la crisis sanitaria, tal vez ayudado por sus 907 metros de altitud. Le sigue Lamasón, que tiene al 68,2% de sus 269 vecinos ya protegidos con la inyección inicial (un 36,3% ya tiene la pauta completa). En este enclave de la comarca de Saja-Nansa, además, sólo se han registrado trece casos positivos en toda la pandemia.
Tatiana Iglesias - Enfermera del valle del Nansa
Borja Ramos - Alcalde de Santiurde de Reinosa
Desde el botiquín del pueblo, la farmacéutica Ana Alba destaca «lo contenta que está la gente ahora que ya se ve el final de verdad. Estaban deseando que les vacunaran». Y lo mismo percibe en Tudanca –allí ya ha recibido el primer pichazo un 62,2% de sus habitantes (el 28,8%, las dos)–, donde regenta la farmacia y tiene su casa, con la ventaja añadida de que «no ha habido ningún positivo en todo este tiempo –el único caso registrado es de una persona que estaba empadronada pero no vivía aquí–». La vacuna ha supuesto «mucha más tranquilidad, ya no sólo para los vecinos, sino para sus familias. Hay gente que recibe los fines de semana a los hijos, que viven en Santander, Torrelavega o incluso fuera de Cantabria, a los que durante largas temporadas no han podido ver», dice Alba.
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Una ilusión de la que es testigo cada día Tatiana Iglesias, enfermera del valle de Tudanca y Polaciones. «La gente está como loca por vacunarse, los mayores sobre todo. Ahora que hemos empezado con el grupo de 40 a 49 años, vemos que incluso los que tienen más dificultades para ajustarse a nuestros horarios de vacunación por sus trabajos, hacen todo lo posible para venir, cambiando turnos a compañeros... Y se interesan por qué vacuna es después de puesta, 'por si me preguntan', dicen». El nivel de rechazo, «mínimo». «Algunos de los que dijeron al principio que no, después se han arrepentido y los hemos repescado», añade la enfermera, que reconoce las dudas entre la población cuando las noticias las protagonizaban los cambios de AstraZeneca.
A nivel organizativo, para llegar hasta la situación actual «ha habido días que ha ido muy bien y otros que no tanto, en los que hemos tenido que reaccionar sobre la marcha, pero no se ha tirado ni una dosis», resalta. La ventaja de los pueblos pequeños es que «todo el mundo se conoce y la gente estaba preparada con los teléfonos». Para recibir la llamada y la mayoría también para hacerse «la foto del 'histórico' momento del pinchazo y mandársela a la familia».
«Al principio, con la gente más mayor fuimos un poco más lentos, a los encamados que tuvieron que desplazarse al centro, que dependían de que les pudieran traer sus familias, les pusimos la inyección en el aparcamiento, sin salir del coche, pero después hemos cogido ritmo... y ahora porque nos han frenado con el envío de dosis, pero hay muchas ganas de vacunarse y de intentar llegar a la normalidad», declara esta enfermera de Puentenansa. Precisamente, Herrerías es otro de los núcleos que ha llegado al 64,2% de vacunados. También Cabuérniga ha sobrepasado ese 60% en los últimos días.
Los otros dos términos que sobresalen en el mapa de Cantabria por la proporción de dosis administradas se localizan en la comarca de Campoo. Se trata de Pesquera (63,5%) y Santiurde de Reinosa (67%) –entre los dos sólo suman 15 menores de 16 años–, aunque este último guarda peor recuerdo de la pandemia, con 84 casos positivos entre los 255 habitantes censados. El motivo, el foco desencadenado en la residencia de mayores en la primera ola de covid. «De aquella fueron unos 64 contagios –precisa su alcalde, Borja Ramos– el resto se han dado en núcleos familiares en diferentes momentos», los más recientes fruto del rebrote de la enfermedad que afectó a Reinosa y su comarca el pasado abril. «Tiempo atrás te cruzabas con alguien y se guardaban las medidas de seguridad, ahora, con la vacuna, hay más tranquilidad», opina Ramos, que espera que lo vivido ayude a apreciar las virtudes del mundo rural y eso se traduzca en que «se asiente más población» en estos pueblos.
Inmersa en la campaña de Campoo-Los Valles, se encuentra la enfermera Laura Gómez, que ha observado que «las ganas por vacunarse han aumentado a medida que bajamos la edad de los grupos». Y allí, donde la campaña no para ni sábados de domingo –se vacuna en Tres Mares– esta semana ya tienen citados a los de 47 y 46 años. «La gente está deseando volver a la vida de antes, que nos hace falta», dice el alcalde. La vacuna es el camino y Cantabria ya va por la mitad.
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