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Algunos clientes se lo habían advertido ya. «Ojo, Jacobo. Cuidado con lo que haces con el dinero de mis padres, que esto no lo veo claro», cuenta una de ellas que le dijo hace meses. Un matrimonio de Burgos, medio en broma, solía comentarle lo mismo, pero de una forma mucho más gráfica. «Como me la juegues –apuntaba el marido tras las reuniones– vengo con la escopeta de casa». Pero el paso decisivo fue otro. Lo que llevó al exempleado de Novo Banco a acudir a la Fiscalía para confesar unas presuntas irregularidades fue una importante operación que destapó el pastel. El cliente creía contar con el capital para ejecutarla. Varios millones. Pero para todas las partes –incluido el banco– se hizo evidente que no disponía de ese capital. Ahí, Jacobo Vidal se sintió acorralado y acudió a la Fiscalía. Para confesar, a su manera. Achacó todo a «malas inversiones» y mostró su intención de reparar el daño con su patrimonio. Para todos los juristas consultados, una estrategia que, entienden, estaba ya preparada tiempo atrás.
13 de febrero: Vidal, descubierto, acude a la Fiscalía para poner los hechos en conocimiento de la Justicia
21 de febrero: El Diario destapa la presunta estafa y el asunto corre como la pólvora por toda la ciudad
2 de marzo: Es el día de la comparecencia para fijar las medidas cautelares que se aplican a Jacobo Vidal. El fiscal pidió prisión preventiva evitable con una fianza de un millón de euros. La juez decidió mantenerle en libertad, sin pasaporte, con los bienes embargados y obligado a presentarse ante la Justicia una vez por semana
Su abogado fue el primero en acudir a la Justicia. A partir de ahí, todo se precipita. Poco después (el 13 de febrero), el propio Vidal declaró ante el fiscal y le llevó los papeles que harían referencia a los 76 afectados y a un agujero de unos cincuenta millones de euros. Por los despachos de los bufetes santanderinos el asunto corrió como la pólvora. Eso se extendió a la ciudad entera cuando, el día 21, El Diario Montañés publicó la primera información sobre el caso. Muchos de los afectados se enteraron por el periódico. En ese momento, no daban crédito. El asunto, con las sucesivas informaciones, fue la comidilla de Santander. El día 26 el Juzgado de Instrucción Número Tres asumió el caso e inició las diligencias patrimoniales sobre los bienes de Vidal. Movimientos, embargos... La juez inició también una investigación para aclarar si pudo darse además un delito de blanqueo de capitales. Para rastrear las pistas del dinero. Además, ese mismo día se acordó la comparecencia para las medidas cautelares (se fijó para el pasado lunes, día 2 de marzo).
Y aquí llega otro de los datos que aún no había trascendido. Porque, según pudo saber este periódico, entre las medidas cautelares solicitadas por el fiscal estaba la petición de cárcel y de una fianza de un millón de euros para evitarla. La juez optó, finalmente, por mantener a Jacobo Vidal en libertad, aunque le retiró el pasaporte, fijó el embargo de sus bienes y le obligó a presentarse una vez por semana ante la Justicia. ¿Por qué no le envió a prisión? En su auto, la magistrada entiende que hay «indicios de criminalidad y autoría», pero también que no concurre «ninguno de los fines exigidos para la adopción de la prisión» provisional. Ni riesgo de fuga (se autoinculpa y se le embarga el patrimonio) ni de destrucción de pruebas (entrega los documentos).
Las fuentes jurídicas consultadas destacan, además, otro aspecto. En el origen de la acción del juzgado están las víctimas y el dinero que han perdido. La fianza, pese a lo que pueda parecer, sería un dinero que, como fin último, no iría a parar en ningún caso a reparar el daño (cosa en la que sí, aunque no alcancen, redundarían los embargos).
Esas mismas fuentes son las que, profundizando en los movimientos de Vidal, ven una estrategia clara de sumar atenuantes de cara a suavizar al máximo una posible condena. Algo a lo que, obviamente, tiene derecho, pero que, a su juicio, estaría premeditado desde mucho tiempo antes de que esa operación millonaria fallida que le deja al descubierto le ponga contra las cuerdas. Sus movimientos en los últimos tiempos demostrarían esa idea, explican los expertos consultados. Y eso les permite augurar por dónde irá su línea de defensa: incidir en su colaboración con la Justicia, tratar de desviar toda la responsabilidad posible hacia el banco y, si puede ser, evitar que se concrete que hubo un delito de estafa. Que todo fueron «malas inversiones».
El Caso
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Álvaro Machín | Santander
Guillermo Balbona | Santander
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