Jóvenes varones, el perfil que sufre las zambullidas fatales

Entre los últimos episodios ocurridos en la región, recuerda el de un turista accidentado «en el entorno de La Magdalena hace un par de veranos» y otro, más reciente, de «un surfista, que no fue tanto por zambullida sino más bien por un golpe de mar», pero con fatal desenlace también. Este tipo de sucesos habitualmente se dan en jóvenes, a los que les cambia la vida en los escasos segundos que dura el salto al agua. El Hospital de Parapléjicos de Toledo, centro de referencia nacional (CSUR), registró en 2022 ocho ingresos con lesión medular traumática causada por zambullida, casi todos con resultado de tetraplejia, al verse afectado el cuello.

«Todos fueron hombres, con edades comprendidas entre los 16 y los 47 años, con un promedio de 24,9 años, edad sensiblemente inferior a la de cualquier otro subgrupo de pacientes con lesión medular de causa traumática», como explicó Antonio Juan Pastor, director médico del Hospital de Parapléjicos, en el lanzamiento de la campaña 'Con cabeza sí, de cabeza no', impulsada junto con la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (Sermef), la Federación Nacional Aspaym, Cruz Roja y la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo. «El 75% de los pacientes que ingresaron en nuestro centro por esta causa se lesionaron al zambullirse en una piscina, es decir, en un medio aparentemente controlado». El resto fueron en playas y en un pantano.

La prudencia es la medida preventiva más eficaz para evitar consecuencias indeseables: «Debemos asegurarnos previamente de la profundidad real y tirarnos siempre con las manos por delante», subraya Mayte Gallego, presidenta de Aspaym. No hacerlo de cabeza pero tampoco de pie estilo palillo ni dando volteretas o giros. Y descartar las zambullidas desde demasiada altura. Sin embargo, pese a las recomendaciones, «año a año vemos cómo estos accidentes de terribles consecuencias se deben no solo a una falta de prudencia, sino a un exceso de confianza». Por eso, insisten en la necesidad de concienciar del peligro de sufrir daños irreversibles.

López de Munaín señala que «a la pérdida de movilidad de extremidades, se suman otra serie de secuelas importantes, como disfunciones en esfínteres (micción y defecación) y en la actividad sexual, escaras, dolor e, incluso, en las lesiones a nivel cervical puede verse afectada la función respiratoria, lo que implica la dependencia de un respirador de por vida». Desde la Sociedad Española de Rehabilitación apuntan que «en el mar o en el río, cuando el agua está turbia y no se ve el fondo, puede haber una rama o una roca oculta», al tiempo que «se ha de tener en cuenta que las olas y las corrientes pueden cambiar la distancia al fondo, aunque nos bañemos dos días consecutivos».

Ante un accidente de este tipo, recuerdan que «hay que sacar a la persona a tierra y ponerla en una superficie rígida. Es importante mover el cuerpo en bloque para que no se produzcan lesiones a nivel del cuello y no mover la columna (de lo contrario las lesiones que son incompletas pueden acabar por hacerse completas). Comprobar que puede respirar y, si no puede, liberar su vía aérea».

El Servicio Cántabro de Salud deriva al Hospital de Parapléjicos de Toledo a seis lesionados medulares al año por las diferentes causas, incluidas las médicas (tumores, metástasis, infecciones que acaban afectando a la médula espinal...), que suelen tener mejor pronóstico que las traumáticas.