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En el aparcamiento subterráneo de Calderón de la Barca una familia le preguntaba con acento francés al chico de la garita por la salida más ... próxima al Centro Botín. No andaba la cosa para lejanías. A esa hora, fuera, estaba cayendo una buena tromba de agua. Fue un jueves santo y mojado. Un día de turismo de capucha, de maletas bajo la lluvia. Porque turistas hay muchos –la Asociación de Hostelería habla de una ocupación en estos tres días clave de la Semana Santa de entre el 90 y el 92% en Cantabria–, pero lluvia, hoy, también. Fue, según los meteorólogos, el único día pasado por agua en esta semana de ocio para muchos. Así que a los que eligieron Cantabria les tocó hacer visitas «a cubierto». A los turistas ayer se les reconocía por el chubasquero.
«El turista del siglo XXI ya viene con todo programado. Sobre todo, si son dos o tres días. Hoy están preguntando si el comercio está abierto, pero, en general, ya vienen con todo hecho», comentaban en la recepción de un hotel de El Sardinero. A pie de calle les daban, más o menos, la razón. «Ya vimos que llovía en el teléfono, por internet. Veníamos sabiéndolo». Eso lo decían dos matrimonios de Córdoba, mapa en mano, recién salidos de la Oficina de Turismo de los Jardines de Pereda. «Primero veremos la catedral y luego vamos a la estación de autobuses para ir a Comillas o a Santillana. Hoy visitaremos pueblos y estos días, ya sin llover, estaremos por Santander». Durante la mañana, 205 personas pasaron por ese punto de información y por el que hay en El Sardinero. Para los días de lluvia recomiendan Palacio de La Magdalena, Anillo Cultural, Centro Botín, Museo Marítimo, Mupac... La consecuencia, un cartel de completo ayer en todas las visitas del Anillo y casi setecientas personas en el Palacio en los dos últimos días.
A los hosteleros cántabros no les gustó escuchar en los informativos esa frase generalizada para todo el país de que esta Semana Santa estaría pasada por agua. Al menos no aquí. Mala cosa para atraer a los turistas. Ayer llovió en Cantabria, sí, pero el agua se despedirá hoy de la comunidad autónoma y en Aemet no la vuelven a pintar en el mapa durante todo el fin de semana.
Hoy se irá marchando desde primera hora y en la previsión no se incluye ni para el sábado ni para el domingo. De hecho, si se cumplen los pronósticos de la Agencia Estatal de Meteorología, el sol tendrá mañana mucho más protagonismo que las nubes. Cabezón, Torrelavega y Potes marcan las máximas de este viernes con temperaturas que oscilan entre los 20 y los 21 grados (santander se quedará en 18).
Serán, en principio, jornadas apacibles con un claro acento primaveral.
«El miércoles nos tocó visitas a descubierto y hoy, bajo techo». Eso lo decían un par de mujeres mientras paseaban por el claustro de la catedral. Madre e hija. «Somos de Ceuta y venimos haciendo una ruta con parada especial en Santander porque mi madre vivió aquí hace 46 años y quería darle una sorpresa». Una buena historia. Fueron a buscar la vivienda familiar de entonces, en la calle Alta, «pero la han echado abajo». «Sí que se nota que lloviendo viene más gente», explicaba el vigilante en la puerta del templo. «Buscan refugio». Lo decía mientras explicaba que entrar cuesta un euro por persona –y más de uno se daba la vuelta–.
Allí había un goteo de visitantes. Como en el autobús turístico, a cubierto. «Es malo y bueno. Ven que llueve y piensan que pueden ver la ciudad sin mojarse». En la puerta, le explicaban las condiciones a un grupo familiar. Cinco adultos y dos niños. De Ávila y de Sevilla. «Mira, mejor nos repartimos». Unos, con los críos, al bus. Otros, para no pagar tantas entradas, a seguir paseando bajo la lluvia. A buscar refugios. En eso se ha convertido para los turistas la 'visera' del Centro Botín hacia el mar. Foto sin mojarse. «Ya sabíamos que iba a llover y no nos importa, que somos gallegas». En concreto, provincia de Ourense. Eran dos jóvenes y andaban sacando panorámicas. «Hemos venido hasta aquí para empezar el viaje y ahora vamos de ruta hacia Galicia por toda la costa. Llegamos el miércoles por la noche, fuimos a cenar y vimos la zona vieja y en un rato cogemos el coche y nos vamos para Santillana y Comillas».
Por allí, en torno al edificio de Piano (en torno porque están dentro, fuera, en la cafetería, por las pasarelas...), pasaba todo el mundo. Cuatro japonesas con paraguas tardaron un rato en encontrar la puerta y un grupo de Costa Rica venía caminando junto al monumento a la reconstrucción tras el incendio con unos llamativos chubasqueros de colores. «Lo veíamos venir y estábamos preparados, pero vamos, que en nuestro país también llueve». Venían de Bilbao, estaban en Cantabria hasta hoy, y continuaban hacia Santiago de Compostela. «Es como hacer el camino, pero en carro. Hoy toca seguir conociendo lo que se pueda con este día». Pura vida, que dicen por allá. «No teníamos un rumbo fijo y nos hemos enterado de la lluvia mientras veníamos», comentaba una familia de Barcelona que se hospeda estos días en Isla. «Hoy, Santander y lo que nos deje la lluvia».
Lugar a cubierto, lugar con turistas. En Correos mismo, junto a los buzones, al final de las escaleras. La parte a resguardo servía de parada para explicar la visita a un grupo numeroso. Esos puntos secos contrastaban con las vacías calles del centro en los momentos de más lluvia. Que si meterse a alguna de las tiendas abiertas, que si tomar un café, que si tiramos a un museo... Algún valiente se veía. Mochila, chubasquero y –ojo– chanclas siguiendo las señales del Camino de Santiago por Calvo Sotelo.
Siguiendo el recorrido habitual de los visitantes, no andaba el día para Gamazo (sí para echar unas horas en el Marítimo, allí mismo), pero resultaba sorprendente ver una hilera de paraguas paseando por la avenida de la Reina Victoria. Mucha gente para tanta lluvia. Incluso, ya en la zona playera, las orillas estaban salpicadas de paseantes mojándose los pies (y la cabeza).
«Bueno, que mañana –por hoy– ya no llueve». Eso se escuchó mucho. Alegría. Incluso, los que llevan ya varios días por la región (del sábado pasado al miércoles, la Asociación de Hostelería asegura que la ocupación ha sido del 60%) andaban encantados con el tiempo hasta ahora. «Nos ha hecho muy bueno, la verdad». Lo explicaba una señora que, al acabar, se echaba la mano a la camiseta. «Es que ahora mismo –reconocía– estoy calada».
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