Lenta marcha hacia la normalidad
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Los árboles urbanos que veo a uno y otro lado del balcón están cada vez más frondosos y dan una alegría nueva a las calles. Cuando comenzó el confinamiento estaban tan desnudos como mi terraza. El parque de Tomás y Valiente es ahora un espacio más verde y más bonito. En cambio el parque que había sobre los garajes de Nueva Montaña ya no existe y lo sustituye esa herida abierta que intentan restañar los operarios de la empresa constructora. Las obras se han reanudado con el regreso de las actividades no esenciales, pero bajo mínimos, con avances casi imperceptibles. ¿Qué ven ustedes desde sus ventanas? Si observan algo noticiable llamen a El Diario. Lucía, Rocío, Alfredo y Juan, quien esté de turno, atenderán su llamada y nos harán llegar el mensaje. Y el mecanismo de recogida, comprobación y relato de la información se activará una vez más.
No está siendo sencillo casi nada en esta coyuntura de excepción. Informar correctamente tampoco lo es. Requiere de un esfuerzo extra precisar lo que ocurre cuando las fuentes oficiales y el propio Gobierno central, erigido en mando único de la crisis, tienen dificultades para gestionar los datos de la pandemia y para comunicar con una sola voz sus decisiones. Los ministros del PSOE y los de Unidas Podemos han trasladado mensajes contradictorios sobre la renta mínima vital en gestación, y el de Sanidad tuvo que admitir el descontrol en la toma de datos de las comunidades autónomas, sin igualdad de criterio en el registro de infectados y fallecidos. Ha dictado una orden para corregir la situación después de más de un mes del inicio de la cuenta de casos.
Todos cometemos errores, incluidos los periodistas, cómo no. El Gobierno de Pedro Sánchez, seguro, entre otras cosas porque le toca decidir, pero también la oposición. Pablo Casado ha olvidado que, además de señalar las meteduras de pata del prójimo, hay que reconocer las propias para no reincidir e incluso ayudar a remediar las ajenas, sobre todo si el Estado está en situación de emergencia.
Nosotros perseveramos en la tarea de ser fedatarios y analistas de lo que sucede. La dificultad para obtener datos fidedignos de lo que ocurría con el coronavirus en las residencias de mayores de Cantabria nos obligó a activar el plan B habitual en un periódico cuando no responden las fuentes oficiales: buscarnos la vida. Estar separados no es impedimento para trabajar en equipo. Dani Martínez, Laura Fonquernie y Mariana Cores se repartieron la tarea de llamar uno por uno a todos los centros de atención a personas dependientes. Al final el Icass publicó una lista con las cifras, pero ellos ya habían hecho su labor. Así pudimos ofrecerles el viernes el detalle de contagiados y fallecidos en cada una de las 79 instituciones, que sumaban 750 infectados entre usuarios y empleados. Entonces los muertos en residencias eran 73 y representaban el 53% del total de víctimas del Covid-19 en la región.
Las comparecencias del Gobierno central han mejorado con la incorporación de las preguntas directas de los periodistas, que asomaron el sábado en videoconferencia a través de la pantalla en la que también los veía Pedro Sánchez. Pero pueden participar un máximo de diez por turno y sin opción de repreguntar o de decirle al presidente que no ha respondido a la cuestión. Poco contestó Sánchez, que insiste en alargarse. No se salió de su guion, que era anunciar la prolongación del estado de alarma hasta el 9 de mayo y la relajación de las condiciones de encierro para los niños a partir del 27 de abril. ¿Sobre los detalles solicitados? «Aún no estamos en condiciones de responder», «está por decidir», «lo estamos estudiando». Sólo averiguamos que la «desescalada» del confinamiento será «asimétrica» y por territorios, y que los niños que podrán salir, en principio, son los menores de 12 años, pero «habrá que escuchar al comité científico». La única certeza es que nos espera una «lenta marcha hacia la normalidad».
Tenemos para largo. Lloverá y volverá a escampar. La mañana del sábado fue cálida y luminosa. Por tercera vez en 35 días pude salir a tomar el sol a la terraza. Muy agradable ahora que escasea y que no quema. Mis huesos lo piden. Los oí crujir de agradecimiento. Hablaban entre ellos: «Ya era hora». «Así, sí». Hubo fiesta en la cadera derecha. Una vez confirmado que, ¡ay!, ahí hay un edema agudo de la médula ósea, vamos a trabajar coordinados mis huesos, mis músculos y yo. Ya lo conseguimos con la cadera izquierda. Como nueva. Si podemos sumar o no un fisioterapeuta al equipo, «lo estamos estudiando», que diría Sánchez. Y en esta «lenta marcha hacia la normalidad» contamos con las supermuletas. Chemi Pelayo, que nos envía a todos cada día mensajes de ánimo y en defensa del «periodismo de verdad», dice que les ponga nombre. No sé: burretas, amuletas, ortopatas, turbomuletas, pataletas... Le daré vueltas. Otros hacen crucigramas.
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