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Leo Harlem atravesó el pasillo central de camino al escenario. Su entrada fue una de las grandes sorpresas de la noche.

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Leo Harlem atravesó el pasillo central de camino al escenario. Su entrada fue una de las grandes sorpresas de la noche. Javier Cotera /Juanjo Santamaría
Anuario de Cantabria 2022

Leo Harlem y un ambientazo

El popular cómico apareció, por sorpresa, para cerrar la gala e hizo reír con su monólogo viajero a un público que abarrotó el Palacio de Exposiciones y recuperó el espíritu de la fiesta del Anuario de Cantabria

Álvaro Machín

Santander

Viernes, 21 de abril 2023, 07:19

Irrumpió. Apareció por el pasillo central de camino al escenario y, al escuchar su voz, más de uno de los invitados se giró sorprendido. «Anda, si es Leo Harlem». Tras ver a Roboto y saber que los dos campus universitarios más veteranos compartían el premio Cántabro del Año, la presencia del cómico como guinda de la gala completó el capítulo de las sorpresas. Y no defraudó. El público rio a carcajadas –que falta nos hace– y el propio Harlem dio paso al cóctel con un pequeño truco de magia. «Un, dos, tres...», antes de abrirse una gran cortina al fondo del Salón Sardinero del Palacio de Exposiciones. La noche recuperó la esencia de otras tantas noches de Anuario, después de unos años marcados por la pandemia. Un lleno absoluto, corrillos, encuentros y el ambientazo de la gran cita social de Cantabria.

«Esta gala es espectacular», dijo aún por el pasillo. Harlem contó –y es cierto– que suele venir a Santander en vacaciones y valoró, con su estilo, el trabajo en equipo que se hace en El Diario Montañés. «Eso es bonito. Yo soy un desgraciado, soy autónomo... El niño autónomo no coge ni piojos». Más aún, para enlazar con uno de sus famosos monólogos –el de los viajes–, se ofreció al periódico como «corresponsal». Sin destripar sus chistes (que aunque uno los haya escuchado antes, ver al cómico en directo ofrece un aliciente añadido), contó sus peripecias por Estambul, Dubai, el Amazonas, la Antártida o Inglaterra. Venga, uno: «Japón está muy lejos. Me tuve que afeitar en el avión tres veces». Habló de Benidorm y, por supuesto, de Santander –«cada vez que vengo la veo mejor»– y de una Cantabria «infinita».

«Disfruten del cóctel y que tengan una velada inolvidable». Última frase del artista leonés tras el juego de la cuenta atrás con la cortina. Ahí, el Salón Sardinero quedó completamente a disposición de los invitados. Estar allí también suponía un retorno, porque la gala volvió al Palacio de Exposiciones de Santander después de celebrarse en otros escenarios (el de Festivales o el de Deportes, por ejemplo).

Los corrillos

Tiempo de cóctel. Servido por el servicio de catering del Balneario de Puente Viesgo. Quesos, ibéricos, salmorejo y delicias como un «saquito de bacalao con crema de pimiento rojo». El menú es un pretexto para el encuentro social, para ese tiempo complementario a la gala del Anuario que forma parte de la tradición de su puesta de largo. Un punto de reunión pausado.

Porque pocos eventos en Cantabria son capaces de reunir a tantos –y tan distintos– sectores de la sociedad regional. Sirva un ejemplo con la política. En los corrillos se pudo ver dialogar a representantes de todos los partidos con presencia en el Parlamento o a concejales de diferentes ayuntamientos –y de distintos colores–. Un diálogo distendido, ajeno a la batalla habitual y a la previsible contienda dialéctica de las próximas semanas con motivo de las elecciones. Puede, de hecho, que sea la última ocasión antes del paso por las urnas en que todos los protagonistas del 28M (o casi todos) compartan espacio. Los comicios fueron tema recurrente de conversación. Con menciones durante la propia gala y otras, menos públicas, en las conversaciones informales entre los invitados. Del «tiene usted mi voto seguro» de una invitada a una candidata (da igual a quién se lo dijeran) al «a esos no les voto por nada del mundo» (da igual a quién se lo dijeran). De todo hubo.

Obviamente, la educación –y también la cultura, directamente implicada– jugó un papel decisivo durante la noche con el reconocimiento a la Universidad de Cantabria y a la Menéndez Pelayo. El trabajo en equipo del que hablaron sus rectores desde el escenario estuvo reforzado por la presencia, justo, de un amplio equipo de ambas instituciones. A ellos les tocó, en esa hora de los saludos y los encuentros, recibir las felicitaciones.

Retorno con fuerza

De eso va precisamente esa segunda parte de la noche del Anuario de Cantabria. Saludos, encuentros, corrillos, conversaciones, algún que otro cotilleo (es inevitable). La política, la universidad, la cultura, el mundo empresarial, el deporte, los medios de comunicación... Todos mezclados. Iniciar una charla con el pretexto de comentar el chiste de Leo Harlem, lo que pesa la escultura de José Cobo Calderón para el Cántabro del Año (que es una joya y que, de verdad, pesa), lo 'chulo' que era el robot que acompañó a los presentadores (Roboto fue uno de los asuntos estrella) o alguno de los cientos de temas que recoge el Anuario.

«Parece mentira que hace sólo dos años estuviéramos como estábamos». Otra frase que se escuchó mucho entre grupo y grupo. Y muy cierta. Porque la noche sirvió para retomar el hábito, para ser como fue siempre. En 2020 no fue, en 2021 sí hubo acto del Anuario pero no fiesta, y en 2022 se recuperó lo que se pudo de la normalidad. Pero esta vez, con algo más de setecientas personas en el salón y muchas ganas de reencontrarse, la cita que organiza El Diario Montañés recuperó plenamente su esencia.

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