Marian Villa, enfermera en Meruelo y vicepresidenta del Colegio de Enfermería
«Llegaron 10 chavalitos y se pusieron a limpiar la casa: nos echamos a llorar»Secciones
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Marian Villa, enfermera en Meruelo y vicepresidenta del Colegio de Enfermería
«Llegaron 10 chavalitos y se pusieron a limpiar la casa: nos echamos a llorar»La valenciana Marian Villa (vicesecretaria del Colegio de Enfermería de Cantabria, 32 años afincada en esta región) vivió en directo por teléfono hace una semana cómo se anegaba su casa familiar en el pueblo de Aldaia, uno de los más afectados por la DANA en ... Valencia. Su hermana Clara la llamó para contarle que estaba achicando agua y Marian empezó a oír por el móvil cómo los vecinos la alertaban -«le gritaban sal de ahí, venga, venga»- y la cántabra de adopción se agobió: «Ella me decía que no llovía y yo ahí me di cuenta de que venía una gorda».
Todo esto, en el coche, circulando por la calle Castilla de Santander con el manos libres. «Mi hermana hizo caso y salió, pero estaba tan nerviosa que se dejó el móvil conectado y yo lo fui oyendo todo. A ella la acabaron cogiendo de una verja a la que se agarró y la subieron a un primer piso. Desde ahí vio cómo los coches se amontonaban y cómo la presión del agua reventó la puerta de entrada de la vivienda».
Villa atiende a El Diario Montañés y advierte: lo han pasado muy mal, pero no quiere que este artículo sea un drama «porque ya vemos la luz y todos los días nos decimos que salimos de esta». Salen, sostiene, porque «los voluntarios, los vecinos y la ayuda llegada de toda España» les han empujado para arriba.
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Pero vayamos al principio. Al tomar conciencia de la magnitud de lo que pasaba, la enfermera -destinada al SUAP de Meruelo- voló a su pueblo de origen y, aunque de aquí ya llevaba imágenes en la cabeza, llegar fue «horroroso. Estar aquí es mucho peor de lo que imaginas». Al entrar en el domicilio, una planta baja, constataron la ruina. «Hemos tirado todos los muebles salvo la parte de arriba de los de la cocina y dos camas». La pérdida es irreparable. Aquella era la casa de sus padres («menos mal que ellos no están y no han tenido que vivirlo») y han debido deshacerse de «recuerdos de viajes, álbumes de fotos... Es muy doloroso ir sacando tu vida e ir tirándolo todo al contenedor».
Ahora, lo que realmente quiebra la voz a Marian Villa es pensar en la gente que ha ido a ayudar desinteresadamente: «Se te metían 10 chavalitos jóvenes en casa sin decir nada, con escobas y cubos y se ponían a sacar afuera el lodo. Nos echamos a llorar. Me emociono al pensar en ese momento. Ha sido lo mejor».
En parte gracias a ellos, el barro ya no coloniza su vivienda y no se pasan todo el día mojadas. Además, tienen luz y agua aunque las manos sigan «tan hinchadas que no podemos doblar». Marian relata que se pasan el día limpiando y, para comer y cenar, se acercan a alguno de los puntos donde reparten comida gratis. «Nos dan lentejas, sopa y purés riquísimos». Productos de primera necesidad no faltan: a su localidad han llegado camiones de Barcelona, de Cáceres, de Teruel y de Albacete «y tenemos una colección de fregonas, lejías y mascarillas. Que sepa todo el mundo que la ayuda humanitaria está llegando a la gente».
Con el paso de los días han ido mejorando los ánimos. «Al principio, mirabas alrededor y pensabas: no vamos a poder. Pero ahora hay buen humor y aunque estamos agotadas, sacamos fuerzas y nos reímos. Cuando nos restablecieron la conexión a internet nos pusimos a bailar».
Sanitariamente, la profesional no ha visto grandes problemas, aunque «el barro ya huele a pútrido». «El presidente Mazón ha recomendado que nos vacunemos del tétanos... A ver, ¡si no hay centro de salud ni vacunas!».
Lo que no cesa es la solidaridad entre pares. «Le contamos a una conocida que dormíamos sin puerta de entrada y ella nos dijo que su hijo es albañil en un pueblo al que no afectó la DANA. Su hijo Borja nos mandó a Sergio, que tardó tres horas en llegar. Buscó una puerta y nos la instaló haciendo toda la obra. Para nosotras, Sergio ya es como de la familia».
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