La lluvia ahoga el comienzo de la Navidad
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La mala climatología castiga al centro de Santander y empuja a vecinos y visitantes a las superficies comerciales el primer sábado de diciembreEl encendido de la iluminación anunció el viernes la llegada de la Navidad y alumbró el camino a recorrer en un mes, diciembre, del que los ciudadanos esperan lo mejor procurando que esa aspiración no les salga por un ojo de la cara. Sin embargo, ... esas luces no brillan lo bastante como para sacar a la gente de casa por sí mismas. En Vigo, o en Manhattan, tal vez. Pero aquí, en Santander, pues no. Además de una buena iluminación hace falta también una buena climatología y ayer, sábado, eso no se dio.
La lluvia, a ratos intermitente, y el frío, por momentos intenso, deslucieron el primero sábado de un diciembre de estreno al que en ese sentido, el meteorológico, no se le puede pedir otra cosa. Desapacible, muy desapacible, la tarde dio poco de sí en las calles de Santander, en las céntricas y, por supuesto, en las periféricas, donde el ambiente navideño se percibió en espacios puntuales. Y no fue en los comercios, precisamente. Casi en la práctica totalidad, escasos clientes y contadas compras.
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Quien no se decantó por un sábado de manta, sofá y película -o partidos del Mundial de Qatar en el caso de los más futboleros- sino por echar un vistazo a la ciudad, buscó refugio para su ocio en apenas un kilómetro a la redonda, que es el que va del Ayuntamiento a la plaza de Pombo pasando por la Porticada y su frontal, Alfonso XIII.
En esos cuatro escenarios es donde han echado el ancla algunas de las atracciones de la época más del gusto de grandes y chicos; el árbol y el Belén, tan tradicionales a los pies del Consistorio, la pista de patinaje sobre hielo, siempre concurrida y ayer se diría que a temperatura ambiente, el popular mercadillo navideño, que ha trasladado sus abalorios a la vieja plaza de José Antonio, y el Santander Foodie, un encuentro gastronómico al que ayer se acercó, abrigado hasta las cejas, el chef Jesús Sánchez, entre otros.
Aunque muy a duras penas, esos reclamos sostuvieron en pie la actividad en los comercios de las principales calles de la capital, donde la Navidad se resiste a entrar o aún lo hace con cierta timidez de la mano de los clientes más previsores.
«Yo ya estoy comprando los regalos de Reyes, no quiero que luego me pille el toro», dice Pili, que busca en la segunda planta de Zara «algún jersey, un bolsito, un complemento...». En la primera, Iván, que ha salido a comprarse unos zapatos, acompaña a sus hijas a mirarse un poco de ropa. «Nosotros somos de Santander y nos gusta comprar en el centro, más que en las grandes superficies comerciales», dice el hombre, que, como la inmensa mayoría, busca aquello que necesita mirando de reojo la cartera. «Los precios han subido mucho y el salario no se puede estirar», se lamenta.
Ese, el cuidado de su bolsillo, es el denominador común entre quienes entran a una tienda con la idea de comprar, que no siempre son todos.
«La gente se corta más», admite Emilia, empleada de Pikolinos. «Está un poco retraída, pero quizá eso sea porque acabamos de salir del 'black friday' y aún quedan muchos días por delante para hacer las compras navideñas», explica la dependienta de la tienda, que, no obstante, confía en que el macropuente que se avecina traiga a Santander visitantes con ganas de gastar.
Como por ejemplo Manuel, un canario de vacaciones en Bilbao que ayer se acercó a la ciudad para pasar el día con su esposa. «Yo, de momento, ya me he comprado un paraguas», dice. Ahora es el turno de su mujer, que busca en La Vèlo «ropa diferente a la que puedo comprar en Canarias». De abrigo, vaya.
O Jon Ander, un joven bilbaíno que ha disfrutado del sábado en la capital cántabra acompañado en su caso por su pareja. Han entrado en Sfera «buscando los regalos de Navidad» aunque midiendo muy bien lo que van a gastar en las compras «porque, en general, está todo carísimo. Pero no solo la ropa, ¿eh? Los alimentos, el combustible... La vida en general».
Algo que, sin embargo, no parece afectar, o al menos no demasiado, a los comercios de marca, donde la clientela habitual sigue comprando cueste el producto lo que le cueste.
«Nosotros tenemos clientes fijos, clientes muy fieles a la marca, que siguen entrando como lo han hecho siempre», dice Sofía, la encargada de Roberto Verino. «Es verdad que no 'revolotea' tanta gente como antes», afirma la chica refiriéndose a los que entran, miran, remiran, requetemiran y se marchan casi sin decir adiós, «pero los clientes habituales continúan entrando y comprando», afirma la empleada.
Con ella coincide la responsable de Scalpers, Judith, que atiende a una clientela que busca «la calidad del producto por encima de todo porque no tiene problemas económicos y se lo puede permitir».
Coincide en eso y en algo más, que en los días como el de ayer, lluviosos, frescos, desagradables, «la gente se tira a las grandes superficies comerciales porque allí están más protegidos y lo tienen todo a su alcance».
El Corte Inglés es un buen ejemplo. Hasta arriba de gente a media tarde de ayer, el centro comercial todavía no se ha zambullido plenamente en el ambiente navideño.
Sí, ya ha instalado en la plazoleta su Tienda de Navidad, donde se venden todo tipo de artículos ornamentales propios de estas fechas. Sin embargo, todavía no ha encendido su imponente árbol navideño, que verá la luz, o la dará, en este caso concreto, mañana lunes.
«Nosotros hemos venido a dar una vuelta», explica Paula, arrastrada por sus hijas hasta la sección de juguetes. «Pero no tenemos mayores pretensiones», dice. «Quería sacar a las niñas de casa un rato y con el tiempo que hace... ¿Dónde podíamos ir?». Pues eso. A protegerse de la lluvia y el frío bajo el techo de un centro comercial, el plan de todos los que ayer se quitaron la manta, se levantaron del sofá, apagaron la televisión y salieron a ver si es verdad que la Navidad ya está aquí.
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