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Al hablar de comercio es inevitable que venga a la cabeza la imagen de aquellas prósperas calles comerciales hoy convertidas en páramo de locales en alquiler. Los datos del sector hablan del cierre de 1.738 establecimientos en Cantabria en seis años (de 2015 a ... 2021), y de la pérdida de 2.400 empleados sólo en 2022. Pero muestran también un escenario nuevo y cambiante, con jóvenes que han sustituido la tienda por el móvil a la hora de hacer sus compras, frente a un consumidor más mayor que sigue prefiriendo acudir al comercio local. Armonizar esa transformación es la difícil tarea que se plantea a Rosendo Ruiz, ahora al frente de la Dirección General de Comercio y Consumo.
–¿Esas calles comerciales llenas de locales vacíos reflejan la realidad del sector?
–El comercio es mucho más: el comercio local es una cosa, el de proximidad, otra, como la venta ambulante y las nuevas técnicas de venta online, que incluyen no sólo las plataformas que todos conocemos, sino también las que se hacen a través de TikTok, Instagram, Facebook... Está evolucionando de una forma muy rápida y las Administraciones no seguimos ese ritmo para poder dar soluciones a estas nuevas situaciones.
–¿Es irrecuperable ese terreno perdido por el comercio 'clásico'?
–Estamos trabajando en dos campañas específicas para los locales comerciales, tanto con el Ayuntamiento de Santander como con el de Torrelavega. La idea es poner en contacto a los propietarios de los locales con los emprendedores y estamos trabajando en cómo podemos darles una oportunidad a los emprendedores y, a la vez, dar una vida a los locales cerrados, a través de una intermediación, avalando durante un periodo de tiempo los pagos del alquiler... Los locales cerrados tienen un efecto pernicioso y llaman a que se cierren más locales. Tenemos que luchar para reducir esa tendencia.
–Antes, el monstruo del pequeño comercio eran las grandes superficies; ahora es internet.
–Es que es un paradigma en el que nos encontramos en comercio y consumo, con ese mercado en transformación: los adolescentes, nativos digitales, compran de una forma totalmente distinta a la del consumidor de más edad. Esos consumidores jóvenes cada vez van a ser más mayores, y los mayores cada vez van a ser menos. Tenemos que ver cómo abordamos la compra online, esa transformación digital que pedimos al comercio para que puedan utilizar esas nuevas herramientas. Y también estamos preocupados por la falta de confianza en el mercado por la aparición constante de fraudes en compras por internet, que retraen al consumidor, al nativo digital con un gran conocimiento del medio y, sobre todo, al consumidor maduro, que se siente inseguro.
–¿Qué se puede hacer?
–Tenemos que involucrar a todos los agentes –Administraciones locales, estatal y autonómica; Cámaras de Comercio, CEOE, asociaciones de comerciantes, Universidad de Cantabria...–, porque no podemos fallar a la hora de tomar decisiones. Para eso, hemos optado por diseñar los Consejos de Comercio y de Consumidores de Cantabria, que serán los órganos de colaboración conjunta de todas estas entidades. Fruto de ese trabajo se creará el primer Plan Estratégico de Comercio y Consumo: será la primera vez que vamos a determinar una serie de líneas en las que todos vamos a trabajar.
–¿Cómo se puede influir en el mercado?
–Se puede influir de dos maneras. Una, con las líneas habituales, que suelen ser subvenciones al comercio local, que se han venido utilizando después de la pandemia, sobre todo para que el consumidor vuelva a ese comercio. Pero creo que las Administraciones debemos establecer un diagnóstico de la situación del comercio y ofrecer soluciones que vayan más allá del corto plazo, a una transformación digital profunda del comercio de Cantabria.
–Pero un pequeño comercio no puede competir con el stock de un almacén, y pasará apuros para hacer frente a ese 30% de devoluciones que tienen las ventas online...
–En Cantabria hay modelos de éxito que son perfectamente extrapolables. El comercio tiene que adaptarse a estas nuevas fórmulas; si no, si vamos a seguir haciendo lo mismo, vamos a cosechar los mismos resultados.
–Según los comerciantes, una de las claves es sacar a la gente de casa. Si se quedan, el móvil, con su gran bazar, siempre está a mano.
–El sector de los centros comerciales está evolucionando a conceptos nuevos: hemos pasado del concepto de compra, de satisfacer necesidades, a otro relacionado con el ocio, y se está relacionando también con espacios de ciudadanía. Los centros son ahora más abiertos, y ofrecen ocio, gastronomía, servicios... Eso está muy relacionado con sacar al ciudadano de casa y hacerle partícipe de muchas cosas: ir al cine, pasear, actividades culturales, etc., generan muchas veces sinergias a la hora de comprar.
–Nos encontramos en plena campaña de Navidad. ¿Las ventas están cada vez más asociadas a momentos del año?
–Antes existían los periodos de rebajas oficiales, los sistemas de saldos y liquidaciones. Ahora se ha liberalizado todo el sector y las campañas promocionales no guardan relación con la estacionalidad. Pero sí es verdad que hay determinados momentos de ventas con picos importantes: 'black friday', la campaña de Navidad, los días previos a Reyes.... Hay momentos en que las ventas se producen de forma muy incentivada, pero no es como antes, cuando los periodos de rebajas suponían picos enormes durante el año. Con las campañas de vales y bonos se ha intentado desestacionalizar esta situación.
–Siempre se habla de lo que tiene que hacer el comercio, pero pocas veces del consumidor: si quiere que las calles comerciales estén animadas, con gente y tiendas, quizás debería comprar en ellas.
–El consumidor tiene la facultad de comprar en un sitio o en otro, y es un esfuerzo que quizás deberíamos pedir a los ciudadanos, porque si el comercio local no recibe el apoyo que necesita podemos quedarnos sin él, y después, donde antes teníamos cincuenta tiendas con una oferta importante, nos vamos a quedar con una más pequeña. Debemos tener claros los criterios de apoyo al comercio local por las sinergias que tiene con toda la ciudad, porque la riqueza del comercio local es riqueza circular en las ciudades.
–¿Y cómo se puede organizar el comercio en internet?
–Con internet han surgido mercados distintos que a mí me generan muchísima preocupación: adolescentes que compran a través de TikTok, de las redes de influencers, que utilizan medios de pago opacos y ajenos a los sistemas de pago normales, que renuncian a cualquier tipo de garantía, sin facturas, adquiriendo productos cosméticos, de alimentación... El mundo de la venta online ha generado unas expectativas y unas formas de atraer a los consumidores, sobre todos los más jóvenes, para las que la Administración no está aún preparada. A mí es la parte que más me preocupa, tanto desde el punto de vista del comercio como desde el de los consumidores más vulnerables. En la venta electrónica y en internet hay un peligro como el que tenemos en la calle: no podemos dejar la puerta física de casa abierta, pero tampoco la de internet. Los mecanismos de protección que tenemos en nuestra vida cotidiana no son los mismos que los que tenemos online, y ahora mismo esos mecanismos resultan muy deficientes.
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