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El 2 de junio de 1966 el tren del correo Santander-Madrid tenía entre sus pasajeros a Eleuterio Sánchez Rodríguez (Salamanca, 1942), a quien un número de la Guardia Civil había rebautizado como 'El Lute' años atrás, cuando un atraco con muerte en una joyería ... le llevó por segunda vez a prisión, la primera por un delito de sangre. La noche anterior le habían trasladado desde El Dueso a la Prisión Proivincial para que a primera hora partiera hacia Madrid a declarar en un juicio. Desde su asiento, miraba por la ventanilla el paso de los postes de la luz. Dos segundos entre uno y otro. Ese era el tiempo del que iba a disponer para saltar.
Antes del traslado, un preso anarquista le había dado una ganzúa casera que utilizó para forzar las esposas en un descuido de los guardias civiles que le escoltaban. Pasado Piña de Campos, en la provincia de Palencia, vio su oportunidad. Aprovechó que un niño rondaba por el pasillo para utilizarle como escudo, lanzarle contra los agentes y ganar el tiempo suficiente para ganar la puerta de emergencia y saltar del convoy. Esos dos segundos entre poste y poste. Cayo mal; se rompió el brazo y por un momento le llegaron a dar por muerto. Pero los guardias no saltaron tras él. Era, literalmente, jugarse la vida.
Si antes de la fuga el Lute ya era uno de los delincuentes más conocidos de España, aquella fuga le llevo en cuestión de horas al estrellato. Se habilitó de inmediato un enorme operativo para peinar la zona y encontrarle, ya fuera vivo o su cadáver, pero a pesar del dolor de su brazo roto se las había arreglado para incorporarse y alejarse muchos kilómetros del lugar. Caminando y alimentándose de lo que encontraba a su paso, generalmente verduras de algún huerto.
Andando por carreteras secundarias y caminos, siempre escondido de acecho policial, consiguió alcanzar la costa y orientarse hasta regresar a Santander, una ciudad en la que solo había estado dos veces y ambas esposado: para hacer noche en la Prisión Provincial de la calle Alta camino o desde El Dueso. Y allí buscó refugio al norte de la ciudad, en Cueto, en cuya escapada costa se escondió hasta que pasara el revuelo.
El plan se vino al traste cuando la vecindad le vio y alertó a la Policía, que peinó el barrio, en aquel momento todavía más pueblo que otra cosa, con extensos prados que le separaban del casco urbano de la zona. Pronto Cueto estaba poco menos que tomado por la Policía Armada y la noticia había corrido como el fuego de una mecha prendida por un Santander que apenas hablaba de otra cosa. A las pocas horas no había un solo cuetano; ni una sola cuetana, que no estuviera al día de que El Lute estaba en la ciudad, pero nunca le encontraron.
El motivo es muy sencillo. En realidad Eleuterio Sánchez nunca estuvo allí. La historia de la fuga fue cierta, incluido el despliegue policial al norte de Santander. Y de lo más mediática, para cólera del régimen franquista, que quedaba ridiculizado por un delincuente común con delito de sangre. Pero en realidad El Lute nunca fue hacia el norte. Al contrario, se dirigió al suroeste internándose en Castilla. Al principio caminando, después sobre una Vespa robada y alimentándose de lo que encontraba por el camino, sí, pero con rumbo a su Salamanca natal. Doce días después, la Guardia Civil consiguió dar con él y detenerle en la Dehesa de Casablanca, ya en la provincia de Zamora. Tanta expectación había levantado el suceso que la Benemérita pactó con El Caso una fotografía que se convirtió en icono, con varios números escoltando a un Lute con el brazo en cabestrillo. Había que lanzar el mensaje de que la policía del régimen funcionaba –lo de que había que temerla ya había quedado claro demasiadas veces–.
El 24 de noviembre declaró en la Audiencia de Palencia por otro puñado de delitos, el quebrantamiento de condena y los hurtos y robos que le sucedieron, que unir a su larga ficha, pero no regresó a Santoña. Escarmentado por el episodio, el régimen le trasladó al Puerto de Santa María, considerada entonces la prisión más segura de España, de la que tampoco tardó demasiado en fugarse. Fue en la Nochevieja de 1970. «Nadie lo había conseguido antes ni lo ha vuelto a conseguir después», se ufanaba.
Muchos años después, cuando en agosto de 1979 regresó a Santander con un permiso para participar como ponente en un curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, el propio Lute confirmó a El Diario Montañés que nunca estuvo en Cueto, sin saber precisar de dónde pudo surgir el rumor: «Muchas veces han dicho que estaba en dos sitios distintos el mismo día y la misma hora», se limitó a comentar mientras reía. De los testigos o presuntos testigos, ni rastro.
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