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En el contexto de esta cuarta ola que avanza inexorable al mismo ritmo que crecen los contagios, las conductas irresponsables e incívicas se hacen mucho más visibles en los jóvenes. Saltándose todas las restricciones de la crisis sanitaria, cientos de ellos se reunieron ... este pasado fin de semana en torno a los litros de alcohol en varios puntos de Cantabria. Los casos más escandalosos se dieron en Somo (Ribamontán al Mar) con una hueste de hasta 150 individuos;y también en Torrelavega, en la Viesca, con idéntica cifra de adolescentes ávidos de bebida y diversión.
Quedan por redes sociales, adquieren el alcohol sin mayores trabas pese a no alcanzar los 18 años en la mayoría de los casos, y montan estas fiestas que se convierten en una auténtica bomba de relojería para desatar múltiples cadenas de contagios. Hace tiempo que psicólogos y psiquiatras vienen advirtiendo de las consecuencias que comienzan a visibilizarse de la llamada fatiga pandémica. Afecta sobre todo a los más jóvenes, que en plena pubertad, necesitan una mayor interacción social. Y a esto se junta que serán los últimos a los que lleguen las vacunas. El problema está servido y, más allá de la vigilancia policial, poco se puede hacer para frenarlo.
«Es algo recurrente. Fin de semana tras fin de semana se reúnen en el monte, o en el paseo marítimo, y montan estas fiestas donde no hay ningún control», advierte José Ramón González, presidente de la Junta Vecinal de Somo, propietaria del monte de Arna, uno de los lugares donde crecen estos encuentros descontrolados. «Es un auténtico peligro en los tiempos que corren. Y luego es también porque hacen fuego en medio de toda la vegetación y lo dejan todo lleno de basura», añade.
Este último fin de semana, tras semanas en que se había repetido la misma acción, la Guardia Civil intervino con varias patrullas para sancionar a decenas de jóvenes porque la Policía Local del municipio, con sólo un agente, es incapaz de abarcar ese servicio. «Ha habido botellones en el monte y también en el paseo marítimo. Por lo que sé, la Guardia Civil ha puesto bastantes denuncias; aunque en el Ayuntamiento no tenemos el número. Esperamos que esta operación de los agentes sirva de disuasión para que vean que aquí van a estar vigilados», avanzó ayer la primera teniente de alcalde de Ribamontán al Mar, Araceli Colina.
En Torrelavega también tuvo trabajo la Policía Local, que disolvió reuniones en torno a las litronas de hasta 150 personas en el parque de La Viesca. «Todos los fines de semana hay movimiento de chavales bebiendo en la calle, pero este ha sido algo llamativo y no sabemos muy bien por qué», lamenta Pedro Pérez Noriega, concejal de Seguridad ciudadana.
Hubo también reuniones en La Pedrosa, donde se congregaron alrededor de 40 personas, y en la subida al cementerio de Geloria, con 15. Pero entre los tres enclaves, no hubo más de 10 denuncias. «Lo que se está haciendo mucho es apercibir y disolver. Prevenir, incluso, porque en cuanto llega la tarde y vemos que se empieza a reunir gente, actuamos, porque si no, luego se convierte en un correcalles», explica el edil.
A partir de la semana próxima se intensificará la vigilancia de estos espacios susceptibles de albergar este tipo de reuniones, «y se pondrá también especial atención en el control de los locales de ocio nocturno que no cumplen la normativa, que es algo que también nos preocupa mucho», avanza Noriega.
El botellón volvió también a desatarse en la tarde y noche del sábado en la capital cántabra. La Policía Local estableció 18 controles en playas, parques y las calles más habituales donde los jóvenes se aposentan para beber y firmaron hasta 36 denuncias. «No es que haya habido más que otros fines de semana. Es lo habitual, porque es un problema que no termina;tampoco en pandemia», indican fuentes del cuerpo. Yen los bajos del Rhin, en El Sardinero, la Policía Nacional puso punto y final a otra fiesta similar que terminó con los jóvenes huyendo a la carrera.
Por lo demás, el fin de semana fue más tranquilo. Sobre todo en algunos de los municipios costeros que de forma habitual reúnen a mayor número de personas llegadas de otras comunidades y que tienen segundas residencias en Cantabria. En Castro Urdiales, por ejemplo, la Policía Local formuló 11 denuncias por consumir alcohol en la vía pública y fuera del horario permitido por el toque de queda. Además, en Laredo, la fiesta se trasladó de la calle a un piso particular, donde los agentes no pudieron intervenir porque el propietario no abrió la puerta.
Todas estas infracciones, que están llevando a que la mayor franja de contagios se de entre la gente más joven, preocupan sobremanera a Sanidad.
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