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Cuenta un veterano empleado de hotel cántabro que, cuando los clientes llevan tres días viendo los cristales mojados o el cielo oscuro al correr las cortinas de la habitación tras levantarse, la leche empieza «a estar fría, la almohada dura y el ascensor, lento». Un ... clásico. Y eso es lo que está pasando estos días en la región. El tiempo aún no ha pasado página en el calendario y eso se está notando en las reservas y en la ocupación de los alojamientos. No es un descalabro y julio, a veces, tiene estas cosas. Pero la previsión turística era tan buena, que hay cierta decepción. Los datos son peores que el año pasado a estas alturas. Preguntando aquí y allá, el porcentaje de habitaciones ocupadas no alcanza, de media, el 80%. «Ha empezado flojo», repiten los hosteleros. Y buena parte de la gente que ha venido –que no es que sea poca– no sale en las cuentas. «Los alojamientos ilegales», repiten en el sector.
Siguiendo con los dichos populares, uno en la capital dice que hay tres tipos de días al hablar del tiempo. Malo (que llueve), bueno (que no llueve) y de playa. Pues bien, de los terceros, por ahora, muy poca cosa. «Es que todavía no ha hecho verano», comenta Emérito Astuy, del Hotel Astuy, en Isla. «Va flojo. Bastante más de lo habitual». Por el tiempo aquí «y por el de fuera». «No han apretado esas olas de calor durante diez o quince días que traen a la costa a la gente de Valladolid o de Madrid». Ese factor también es determinante y estos días se han sucedido los chaparrones por toda España.
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María de las Cuevas
El análisis de Astuy es significativo. «Vamos sobre un 15% por debajo de lo previsto. Estamos a un 70% y deberíamos estar rozando el 90%, aunque el balance se hace a final de año. Septiembre y octubre se están estirando últimamente y, por ejemplo, el septiembre de 2023 fue casi tan bueno como julio. El verano últimamente se está estirando por detrás, no por delante. Por eso hay que esperar para los balances», resume.
Queda claro, en todo caso, que la llegada de julio ha enfriado las perspectivas. La tabla que acompaña este texto es interesante. Recoge los resultados de una pequeña encuesta de la Asociación de Hostelería por zonas justo antes del fin de semana. Querían ver cómo andaba la ocupación para julio y agosto en base a las reservas. Los resultados no son muy distintos a los de la encuesta que publicó este periódico a mediados de junio, también elaborada desde la Asociación. Ha subido algo, sí. Pero no demasiado. Y tampoco este arranque de semana, ya julio, ha terminado de «romper».
«En junio hemos bajado un 7%. Hay que tener en cuenta que todos los fines de semana de junio ha hecho malo. Y también ha habido menos congresos. Hoy –por este lunes– estamos dos puntos menos que el año pasado y en agosto, aunque falta, estamos casi igual», explica Francisco Agudo desde el Santemar. En un hotel tan grande como este –350 habitaciones– un fin de semana de mal tiempo supone 40-50 habitaciones libres. «A estas alturas teníamos que estar llenos los fines de semana y por ahora no hay llenos», profundiza Agudo, que también le da importancia a las «olas de calor de Madrid y de Castilla». Las que hacen levantar el teléfono para reservar.
Sin dramas, pero por debajo. «Las reservas van más lentas que el año pasado y vamos un poco por debajo, pero si mejora un poco el tiempo, soy optimista», apunta Sergio Peón desde el Hotel Bahía.
El tiempo es el factor clave, aunque en las conversaciones con los profesionales del sector salen también otros aspectos. Congresos, reducción de pasajeros en el aeropuerto, subidas de precios de los billetes, los transbordos por obras en el viaje a Madrid, los atascos que se producirán (más) este año en el nudo de Torrelavega... «Todo suma».
«Y también los alojamientos ilegales, que son más que nunca», enfatiza Jesús Blanco desde la Asociación de Turismo Rural. «Si hay menos gente y muchos pisos ilegales, a menos toca». A su juicio, más que un mal arranque del verano –aunque reconoce que va «algo peor» que otras veces–, se han roto unas buenas expectativas. «Julio –explica Blanco– suele ser un mes que empieza flojo, que la primera semana va mal, que le cuesta y que luego empieza a mejorar. Lo que ocurre es que este año se esperaba mejor que el pasado. Las previsiones eran buenas, pero la niebla y la lluvia aquí han hecho que volvamos a la casilla de salida. Y está lloviendo por todas partes, así que se ha enfriado el ritmo de las reservas y de la ocupación hasta que esto coja vuelo y el calor empiece a apretar».
«No hay alarma por ahora», tranquiliza. «La segunda semana, posiblemente, sea mejor».
El IPC de mayo en el apartado de Restaurantes y Hoteles subió en Cantabria un 0,3% respecto al mes anterior y un 4,6% tomando como referencia el último año. Es el dato oficial. El último disponible. ¿Qué se encontrarán los turistas que busquen un hotel para estos días en la región? Repitiendo el ejercicio que harán muchos, una búsqueda en el portal Booking para una estancia del viernes al domingo (dos noches, la del 5 y la del 6) en Santander, oscila entre los 178 euros de un alojamiento de una estrella y los 530 en uno de la máxima categoría (la noche sale a 89 y 265, respectivamente). Los de tres o cuatro estrellas (algunos de los clásicos, en el centro o el Sardinero) varían entre 330 y cerca de 400 euros. La noche ronda entre 165 y 200. Y más búsquedas. Hay opciones en Laredo entre 180 y 441 euros (hay que insistir que son dos noches y para este mismo fin de semana), en San Vicente oscilan entre 210 y 380 y en Liébana hay habitaciones que van de 117 euros (es un hostal) hasta 324.
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