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María Sánchez (PSOE) tiró por la vía fácil. En su primer día grande en el atril del Parlamento, la consejera de Economía y Hacienda, defendió sus cuentas leyendo el discurso sin disimulo durante el debate de las enmiendas a la totalidad. Mejor no ... complicarse si, además, los nervios servían hasta para la broma interna de los parlamentarios cuando no existe la tensión del debate. La cafetería ayuda mucho para coger el tono a estas largas mañanas en el hemiciclo. Y allí, en tono afable, unos y otros se dicen a veces cosas más divertidas que en el atril. «¿Qué? ¿Nervios?», le decían los diputados populares cuando iba al baño entre sorbo y sorbo al café. «Venga, que la ponéis nerviosa», les contestaban desde su equipo (todo, en ese tono cordial). Cuando acabó su intervención la consejera recibió las felicitaciones de su jefe de filas, Pablo Zuloaga, y bebió agua. Las críticas de la oposición, ya en la refriega verbal y con menos simpatía, las encajó con una sonrisa continuada.
En esto de salir al atril cada uno tiene su estilo. Ayer quedó claro. Buruaga (PP) suele ceñirse a lo que lleva preparado, pero se lo aprende y apenas lee. Le alcanza, de hecho, para dirigir la mirada directa hacia el que se lleva el reproche. Tiene ya callo, aunque la acusen -sus oponentes- de poco original. Álvarez (Cs) juega con ventaja por sus años de escenario y también se 'suelta' con facilidad de los papeles. Es difícil encontrar una intervención suya en la que no deslice algo del gremio y ayer sacó a relucir a la bruja Lola. A Hernando (PRC) también le gusta meter alguna 'gracia', un punto original. Los veteranos lo saben y le esperan, porque siempre cae algo. Una cita, un ejemplo... Ayer quiso empezar con ello. Fue claro porque en el discurso que entregaron a los medios desde el PRC aquello con lo que empezó no estaba. Para describir la confusión, según él, de los críticos con las cuentas vino a decir que Buruaga acudió a una plataforma de contenidos para ver la serie Chernobyl y acabó, por error, bajándose Matrix. El tema le salió de aquella manera porque cuando se puso a hablar de los personajes -que si Neo, Morfeo, Trinity...-, Revilla le miró como las vacas al tren. Un «¿y este qué dice?» sin palabras pero cristalino para el que se fijara. El presi, en eso, no anda a la última.
Mención aparte merecen Noelia Cobo (PSOE) y Cristóbal Palacio (Vox). Son debutantes en esta legislatura y sus duelos prometen. A Cobo le gusta moverse en el papel clásico de una portavoz de la izquierda. Sin Podemos en la Cámara, se lo han puesto fácil porque no encuentra a nadie cuando señala con la zurda. Combativa en las formas, hasta vehemente, ayer puso tono de mitin (quizás para contrarrestar el carácter técnico de la consejera y echar algo más de gasolina a la mañana) y ese gesto de 'marcar la raya' en el suelo para alejarse de «el trío de derechas». Le saldrá mejor o peor -ayer con la mención a Andalucía de forma permanente se la puso para empujar a Álvarez con el 'caso ERE' en uno de los momentos más tensos de la jornada-, pero no se arruga. Y Palacio, desde el lado opuesto, tampoco. El portavoz de Vox fue el único que salió sin papeles. Unas tarjetitas de notas para no perderse a las que apenas miraba. Y mucha soltura ganada con los años de abogacía (es su profesión). Su tono es calmado -hasta costaba entenderle desde la zona de prensa porque hablaba algo bajo-, pero sin perder esa dureza que parece acompañar cada intervención del partido al que representa. Así, sin subir la voz, nombró a Hitler y se encaró con Zuloaga con el tema del dinero de los altos cargos frente al destinado a las mujeres maltratadas. Fue hasta irónico con sus silencios. Subió al atril, dijo la palabra «futilidad» y se quedó callado para ver si, como el día anterior, los socialistas les dejaban solos. Al ver que se marchaban sólo dos consejeros (y que sus compañeros seguían allí), retomó la palabra para decir: «A esto me refería, futulidad parcial». No hay que ser la bruja Lola -citando a Álvarez- para pronosticar que Palacio y Cobo van a calentar las sesiones desde el atril.
Tal vez sus duelos sirvan para que los señores diputados levanten la mirada de las pantallas de sus teléfonos móviles. No es nuevo, pero sigue llamando la atención. Caso real. Ayer, exactamente a las 10.19 horas (la sesión había empezado a las 10.00), 17 diputados estaban mirando su aparato durante la intervención que tocaba. Entre los 17 estaban los cuatro -todos a la vez- de la Mesa del Parlamento. Los dos que tiene a cada lado el presidente. Vale que no es Juego de Tronos -ya que Hernando sacó las series-, pero hasta en dos ocasiones se escuchó el tono del móvil de uno de ellos. Y eso está feo.
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