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Si uno se detiene en mitad de Las Rozas de Valdearroyo, lo sobrecoge la soledad. Sólo los coches que atraviesan el pueblo dejan claro que la vida continúa en un lugar que parece muerto. «En verano se recupera algo la actividad, porque todos vienen ... por el pantano. En todo caso es sólo julio y agosto. El resto del año, nada», critica Sergio Mantilla, un vecino de la localidad que ha acudido a la farmacia. Allí le atiende Olga Cacicedo y entre los dos mantienen una larga conversación porque quizá a lo largo del día no se encuentren con mucha más gente.
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«Falta trabajo, faltan instalaciones y por no tener, no tenemos bien ni internet. Más que banda ancha esto es banda estrecha», lamentan ambos. Así, dicen, es imposible que nadie acuda a vivir al pueblo. «Porque no se puede teletrabajar».
Población El municipio cuenta con 268 vecinos censados; aunque en verano la población se multiplica.
Economía La mayor parte de los vecinos trabajan fuera del pueblo, en Reinosa. En verano funcionan las empresas de ocio.
La falta de servicios es una demanda recurrente en estas zonas rurales; pero es que en este caso, además, supone un perjuicio económico para los pocos comercios que se mantienen con vida en el lugar. «Si el médico viene sólo un día a la semana, porque antes venía más días, lo que pasa es que la gente se va a Reinosa, que es donde los citan. Allí, cuando salen con la receta, compran los medicamentos. ¿Qué pasa? Pues que al final te encuentras con que la farmacia vende la mitad», lamenta la boticaria. Ante su afirmación, él asiente con la cabeza.
Olga Cacicedo | Farmacéutica
Sergio Mantilla | Vecino
Tan difícil está la vida en estos lugares que todo el mundo opta por trasladarse a Reinosa. «Allí hay industria, hay algo de trabajo. Aquí hay gente que ha montado empresas de deporte aventura, que tienen que ver con el pantano y que aprovechan el tirón del verano, pero es que sólo vale para el verano», explica ella.
Es ahora, a finales de junio, cuando el pueblo se transforma. Las casas vacías se habitan por familias que llegan para disfrutar del entorno. «Ojalá fuera siempre así, pero es sólo un espejismo». Para hacerse una idea de cuál es el latido diario del pueblo: «Aquí hay dos bares y sólo abren los fines de semana», cuenta Mantilla. A un lado queda apartada la estación de tren, que está completamente desangelada. Unos hombres desbrozan parte del prado que hay enfrente y hacen un poco de ruido. Si no, reina el silencio.
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José Carlos Rojo
El problema del despoblamiento de esta localidad viene de lejos, de un siglo atrás. «Antes de que estuviera el pantano aquí había industria, había vida. Este pueblo llegó a tener hasta 3.000 habitantes. Había minería, la vidriera; pero todo eso se perdió», recuerda el alcalde, Francisco Raúl Calderón. «Tuvo su boom industrial y luego se terminó. Si tuviéramos una empresa un poco fuerte, que sustentara la economía de unas pocas familias, podríamos repoblarnos, pero de lo contrario la única opción que tiene la gente se encuentra, como cerca, en Reinosa», concreta.
Como los otros tantos regidores de los 39 municipios que el Gobierno regional distingue con el riesgo de ser abandonados, Calderón confía en el trabajo del Consejo asesor puesto en marcha por Presidencia. «Lo que tenemos que hacer es ponernos de acuerdo para introducir medidas. Medidas generales para todos y concretas para cada sitio», concluye.
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