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Pasó dos meses en la UCI y apenas tiene recuerdos de la experiencia. Los que conserva están entre la realidad y los sueños. «Al ver a los sanitarios con los buzos, a veces creía que eran militares y que estábamos en la guerra», ... cuenta Jesús Ruiz, paciente de covid-19 que salió de la UCI de Valdecilla a finales de mayo. No estaba tan equivocado. Desde mediados de marzo, los sanitarios han protagonizado batallas diarias contra el coronavirus. Ayer, Jesús volvió a la habitación que le vio debatirse entre la vida y la muerte. Esta vez, para agradecer todo lo que habían hecho por él los sanitarios.
Llevó vino y anchoas de su tierra natal, Laredo, para el personal que se había dejado la piel para que él saliera adelante. «El mejor regalo es verte así de bien, estás muy recuperado», aseguró la supervisora del área de críticos, María Jesús Mantilla.
Jesús ingresó en la UCI el 20 de marzo y estuvo allí 56 días. Ayer volvió a ver su habitación, con decoración infantil en las paredes que revela que antes de la pandemia pertenecía a Pediatría. «Todas estas habitaciones se adaptaron para atender a pacientes con covid-19», explica una de las sanitarias del área. Durante esos dos meses Jesús pasó mucho tiempo sumido en la inconsciencia, donde mezclaba realidad y sueños. «Me parecía ver agua por todas partes. No podía beber agua y tenía sensación de sed todo el rato. Me parecía que salía de todas las máquinas y lo mezclaba con los dibujos de las paredes, de globos aerostáticos y ositos», cuenta el hombre. Cuando lo subieron a planta a finales de mayo «apenas podía mover las cejas». Había perdido mucha fuerza y no podía hablar ni andar. Ahora, prácticamente recuperado, se apoya discretamente en una muleta para caminar.
«Pero Jesús, ¡si estás estupendo!», exclamó Mantilla cuando le vio aparecer en el hospital. Al saber que iba a visitarles, todo el equipo se había reunido para recibirlo. Incluso los que estaban librando se acercaron para saludarlo. «No sabía si os iba a reconocer porque siempre os veía con el buzo puesto, pero me acuerdo perfectamente de vuestras miradas», afirmó Jesús en cuanto las vio. Iba acompañado de sus hermanos porque todavía no puede desplazarse él sólo. Y menos con la bolsa llena de vino y anchoas.
El hombre se sentía en deuda con los sanitarios por todo lo que habían hecho por él. Desde que le dieron el alta tenía claro que volvería para agradecérselo. Después de los dos meses en la UCI, pasó un mes más en planta y quince días en Santa Clotilde para hacer rehabilitación.
Sólo lleva una semana en casa, pero ya se veía con fuerzas de volver de visita. «Salí de la UCI entre aplausos. No tenía fuerzas para responder y me quedé con las ganas de devolverles esos ánimos, por eso he querido venir», cuenta el hombre. «Hubo momentos en los que temimos mucho por su vida. Poder verlo así, prácticamente recuperado, es algo que nos llena de satisfacción», añade una sanitaria del servicio. Después de ponerse al día con los profesionales de Medicina Intensiva, también visitó a los sanitarios de la planta donde pasó un mes más.
Jesús tiene 55 años y se dedica a la hostelería. Trabaja en un restaurante de Santander, pero aún desconoce cuándo volverá. Si bien ya ha mejorado mucho, apenas tiene fuerza en los brazos y en una pierna. Como estuvo dos meses sin poder moverse, sus músculos se han resentido mucho y está a la espera de que le citen para rehabilitación.
Cuando salió de Valdecilla estuvo dos semanas en Santa Clotilde, donde realizó algunos ejercicios. «Podía hacerlos desde casa, así que pedí que me dejaran irme». Aunque vive en Santander, ahora está en Laredo junto a su hermana y su madre. «Todavía no puedo valerme por mí mismo, así que prefiero estar con ellas hasta que esté mejor».
A la espera de que le den cita para hacer rehabilitación en Laredo, pasea junto a su familia para ir recuperando la fuerza perdida. Ya ha avanzado mucho. Cuando salió de la UCI, recuerda que apenas podía mover los brazos. «Si necesitaba rascarme la cara, tenía que coger una pajita para poder llegar porque era incapaz de levantar tanto los brazos». Tampoco podía hablar ni caminar. Ahora, pasea con la muleta. «El otro día me recorrí toda la zona antigua de Laredo. Llegué muy cansado a casa, pero satisfecho». A falta de fortalecer más los brazos y uno de sus pies, está casi recuperado. «¡Estás estupendo, Jesús!» fue una de las frases que más escuchó ayer.
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