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Ninguna persona de Cantabria que se precie de culta debería dejar de leer la biografía de Marcelino Menéndez Pelayo escrita por el historiador de nuestra ciudad Mario Crespo López, que ha publicado hace unos meses la Institución Alfons el Magnànim (Valencia). Yo no podré decir ... que sea el acontecimiento editorial del año en Cantabria, pero sí dudo mucho de que en esta temporada se haya dado a luz ningún otro libro relacionado con nuestra historia que iguale en interés y calidad a este título del profesor Crespo López.
Las biografías o los ensayos biográficos sobre Menéndez Pelayo no faltan, aunque tampoco abundan. Son difícilmente encontrables ya las clásicas (las de Sánchez Reyes, Laín Entralgo, y Cossío, entre otras), y de las actuales sólo cabe citar la de Serrano Vélez, publicada en Córdoba en 2012, que es un acercamiento más temático que cronológico.
El libro de Crespo, una biografía en el sentido más estricto de la palabra, viene así a llenar un vacío, pero no se trata sólo de eso, de que sea la única biografía puramente cronológica y actualizada que quepa encontrar en el mercado sobre el más grande polígrafo español desde San Isidoro de Sevilla.
Se trata de que es, además, una biografía admirablemente equilibrada, objetiva, limpia de prejuicios de uno u otro signo, limpia también de cualquier afán de originalidad, como es moda últimamente entre los cultivadores del género.
Mario Crespo nos presenta a un Menéndez Pelayo gigante de sabiduría y apasionado por la defensa de sus ideales, pero a la vez profundamente humano, tan proclive como cualquiera a errores, debilidades y desengaños. Y tanto su grandeza como su miseria se nos dan en este libro no con retórica sino con hechos, con datos, con detalles preciosos, con materiales extraídos mayormente del gran caudal de su epistolario.
El Menéndez Pelayo que nos presenta Mario Crespo es un intelectual de monstruosa precocidad y talento, con una entrega al trabajo que nunca decae, como no decaen jamás sus tres grandes pasiones paralelas: la defensa de la ciencia española (¡en el sentido más amplio de la palabra ciencia!), la defensa del catolicismo y el amor a la cultura clásica.
Y, sin embargo, su época no le trató nada bien: ni la sociedad española ni los científicos españoles dominantes ni el partido de los católicos ultramontanos tuvieron con él comprensión, generosidad ni respeto real.
El Menéndez Pelayo de esta plausible biografía es una figura bastante melancólica, una víctima de la superficialidad, de la pedantería y del chalaneo de la España de la Restauración; pero también una víctima del esnobismo y de la 'modernez' que se imponen desde el periodismo, desde la política sectaria y caciquil.
Males todos ellos que en el siglo siguiente no han hecho sino multiplicarse, hasta el punto de que el lector de esta biografía no puede menos de imaginar el horror que un alma tan sensible como la de don Marcelino experimentaría de haber vivido unos decenios más.
¡Qué no habría dicho hoy el sabio, el padre de tantos estudios de nuestra historia, de haber visto la deriva del siglo XX, el fenómeno de la cultura de masas, la cultura como espectáculo o como mero factor de dinamización social (cultura de 'mojiganga' hubiera dicho él).
No estamos ante una biografía definitiva (gracias a Dios) ni ante una historia escrita con gran vuelo y pretensiones literarias, pero ésta que ha trazado Mario Crespo nos acerca a un hombre, un hijo de Santander que fue mucho más que un catolicón con supercociente intelectual, nos retrata a una persona extremadamente sensible y comprometida con sus ideas, pero nada fanática sino profundamente humilde y autocrítica.
Un hombre que va experimentando en el curso de su vida la derrota que el tiempo y la modernidad infligen a quienes no se rebajan a ser sus esclavos.
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