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Alberto Aja, Héctor Díaz y María Causo durante la realización de un reportaje en Cabárceno
Muertos y más muertos

Muertos y más muertos

Nuestra imaginación de confinados ha aprendido a volar hacia lugares que nosotros nunca podremos alcanzar

Teresa Cobo

Santander

Sábado, 11 de abril 2020, 18:49

Ahora que aplaudimos a plena luz del día y vemos con claridad a los vecinos tenemos localizados a los fijos, a los que no dejan de asomar ni un solo día. Resulta inquietante que, de repente, ya no se abra esa ventana. Ayer eché de menos a una pareja mayor. En realidad es ella la que no falla, la que bate palmas sin desmayo hasta el final. Él la acompaña de vez en cuando. Su mujer lo ayuda a incorporarse a la barandilla de su minúsculo balcón, de la anchura de una baldosa, pero balcón al fin y al cabo. Nuestra imaginación de confinados ha aprendido a volar hacia lugares que nosotros nunca podremos alcanzar. Pero a veces se pierde en conjeturas. Tal vez han logrado fugarse al pueblo para pasar el puente. O ella ha cogido frío y se recogen ambos dentro del hogar. ¿Y si uno de los dos ha engrosado la lista de infectados por el bicho y está hospitalizado en Valdecilla? Lo más probable es que sea un simple despiste.

Fuera se ha instalado la lluvia. A las ocho hemos asomado como caracoles atrapados en sus caparazones, necesitados de aire y de calor. Me ha alegrado ver hoy de nuevo a la señora, esta vez sola. Pero esa pareja de mi barrio me hace pensar en las más de cien personas de Cantabria y en las ya más de 16.300 de España que nunca estarán en las ventanas, que jamás volverán a descorrer una cortina. Muertos. Muertos y más muertos. Me pregunto si los hijos, los nietos, los maridos, las mujeres, los hermanos, y también los padres de los ausentes, porque no todos eran ancianos ni mayores, habrán recuperado la disposición de ánimo para volver a aplaudir y si serán algunos de los que observamos, si los acompañamos.

La periodista Almudena Ruiz responde a los mensajes de los corresponsales.

Tenemos que cuidarnos. Vayan a la despensa o al armario esquinero en busca de un buen tarro de sentido común. Les va a hacer falta si no quieren perderse en las contradicciones que nos llegan desde fuentes oficiales y autorizadas. ¿Debemos salir a la calle con mascarilla? Pues si antes era que no, ahora resulta que sí. La Organización Mundial de la Salud (OMS) no se decide a recomendar el uso generalizado e incluso lo desaprueba, parece que por miedo a que sea peor el remedio que la enfermedad, a que un manejo sin la higiene debida contribuya al contagio. Algunos países aconsejan a la población salir con mascarilla, otros la disuaden y los hay que se lo imponen. ¡Viva la unidad de criterio que tanto nos ayuda!

Sabemos que hay mascarillas de primera y de ínfima categoría, pero la mayor certeza es que no las hay para todos, así que no es de extrañar que la gente se las ingenie para embozarse la cara con inventos de lo más peregrino. Yo ya no iría sin ella en autobús o a hacer la compra, no si los científicos dicen que podemos ser portadores asintomáticos y que el patógeno puede permanecer suspendido en el aire durante horas en sutiles aerosoles. Y claro que sería estupendo desecharlas, pero si solo tienes una, y gracias, ya saben: lavarla a mano y sumergirla unos minutos en lejía o en alcohol, o esperar a tener una colada que aguante 90 grados de temperatura para meterla en la lavadora. Si encoge o no ya se verá.

El Gobierno de Cantabria acaba de anunciar que nos enviará a todos a domicilio mascarillas de un solo uso. Atentos al buzón.

La periodista Susana Echevarria trabajando desde su casa.

¿Y si nos lesionamos o enfermamos de otra cosa? Pues otro dilema. Un día nos dicen que nos hemos pasado y otro que nos hemos quedado cortos. El Igualatorio Cantabria nos advierte del «alarmante aumento de urgencias» en la Clínica Mompía «por cuestiones no urgentes», porque la gente se ha confiado. Veinticuatro horas después Valdecilla hace un llamamiento para recordarnos que hay un hospital no Covid-19 con un circuito seguro e independiente. La Gerencia está preocupada porque hay pacientes que renuncian a sus citas de consulta y de cirugía, pese a que «presentan patologías graves y no pueden esperar». Y algunos Servicios de Urgencias de Atención Primaria (SUAP) reciben a usuarios que han acudido demasiado tarde por un exceso de conciencia o de miedo a infectarse. Apuren el frasco del sentido común. Y suerte.

Los periodistas de El Diario que salen a la calle se protegen. Mascarillas, guantes, micrófonos forrados de plástico... Pero ojo con lo que nos ponemos. A Álvaro Machín y a Dani Pedriza les dio el alto una patrulla de la Policía Nacional. La culpa fue de un delator que los confundió con una pareja de turistas. ¿A quién se le ocurre salir con visera? A Machín. Y Pedriza haciendo ostentación de cámara. ¡Insensatos! Un turista está hoy peor visto que una bruja en tiempos de la Inquisición. Los domingueros de segunda residencia son objeto preferente de persecución. Y tú con gorra, Álvaro. Eso es tentar la suerte con los de gatillo fácil. Torquemada ha vuelto y dispara desde el balcón.

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