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José Carlos Rojo
Santander
Domingo, 27 de octubre 2019, 07:41
El subsuelo del valle del Alto Asón es lo más parecido a un ser vivo. Crece, cambia y evoluciona con el paso del tiempo. Durante milenios, el agua subterránea ha erosionado la roca caliza para horadar túneles, galerías y demás caprichos geológicos hasta crear un ... mundo oculto bajo los pies que hoy es uno de los atractivos turísticos más importantes de la zona. Dicen los hosteleros, los empresarios de deporte aventura y otros emprendedores en torno al negocio que este turismo mueve alrededor de un millón y medio de euros al año en todo el valle.
El perfil del visitante es variado: desde el vecino del País Vasco que busca una desconexión de fin de semana, hasta el inglés que invierte dos semanas en comer, beber, disfrutar de la naturaleza y por supuesto, de las profundidades de la montaña.
«Para quien no le guste esto es difícil de explicar. Bajo tierra, en la cueva, en realidad no hay nada más que oscuridad, humedad y frío. En realidad cuando bajas no encuentras nada; pero al mismo tiempo hay algo que te sobrecoge y te engancha», confiesa Iván Aparicio, uno de los guías de espeleología más conocidos de Cantabria.
Es un deporte que se ha vuelto a poner de relieve al hilo del suceso que a principios de semana mantuvo a cuatro espeleólogos portugueses encerrados durante 55 horas en la cavidad de Cueto-Coventosa (Arredondo). «Esta es una práctica mucho más segura de lo que parece cuando suceden estos percances que al final son tan mediáticos», critica Manuel González Morales, presidente de la Federación Cántabra de Espeleología. «Por las cuevas cántabras pasan cada año cientos de personas y es muy raro que sucedan accidentes. Al contrario de lo que se cree es un deporte muy seguro, mucho más que otras prácticas de montaña, o de mar».
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Es, además, un negocio que revitaliza la economía de la comarca alimentando las cajas de restaurantes, supermercados, hospedajes, bares y hoteles. Por suerte para todos ellos este cliente no entiende de temporadas altas ni bajas, porque la actividad se mantiene más o menos constante durante todo el año. Y lo que es más importante, va en alza. Lo confirma la supervivencia de todos estos negocios y la puesta en marcha de otros nuevos, como la apertura hace un año del hotel Río Asón o la inminente inauguración del Centro de Alto Rendimiento de espeleología de Arredondo, con hospedaje y escuela.
«Ya está construido y ahora sólo nos hace falta sacarlo a concurso y ponerlo a funcionar. Tiene capacidad para 60 personas, aulas, camas, cocina y zonas de esparcimiento. Vamos, todo lo que se necesita para dinamizar esta actividad y para que más gente venga al pueblo a practicar espeleología», cuenta Leoncio Carrascal, alcalde de Arredondo.
Bajo el monte, la compleja red kárstika tiene recorridos que son perfectos para iniciarse en la espeleología. También ofrece algunos de los itinerarios más exigentes y atractivos de Europa para los ya iniciados. Y en el caso de Covalanas, el interés se centra en el arte rupestre, por lo que fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985. En el fondo, de un modo u otro, las cuevas siguen siendo el centro de los atractivos del lugar. Aunque luego, entre los visitantes, existen matices.
«Hay una diferencia sustancial entre tipos de público. El espeleólogo tipo, el nacional, no gasta mucho dinero. Otra cosa son los extranjeros, sobre todo ingleses, que tras practicar deporte comen, beben y disfrutan del viaje como nadie», compara Jesús Ramón Ochoa, alcalde de Ruesga y presidente de la Mancomunidad del Alto Asón. «Los extranjeros dejan más dinero porque se hospedan y tienen otro modo de ver la visita. No sólo vienen a la cueva sino a disfrutar de Cantabria y su gastronomía. El visitante español a veces es más de paso. Entra en la cueva y se va», explica.
Algunos empresarios abogan por emprender una campaña publicitaria para revitalizar aún más la zona. Aunque otros niegan que eso sea una buena idea, aduciendo que podría echar a perder la experiencia, masificándola. Lo que sí existe es la demanda consensuada de la necesidad de regular más el sector. «Es algo que cae por su propio peso. Por cuestión de seguridad, de calidad y de todo», defiende Martín González, responsable de la Fundación de Espeleosocorro Cántabra (Esocan). «Nosotros tenemos un presupuesto que se acerca a los 100.000 euros y formamos cada año a unas 200 personas. No tiene sentido que por un lado nos dediquemos a instruir a toda esta gente y luego, en ocasiones, no haya un control de las personas que imparten estos cursos en las empresas de espeleología y aventura». Dice que el borrador de la normativa ha dado vueltas durante dos años por la Administración. «Igual ahora que parece que se habla de esto, se resuelve», zanja.
Rocío Gómez | Albergue de Ramales
En esta casa de piedra rehabilitada en pleno centro de Ramales de la Victoria se hospedaron los espeleólogos portugueses que quedaron atrapados hace unos días en Cueto-Coventosa. «Aquí el 90% de la gente que viene hace espeleo. De España vienen sobre todo catalanes y valencianos y de Europa muchos suecos, noruegos... También israelíes», cuenta Rocío Gómez, que está al frente del negocio desde hace 20 años. «Es un turismo que deja dinero, porque no sólo vienen a dormir a este establecimiento sino que luego comen fuera, se toman sus cervezas por la noche y también pasan por el supermercado». «Este cliente deja mucho dinero en todo el valle del Alto Asón», confirma.
Tomás Gómez | Casa Tomás
A las 14.00 horas Tomás Gómez se mueve con brío de mesa en mesa:«Es la hora de las comidas y no paramos», concreta. Yeso que no es temporada alta. «Este es un sitio donde viene mucha gente de la que va a entrar en la montaña. Nosotros tenemos más fama porque vienen muchos ingleses. Les encanta esta zona», certifica. Por alguna razón el turismo anglosajón se ha convertido en su fuerte. Calcula que al año recibe unos 200 clientes con este perfil. «Les encanta la comida típica de Cantabria, el cocido, la buena alubia, carnes, pescados...». Dicen los vecinos de la zona que la gran afluencia de extranjeros en el negocio de Tomás, en Ogarrio, conlleva que no sea tan fácil conseguir una mesa libre para comer.
Borja Fernández | Hotel Río Asón
Cuando hace un año Borja Fernández puso en marcha el hotel Río Asón, de tres estrellas, en pleno centro de Ramales de la Victoria, se convirtió en la única opción de esta categoría en la zona. «Había albergues y casas rurales, pero no un hotel como tal», certifica. «Por eso nos hemos arriesgado, porque creemos que es un negocio que va en auge». Cada vez más gente llega al valle en busca de algún tipo de experiencia que tiene que ver con las cuevas. «Algunos vienen a hacer espeleología, otros tienen la opción de barrancos y deporte aventura; y también muchos llegan atraídos por la cueva de Covalanas, que es Patrimonio de la Humanidad». Muchos repiten. «El cliente es fiel y si está a gusto, vuelve».
Margarita Fernández | Restaurante Coventosa
Por el Restaurante Coventosa –que también funciona como hospedaje– pasan anualmente unos 1.000 espeleólogos. «Es mucha, mucha gente, sobre todo de España, la que viene atraída por este deporte», cuenta Margarita Fernández, que obtuvo en 2002 el galardón 'Joven empresaria de Cantabria' por la puesta en marcha del negocio. Las fotos del interior de la famosa cavidad ilustran el comedor, conectado a través de un gran ventanal al monte de Valdeasón. «Por aquí han pasado grandes nombres de este deporte a nivel mundial. Vienen atraídos por Cueto-Coventosa, que a nivel europeo e incluso mundial es uno de los itinerarios más atractivos para el que conoce este mundillo», certifica.
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