Negocios que resisten generación tras generación
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Cinco negocios emblemáticos de Santander aguantan la crisis que amenaza al pequeño comercio y se reinventan para sobrevivirQuien lee habitualmente El Diario Montañés está al tanto del goteo de cierres de negocios locales en Cantabria. Pastelerías, bares, herboristerías y tiendas emblemáticas, que se han visto obligados a bajar la persiana, han compartido su trayectoria en reportajes propuestos a modo de despedida. Un ... adiós, en la mayoría de los casos, con motivos en común: falta de relevo generacional y gastos inasumibles por la inflación. Las grandes superficies están ganando la batalla de la distribución comercial al pequeño comercio que lucha por sobrevivir. Y los hay que no están dispuestos a rendirse, que, gracias al aguante de los fundadores y de sus hijos, consiguen mantener viva la esencia «de la atención personalizada».
Es el caso de la Paragüería Niágara, situada en la calle Cervantes, de Santander, que Víctor López compró en 1981. Ahora, son sus hijos, David y Rafael, los que están al frente de la tienda. Aunque desde pequeños estuvieron vinculados al comercio, ambos decidieron formarse en otras profesiones y ejercieron en sus respectivos sectores. Sin embargo, cuando su padre se jubiló, prefirieron continuar con su estela. Hasta hoy. Igual que Virginia y Pilar del Cerro, herederas de las tiendas de alimentación gourmet Diferente. Su abuelo y su padre desarrollaron un concepto nuevo en la ciudad hace 50 años que resultó exitoso y que perdura hasta la actualidad. «Ofrecer productos muy especializados y que, por aquel entonces, no estaban al alcance de todos», comentan.
Otro ejemplo de continuidad es el de Luis y Juan Manuel Castanedo, bisnietos de Isabel Isa, fundadora de la Pescadería Isa, en el Mercado de la Esperanza. Han respetado la línea de trabajo con la que empezó el puesto, y eso, creen, es lo que mantiene abierto el negocio. Al igual que las tiendas El Ajuar de la Novia (decoración) y Regate Sport (moda deportiva), donde perdura la esencia con la que sus fundadores emprendieron sendos negocios. Unos fundadores a los que, según sus hijos, «les cuesta soltar el timón de mando a pesar de estar jubilados».
Paragüería Niágara (1981) - Calle Cervantes, 3. Santander
Merece la pena hacer una parada y entrar a la tienda de la calle Cervantes para mirar los modelos de este accesorio que es un complemento más en el vestuario de cualquier santanderino. La Paragüería Niágara es la «única» paragüería que sigue abierta en Cantabria. Una comunidad en la que, para fortuna de Rafael y David López, sus propietarios, generalmente llueve mucho. La historia de este negocio se remonta a 1981. El padre de los hermanos López, Víctor, se quedó con la totalidad del negocio en el que ya trabajaba desde hacía años junto a su socio, Ángel del Río. «Nuestro padre trabajó desde los 13 años en la paragüería La Española, en la calle Burgos. Y luego ya tuvo la suya propia». Un oficio que aprendió desde pequeño y al que dedicó toda su vida. Hasta hace cuatro años, que se jubiló. Aunque lo de la jubilación es relativo. «Viene todos los días. Ha pasado literalmente aquí toda su vida», explica Rafael, su hijo mayor, que fue el primero en introducirse en este mundo y que además conoce a la perfección. Rafael es informático y David, historiador. Ambos trabajaron en sus respectivos sectores. Pero en el momento en el que su padre se jubiló tuvieron que tomar una decisión sobre su futuro. «Apostamos por el negocio familiar que nos ha visto crecer».
Diferente (1987) - Calle Vargas, 55 y calle Joaquín Costa, 28. Santander
Pilar y Virginia del Cerro son la tercera generación de la emblemática tienda de alimentación gourmet Diferente. La historia del negocio comenzó en 1940 cuando su abuelo, Lázaro del Cerro, puso en marcha una tienda de comida en la esquina de Santa Lucía con Lope de Vega. «Era una especie de bar-tienda de ultramarinos y nuestro padre, Juan del Cerro, pasaba mucho tiempo allí ayudándole. «Iba al colegio y por la tarde llevaba la compra a las señoras. Hasta hace no tanto le decían: 'Juanito todavía me acuerdo de ti'», cuentan las hermanas del Cerro. Y eso le dio el bagaje suficiente para crear su propio supermercado en 1987 con una idea clara. «Ofrecer productos que, en esos años, no eran tan comunes en nuestro país». Como por ejemplo el foie, que no estaba al alcance de todos. «Solo de los que viajaban». De ahí dio el salto a la calle Vargas y posteriormente a El Sardinero. Pilar y Virginia siempre han estado vinculadas a la empresa, incluso cuando estudiaban. Por eso, cuando su progenitor se jubiló, se convirtieron en administradoras solidarias. Virginia se hace cargo de la contabilidad y Pilar se encarga de los productos y ventas, y también está de cara al público. Ahora, también tienen tienda por internet. «Mantenemos la misma esencia que hace 36 años: buen producto y atención».
Pescadería Isa (1940) - Mercado de la Esperanza. Santander
En 1940, Isabel Isa –no es un diminutivo, es su apellido– era de las pocas mujeres que vendía pescado en el Mercado de Atarazanas, detrás de la Catedral. Tres años después, el incendio que asoló Santander le obligó a desplazar su puesto a la planta inferior del Mercado de la Esperanza, en la que entonces solo se vendía fruta y verdura. Y así se fundó Pescadería Isa, un negocio con 83 años de historia. Ha pasado por manos de su hija, Mercedes Garay, de sus nietos Luis Miguel y Antonio Castanedo y de sus bisnietos y actuales dueños, los primos Luis y Juan Ramón Castanedo. Una trayectoria laboral de cuatro generaciones que sigue funcionando como el primer día. «¿El secreto? Es sencillo, respetamos la línea de trabajo de nuestra bisabuela Isabel, y ofrecemos todo pescado salvaje, es decir, que no pasa por piscifactorías», explican los primos Castanedo. «Nos caracterizamos por la merluza de anzuelo del Cantábrico. Es uno de nuestros fuertes desde siempre». Pero para adaptarse a los nuevos tiempos se han visto obligados a reinventarse. «Nos hemos abierto perfiles en redes sociales y desde la pandemia hacemos muchos pedidos a domicilio. Un hábito que permanece dos años y medio después».
El Ajuar de la Novia (1970) - Calle Camilo Alonso Vega, 1. Santander
El Ajuar de la Novia, una tienda dedicada a la ropa de hogar tanto para adultos como para bebés, comenzó su andadura en 1970. Faustino Rodríguez y Petra Chanca abrieron este negocio –primero en la calle Guevara y después en Camilo Alonso Vega–, que ofrecía productos a medida para la decoración de los hogares. Sus hijas, Esmeralda y Pilar Rodríguez, empezaron a trabajar con ellos con 19 años. «Es una profesión que hemos vivido desde que éramos unas niñas y, como el negocio iba tan bien, nos metimos de lleno», explican. Por eso, cuando sus padres se jubilaron, no tuvieron que tomar una decisión sobre si mantenerlo abierto. «No había dudas por parte de ninguna». Y añaden: «No sabemos si el negocio seguirá, pero nosotras queremos jubilarnos aquí». «Realmente mi padre estaba jubilado pero no soltó el timón casi hasta que se murió hace tres años». Fue ahí cuando las hermanas se hicieron cargo al cien por cien de la tienda. A su juicio, han conseguido sobrevivir «tantos años» gracias a la personalización del producto que ofrecen. «Por ejemplo, podemos vender cortinas a medida. Algo que en las grandes superficies no pasa porque compras las que hay y punto. Ofrecemos algo diferente y esa es la clave en nuestro comercio».
Regate Sport (1994) - Calle Calderón de la Barca, 15. Santander
La calle Calderón de la Barca no sería lo mismo sin las playeras, las camisetas de fútbol y la ropa deportiva de Regate Sport. Una tienda que fundó Ángel Bárcena en 1994 y que se convirtió «en el eje central de su vida». Lo dice su hijo, que se llama igual que él, y que ahora está al frente del negocio junto con su hermana Cristina. «Yo estudié un módulo superior de Marketing porque sabía que podría beneficiar mucho al negocio familiar», cuenta Ángel. De hecho, nada más terminarlo, se incorporó al trabajo. Y años más tarde lo haría su hermana. «Al final mi padre tenía una visión más tradicional de cómo gestionar un comercio, que es lógico, al igual que toda la gente de su generación». Por eso, Ángel (hijo) siempre ha intentado adaptar la tienda a cada momento. Especialmente en los últimos años. «Nuestro público objetivo es gente joven desde los 15 y hasta los 40 años, que practica deporte asiduamente. Por eso nos interesa estar en las redes sociales, aunque no ejecutemos ninguna venta, pero son un escaparate», explican sus hijos, que reconocen que su padre «está jubilado pero de forma activa. Está mucho en la tienda porque es su vida. Pasaba aquí metido de lunes a sábado. No conoce otra cosa que no sea trabajar. Y cuesta dejarlo del todo».
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