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La enfermera Carmen Diego ha vivido la pandemia dentro del Hospital Valdecilla. La última etapa de sus 41 años y medio de carrera profesional la pasó rodeada de la incertidumbre y los temores que trajo consigo el covid. En su caso, en el hospital ... de día médico. Se jubiló el pasado diciembre, justo antes de que se iniciara la campaña de vacunación masiva, pero un mes después ya se había ofrecido al Colegio de Enfermería de Cantabria por si hacía falta echar una mano.
«Vi que en Madrid ya se estaba hablando de ello y fui a preguntar. En cuanto me dijeron que habían abierto una lista de voluntarios dije: 'Apúntame'». Como ella, medio centenar de profesionales de enfermería jubilados se pusieron a disposición de la entidad colegial «encantados de colaborar». Y ahora ha llegado su momento. La Consejería de Sanidad anunció el sábado, coincidiendo con el acto de conmemoración del Día Internacional de Enfermería, que se contará con el personal retirado para reforzar la campaña en los meses de verano, en los que están previstos grandes envíos de dosis, con ese objetivo en el horizonte de tener vacunada a finales de agosto al 70% de la población, y sin perder de vista que es época de vacaciones y las listas de contratación del Servicio Cántabro de Salud se quedan cortas para dar el relevo que garantice el ritmo creciente de la campaña.
«Me encuentro en buenas condiciones para poder volver a trabajar», señala Carmen Diego, a sus 64 años. Atrás queda la «carga asistencial y el desgaste emocional» de su etapa en el servicio de Oncología Radioterápica, primero, y en el hospital de día médico, después, en contacto con pacientes hemato-oncológicos. «Puedo colaborar para que la vacunación avance y estemos todos protegidos cuanto antes». Ella está pendiente de la segunda dosis, porque, pese a ser sanitaria, la jubilación llegó antes que la vacuna, así que ha tenido que esperar a su turno por edad. «La enfermería es una vocación, nos jubilamos, nos retiramos de nuestra actividad profesional, pero no dejamos de ser enfermeras nunca», defiende.
Carmen Diego - 64 años
Jesús Lavid - 69 años
Inmaculada Polo - 67 años
Igual de dispuesta se muestra Inmaculada Polo, jubilada hace tres años y una de las primeras en apuntarse «para ayudar con la vacunación, que es tan necesaria para superar esta pandemia». «Voy donde me digan. Si por mí fuera, no me hubiera jubilado nunca. Nací siendo enfermera y todo lo que soy se lo debo a esta profesión». Durante dos décadas trabajó en el servicio de Traumatología de Valdecilla, que compaginó durante diez años con un gabinete sanitario que hacía servicio a domicilio, «repartiendo alegría por las casas». Los últimos cuatro años de su carrera transcurrieron en el centro de salud de Puente San Miguel.
En los meses del confinamiento más duro, «me pasaba las mañanas sentada hablando por teléfono con mis compañeras, dando apoyo psicológico, escuchándolas y tratando de animarlas; siempre les decía que no hay mal que cien años dure, que esto pasará. Era una manera de sentirme útil, porque se puede hacer enfermería desde cualquier punto», declara.
Y ella sabe bien lo «duro» que resulta «cuidar a una persona aislada, sin visitas de sus familiares» y en una situación crítica, porque trabajó durante 16 años en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). «Lo que he llorado... cada paciente era el primero y el único». Por eso, señala que «me hubiera puesto el traje desde el minuto cero» cuando estalló la pandemia. «Como no era posible, hice lo que pude desde casa. Ahora tenemos esta oportunidad de participar en la vacunación y colaborar con los compañeros».
También el enfermero Jesús Lavid, a sus 69 años, se ofreció como voluntario en enero. «Aunque llevo tres años jubilado, me considero apto perfectamente para vacunar. No es una cuestión de dinero», aclara. Y experiencia le sobra. Natural de Villaescusa, empezó a trabajar en 1973, en la época en la que «el sistema académico aún estaba dividido entre hombres y mujeres. Como en Santander no podía estudiar, me fui a Madrid». Su primer trabajo lo ejerció en el Patronato Virgen del Puerto de Santoña «hasta que me llamaron para 'la mili'». Después, formó parte del servicio de Hemodinámica de Valdecilla, con Carlos Gómez-Durán al frente, el médico que revolucionó la cirugía cardiovascular; y desde 1975, y durante 25 años, compaginó su trabajo en urgencias de Laredo (en lo que después sería el SUAP) con la Mutua Montañesa, «donde me encargaba de la vacunación contra la gripe».
El momento de la jubilación le llegó siendo enfermero de Atención Primaria -su último destino fue Selaya-. «La vacuna es la mejor de todas las soluciones», coincide con sus compañeras, deseando recibir la llamada del SCS que les devuelva a la actividad y aportar así su granito de arena frente a la pandemia.
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