![Un obispo en el puticlub](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/201808/23/media/cortadas/MF0IU9I2-kDlH-U60707734262qhF-624x385@Diario%20Montanes.jpg)
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En hora punta y vestido de obispo, así, con un par, entró en el prostíbulo y pidió una cerveza en medio del silencio sepulcral que había provocado su presencia. Me imagino la cara de estupefacción del personal cuando le vieron aparecer, o el atragantamiento de quienes fueron sorprendidos en pleno sorbo de sus copas, sobre todo cuando pronunció sus primeras palabras que fueron para preguntar por una de las prostitutas. «Está arriba, trabajando», le dijeron. «No importa, yo la espero», contestó el obispo.
Entre las noticias de protección de las autoridades eclesiásticas a los curas pederastas en Pensilvania (Estados Unidos), hay hombres que son capaces de dar la vuelta a la tortilla y ofrecer la cara más sana y digestiva de la religión, como el cardenal Carlos Osoro, uno de los hombres de confianza del papa Francisco, cuya entrada descrita en el puticlub cuando era obispo de Orense fue tan impactante como real.
La aventura de Osoro surgió cuando en una visita pastoral, una chica latinoamericana se le acercó llorando y, tras confesar que trabajaba en un club de alterne, le pidió ayuda para abandonarlo y regresar a su país. Osoro no lo pensó dos veces. Esa misma noche, tal y como prometió, se personó en el puticlub y tras esperar a la chica e insistir para que le devolvieran el pasaporte que no querían entregar, se la llevó a una casa de religiosas desde donde pudo regresar a su tierra con su familia.
El bueno de Osoro no fue a aquel centro de perversión para ningún desahogo sexual, tal y como se acostumbra, sino para cumplir con la más piadosa labor de rescate de una mujer engañada y explotada. Pero cumplir con el deber, hacer justicia y ayudar a quien más lo necesita también proporciona placer, un placer prolongado por el verdadero amor, que eleva espíritus y que, como un orgasmo del alma, el obispo supo disfrutar en un burdel, en medio del silencio sepulcral que su presencia había provocado y entre gentes estupefactas y atragantadas. Así, con un par.
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