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La residencia de mayores de Suances es tan nueva que ni siquiera se puede llegar a ella con el navegador, que no sabe que existe la calle Adolfo Suárez. Este edificio grande, blanco, con paredes de hormigón y ventanales amplios iba a abrir sus ... puertas en septiembre como un geriátrico al uso, el tercero de los que gestiona Mensajeros de la Paz -la ONG que dirige el padre Ángel García-, en Cantabria. Tras el acuerdo alcanzado con la Consejería de Empleo y Políticas Sociales, que encabeza Ana Belén Álvarez, ha habido un cambio de planes, y ha comenzado a funcionar como centro covid, el mismo papel que desarrolló en la primera fase de la pandemia la residencia de Meruelo: acoge, preferentemente, a ancianos infectados por el virus que no presentan síntomas o con signos leves de la enfermedad; son enviados desde otras residencias para que cumplan aquí su periodo de aislamiento hasta que superen el coronavirus, y así se evitan contagios entre el resto de los usuarios.
«Mi enfoque ha cambiado -explica la directora del centro, Clara Diego-. En la última residencia en la que trabajé mi objetivo era que no entrase el virus; ahora se trata de que no salga». Diego se formó y trabajó en Galicia; el estado de alarma la encontró dirigiendo la residencia Madernia, en Molledo, que logró mantener limpia en esa primera oleada. Dice que no tienen nada que ver aquellos momentos, cuando se carecía de todo y había que ingeniárselas hasta para conseguir mascarillas, con la situación actual, que se descuelga el teléfono y se encuentra al otro lado a la consejería dando soluciones.
«Mi esperanza es que esto pase y que llegue a ser un centro residencial normal. A mí me gusta la interacción con ellos; este trabajo es muy vocacional, y estar así supone un cambio. Por eso me costó al principio. Pero también entiendes que esto es una buena iniciativa, muy necesaria para evitar que otros lo pasen tan mal como lo han pasado; lo veo como una responsabilidad social: alguien lo tenía que hacer, algún centro tenía que tomar esta decisión, y por eso es un placer y un orgullo dirigirlo».
Clara Diego | Directora
El edificio está prácticamente vacío: son cuatro plantas, incluyendo la baja, con capacidad para un centenar de residentes (70 habitaciones individuales; el resto dobles), y que ahora atiende a sólo cinco inquilinos. En la gran sala de estar las butacas miran hacia dos pantallas de televisión colgadas de la pared, y las sillas están colocadas alrededor de las mesas, pero no hay nadie. Así descrito puede dar una idea de desolación, pero no hay tal: en la estancia, muy luminosa, se nota que todo está a estrenar y parece que en cualquier instante comenzará a entrar gente.
Trece personas componen la plantilla, la gran mayoría auxiliares de enfermería a las órdenes de su supervisora, de una enfermera y un médico. Cuenta también con servicio de limpieza y de cocina. En septiembre se les sumará una psicóloga, que ayudará a hacer un poco más llevadera la vida a los pacientes en cuarentena. Ahora, teniendo en cuenta la situación, no es tan mala: la ratio de trabajadores por interno permite que les puedan dedicar más tiempo y una atención más individualizada.
Nacho Pérez | Médico
La misma mañana en que se escribía este reportaje recibían el alta dos personas, que se despedían entre lágrimas. «Otra residente, a los pocos días de venir, le decía a la auxiliar que había pensado que no volvía a su residencia, que estaba muy bien aquí y que tenía que hablar con el Icass (el Instituto Cántabro de Servicios Sociales)».
Tampoco ha sido tan fácil encontrar personal. «Algunos se han echado para atrás», reconoce la directora. Proceden, sobre todo, de Suances y alrededores; esperaban un trabajo 'normal' y se han encontrado de repente con una jornada que comienza vistiéndose de astronauta, con bata, calzas, gorro, doble capa de guantes y doble mascarilla, y sin que se puedan cometer fallos.
Si hace unos meses, en la llegada de la pandemia, todo era desconcierto, ahora es justo lo contrario: la actuación del personal está pautada al detalle, y también la atención a los ancianos. Vicky Propín, auxiliar y supervisora, recita de carrerilla las tareas desde que comienza el turno de mañana, a las siete, con la preparación del desayuno. Es una sucesión de atenciones, con cambio de pañales, limpieza, toma de constantes, comidas -hasta los cubiertos son desechables-, cambios de postura, hidratación, etc., siempre en función de las necesidades de cada residente, tan variadas como sus edades: desde los 75 hasta los 100.
Vicky Propín | Supervisora
De las habitaciones se puede decir que son funcionales: un armario, una mesa y un sillón componen el mobiliario junto a la cama y la mesita; el baño, grande y adaptado. Tiene su importancia, porque entre estas cuatro paredes pasan los días los pacientes, sin salir. Las ventanas grandes proporcionan vistas y entretenimiento cuando se aburren de televisión -«Ellos eligen el canal que quieren, pero suelen elegir los documentales... para no ver las noticias», apunta Propín-. Las tablets se han revelado como el gran invento: no sustituyen a las visitas de familiares, totalmente prohibidas, pero permiten que puedan verse las caras y charlar un poquillo. Para algunos, es su primera experiencia con esas nuevas tecnologías y les parece magia.
Los enfermos que se trasladan a Suances han sido diagnosticados previamente por una prueba PCR. Tras el aviso de la Consejería de Políticas Sociales, llegan con el informe de su residencia de origen y la fecha de ese primer test. Cumplidos diez días, y siempre que no presenten síntomas, se les realiza una segunda prueba: si el resultado, que llega al día siguiente, es negativo, se esperan otras 48 o 72 horas antes de realizar la tercera. Si se confirma la curación, se les da el alta y pueden marchar.
Nacho Pérez es el médico del centro, hasta septiembre. El coronavirus se coló en medio de su formación, interrumpiéndola. «Hice el MIR en enero; se supone que tendríamos que haber elegido especialidad en abril para empezar en mayo, pero el Gobierno lo paró por el covid y autorizó las contrataciones. Ahora estoy aquí hasta septiembre, cuando me incorporo a mi especialidad. Ginecología».
Con solo 25 años es todo un veterano en el covid: debutó en una residencia de mayores de La Rioja, con más de cien infectados y sin apenas medios. «Justo al terminar la carrera sabemos mucha teoría, y práctica es lo que nos falta. Siendo honesto, en La Rioja veía que tenía mis limitaciones, como cualquier persona que empieza, pero me sirvió para aprender mucho, a marchas forzadas».
«Todos los días llamo a las familias; en general están tranquilos, porque saben que están aquí porque son asintomáticos. Siempre explico que el virus, por su comportamiento, hace que el paciente cambie de estado en pocas horas y, aunque de momento esté bien, existe la posibilidad de que algo vaya mal. Al final, se trata de ir ganándole días al virus».
Las medidas adoptadas por las residencias de mayores de Cantabria para evitar el contagio de sus usuarios están manteniendo a raya el virus, según se desprende de los últimos datos proporcionados por Sanidad: según indicó el consejero, Miguel Rodríguez, la región solo registraba este martes tres casos activos entre sus residentes.
Frente al incremento de casos en residencias de ancianos generalizado en el resto del país, donde se estima que el 7% de los nuevos brotes corresponden a estos establecimientos, Cantabria sigue por debajo de esos índices y ha logrado atajar el coronavirus en cuanto ha hecho su aparición. Si la pasada semana había seis equipamientos afectados por el covid, ayer ese número se había reducido a dos.
La entrada en funcionamiento del centro covid de Suances está permitiendo mantener 'limpias' las instalaciones, minimizando el riesgo de que los contagios se multipliquen por la presencia de internos enfermos. Ante la confirmación de algún positivo, su traslado hace posible liberar de una gran carga de trabajo al personal de las residencias, facilitando además una mayor libertad de movimientos para los residentes.
Mucho mayor es el número de empleados afectados, una decena en la actualidad. Los cribados generalizados entre el personal ante cualquier nuevo caso tienen por objeto impedir que puedan extender la enfermedad entre los demás usuarios, dado el estrecho contacto que mantienen con ellos.
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