Obligatoria o no, vuelve la mascarilla
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Un recorrido por varios centros sanitarios de Santander permite comprobar el desigual uso que se hace del cubrebocasEn el interior del área de Urgencias de Valdecilla, a las doce de la mañana de ayer, era difícil ver a alguien sin mascarilla. Los que accedían con la cara descubierta, se veían abocados a sacar el tapabocas del bolso ante la presión social. Y ... a ponérselo. A favor o en contra, los cántabros están cada vez más concienciados sobre la necesidad de emplear la mascarilla en hospitales y centros de salud. Una medida que ayer era opcional y que hoy pasa a ser obligatoria, como ha decidido la ministra de Sanidad, Mónica García, para contener la presión asistencial de las infecciones respiratorias. Tras varios días escuchando hablar de la mascarilla y con las comunidades autónomas tratando de negociar con el Ministerio, a los cántabros parece haberles calado el mensaje y ayer parecía normalizado de nuevo el uso del cubrebocas. Sucedía en el acceso al área de consultas externas de Valdecilla Sur, donde la mayoría se cubría por miedo a ser contagiada. O a contagiar. En la zona Norte, más de lo mismo. Fuera no. En la calle solo unos pocos llevaban mascarilla, más porque se les había olvidado quitársela al salir que por prevenir posibles virus.
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En los alrededores del centro de salud de Los Castros, apenas una o dos personas mayores se dirigían a la puerta con la mascarilla puesta. Una chica la llevaba en la mano. Un hombre esperaba junto a la puerta. Sin ella. De los que salían, muchos la llevaban, pero se la quitaban enseguida. Dentro del centro de salud, algunos con y otros sin. Parece que la presión social se rebaja en ámbitos más pequeños y manejables.
En el centro de salud Camargo Costa, en Maliaño, a la una del mediodía, un sanitario colocaba un cartel: «Uso obligatorio de mascarillas en el centro de salud a partir del día 10 de enero de 2024». Por si, con tanto vete y ven, a alguien no le ha quedado claro que hoy entra en vigor la obligatoriedad de ponerse el tapabocas. Una norma que en Cantabria ha sido una recomendación hasta ayer. A partir de este miércoles, sin embargo, las escenas en los centros sanitarios y hospitalarios nos harán retroceder cuatro años en el tiempo. Directamente hasta la pandemia de covid, cuando normalizamos el uso de las mascarillas y parecía que nunca nos las íbamos a volver a quitar. Y cuando nos las quitamos, parecía que no nos las tendríamos que poner de nuevo. Nos equivocamos en ambos casos.
A pesar de todo, los cántabros son conscientes de que su uso disminuye el número de contagios. De hecho, cada vez más usuarios del transporte público deciden llevarla, «porque son espacios pequeños en los que vamos todos muy juntos», recordaba ayer una señora mayor. Los ciudadanos de toda España tendrán que volver a meter el tapabocas en el bolsillo antes de salir de casa para ir al médico. Acordarse de cogerlo, como las llaves o el móvil. «Yo creo que es lo que debe hacerse», explicaba una paciente joven en los aledaños del centro de salud El Alisal. «Si fuéramos realmente responsables, no sería necesario obligar a la gente». De esta manera, por imperativo legal, habrá que ponerse la mascarilla. Les guste a los ciudadanos o no.
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